lunes, 16 de mayo de 2022

Un viaje a Mulegé

Iker Paul Castro Rebatet


Mulegé es un pueblo pequeño, con altas temperaturas, pobre, pero hermoso; un lugar bonito, con atracciones turísticas preciosas. Quedé fascinado con mi viaje a aquel pueblo. Se localiza al noreste de Baja California Sur.

Nuestro viaje se empezó a ver desde mediados de junio de 2019. Lo planeó mi familia paterna, pues Mulegé es el pueblo natal de mi abuelo y tenemos familiares allá. También parientes de La Paz concordaron en ir. 

Decidimos hacer tiempo después del último día que estuvimos en clases, el 2 de julio. Terminando ese martes empezamos a ver lo que nos llevaríamos y unos días después ya empacamos todo. Así, emprendimos al viaje, que fue de poco menos de una semana.

El miércoles 17 de julio partimos, a las 13:00 horas, en dos carros. En uno iban mi mamá, mi hermana, mi tía y mi abuelita materna. En el otro estábamos mi abuelito paterno, mi papá, mi hermano y yo. Un recuerdo gracioso del viaje es que, al llegar a Ensenada, vi el mar muy bonito, por lo que decidí tomar fotografías, y una de esas fotos se la tomé sin querer a un hombre de un Mustang gris. Mi hermano y yo nos reímos a carcajadas; mi papá y mi abuelo vieron la foto y también se rieron.

Más tarde, por la noche, llegamos a un hotel para descansar; mi hermano y yo queríamos estirarnos, más bien todos. En cuanto nos dieron nuestro cuarto, los dos nos bañamos y después nos dormimos. A la mañana siguiente, ambos exploramos el hotel y vimos la alberca. Queríamos nadar, pero no nos atrevimos, porque estaba plagada de abejas y avispas, y decidimos no hacerlo.

Por el mediodía desayunamos y continuamos el viaje. Hicimos muchas paradas y visitamos lugares históricos de Baja California Sur, como la misión San Ignacio; pasamos por muchos pueblos costeros y admiramos los paisajes. Mi hermano y yo ocasionalmente nos dormíamos en el carro después de que contemplábamos los alrededores, aunque también tuvimos unas peleas.

Por la noche llegamos a Mulegé. Nos dieron nuestra casa y desempacamos tras saludar a los familiares. Mis papás y mi hermana fueron a pasar un rato más con ellos, pero mi hermano y yo nos quedamos en la casa. Quería estirar los pies y acostarme un rato. Él empezó a jugar en su PlayStation. Me invitó y yo acepté. Jugamos un rato. De ahí quise explorar el lugar y ubiqué todos los sitios.

Así comenzó todo: el primer día inició una rutina en la que mis hermanos y yo comíamos algo en casa y luego íbamos a donde vive una hermana de mi abuelo; estábamos todos reunidos. 

De ahí fuimos a visitar una playa. Las olas eran un poco fuertes y cálidas. Ese día tristemente perdí mi visor y al volver a casa me di cuenta de que teníamos que bañarnos con zapatos, para precavernos de contraer hongos en la bañera, ya que no se veía de calidad.

El segundo día fue lo mismo, solo que esa vez pasamos tiempo dentro de la casa divirtiéndonos. De ahí nos anunciaron que iríamos al faro. Yo me volví loco al llegar; fui el primero en subir y bajar. Al nadar, las olas eran muy fuertes, como a mí me gustan. Cuando regresamos a casa tenía el pie derecho herido, debido a que mientras nadaba había pisado rocas.

El tercer día repetimos la rutina, pero esta vez duramos poco en la playa. Fuimos a conseguir recuerdos. Yo compré un barco embotellado, que tristemente romperían mis hermanos unos meses después. La buena noticia es que mi hermano compró uno también y hasta la fecha lo seguimos teniendo. Esa misma noche fueron al faro de nuevo, pero yo no fui, por el dolor de pie del día anterior. Me quedé jugando y completé un juego de carreras.

El cuarto día fuimos a la última playa que visitamos. Su nombre es Los Zorros. Había un clima templado; las olas eran tranquilas, perfectas para nadar y relajarse. Algo que me dio risa y miedo a la vez fue que, mientras yo nadaba, me encontré una mantarraya; ambos nos asustamos y nadamos en direcciones opuestas. También vi muchos peces, con mi mamá y mis hermanos.

Ya el último día fue más de despedida. Despertando empezamos a empacarlo todo. Pasamos un último momento con los familiares y después de todo eso, a las doce, partimos a Mexicali.

El viaje de regreso fue de dieciséis horas. Llegamos a casa de mi abuelo primero, para dejarlo y que ya descansara. Después nos fuimos a nuestra casa. Al entrar me topé con un suceso no muy bonito, nada bonito: mi pez llamado Taylor había muerto. Fue un momento feo para mí. Tiempo después me compraron otro y se llamó Roger, pero también falleció, por razones desconocidas.

Mulegé es un lugar hermoso, la gente que habita ese poblado es muy amable, su comida es fascinante; me gustó mucho comer ahí. Hablar de esto me hace recordar a mi abuelito paterno, que tristemente murió este año de 2020 y hoy cumple seis meses de que falleció. Siempre fue un gran hombre. Su alma está en buenas manos y sé que me está cuidando. ¡En paz descanses, abuelito Ovidio!


viernes, 13 de mayo de 2022

Calmécac: una etapa totalmente inesperada

Iker Paul Castro Rebatet


Siempre había estudiado en el Colegio Bilingüe Británico, una escuela pequeña, pero con gran educación (actualmente la primaria ya no existe, pero sí el legendario castillo del preescolar).

Mi vida cambió totalmente al entrar a la secundaria. Quería estudiar en la Técnica 4, pero mi mamá quiso una mejor escuela para mí; por eso me metió al Colegio Bilingüe Calmécac, donde pasé toda la secundaria. Lo que viví fue sorprendente.

Entré a mi curso de inducción. Me sentí extraño, los brazos me temblaban, quería irme a casa. Al escuchar los pasos del profesor, los pelos se me pusieron de punta, pero me relajé. Sentía que tenía las fuerzas, pero no las ganas. 

Mi primer día fue interesante, respondía todo lo que el maestro decía. Empezó a explicar un tema: jerarquía de operaciones. El profesor iba a explicar cuando yo interrumpí diciendo que el orden de jerarquía era: paréntesis, exponentes, multiplicación, división, suma y resta. El profe en broma me preguntó si quería responderlo. Yo nervioso lo negué.

Primer grado no fue lo mejor que digamos; al menos conseguí a mi primer amigo en el primer día del curso de inducción, Mauricio Verdugo. Ese año tuvo sus momentos buenos y a la vez sus momentos malos. Al entrar conocí a nuevas amistades, pero en mi salón había un viejo enemigo desde la primaria, lo cual es otra historia. 

Mi grupo siempre fue unido, solo que sentía que a veces me excluían. Llegó un momento en el que pensé en decirle a mi mamá que me moviera a otra escuela, pero resistí y no quise. Permanecí con las personas que más quería, amigos de verdad. 

Antes de la secundaria, yo ya tocaba un poco de piano y estudié unas clases de batería que, la verdad, no me enseñaron nada. Al entrar a la secundaria, conocí la materia de Artes, en la que el alumno elegía una disciplina y lo metían a esa clase. Como vi a compañeros que entraron a música (ya que yo estaba en teatro), pues me motivaron a tocar la guitarra también. Fue así que empecé a interpretar canciones. Yo estaba fascinado con los eventos de la escuela en los que tocaban música. Descubrí que esa es mi pasión e inicié con canciones como “Piratas del Caribe”, “Back in Black”, etcétera.


Segundo de secundaria fue totalmente loco, pues me habían asignado un grupo con grandes compañeros y gente nueva. En ese salón estaba una chica que yo ya había visto, pero nunca le hablé; pensé que no lo haría. Aquella chica es muy bonita. Se volvió mi amiga, mi mejor amiga, era de alto valor para mí. Su nombre es Anna Farfán. 

A mediados de noviembre me enamoré de ella, solo que antes de que me gustara el asunto para mí ya era complicado. Por el mes de octubre, me había mandado mensaje una chica de nuevo ingreso; quería ser mi amiga. Por ser buena onda, acepté, pero lo que yo no sabía era que le atraía.

Lo curioso es que yo también le gustaba a Anna en ese entonces, pero ella estaba desilusionada, así que se fue con Mauricio. ¡Ellos se veían tan felices! No quise intervenir, así que mantuve el dolor escondido. 

Yo iba a tocar en un concierto en diciembre, al que invité a la chica de nuevo ingreso que anteriormente mencioné; su nombre es Brianna Sánchez. Ella se ilusionó, pensando que sería la única, pero no era cierto: invité a varios amigos. 

Entonces se inició un chisme y viví mi peor San Valentín. Febrero, en vez de ser un mes de amor y amistad, fue de tristeza y dolor. Obviamente lo oculté, ya que en ese mes fue cuando empecé a ver a Anna y a Mauricio juntos. Resultó trágico para mí: me seguían enfadando con Brianna, vi a mis grandes amigos juntos. De tanto que me enfadaban con ella, llegó un momento en el que me enojé y llegué a golpear a un compañero para que se callara.

Sin embargo, marzo fue un mes de recuperación y alegría, ya que por fin dejaron de echarme carrilla con Brianna y Anna dejó a Mauricio, porque a él le daba vergüenza que los vieran juntos. Entonces yo me apegué a Anna y nos convertimos, así, en amigos del alma. De esa manera transcurrió el resto del ciclo escolar.

El último día de segundo grado fue maravilloso: lo pasé pegado a Anna. Era un rally, acuático. Participé en varias actividades en las que ella me animó, provocando mis victorias. Desde antes yo le prestaba mi reloj, pero ese día lo usó todo el tiempo; literalmente, cuidó todas mis pertenencias. 

Decidí invitarla a mi cumpleaños. Ella quiso ir, pero no fue porque se enteró de que sería la única chica ーya que las otras amigas a las que había invitado no podrían asistirー y pensó que no le haría caso.

El 24 de agosto una amiga de ambos, llamada Alexandra Rábago, nos invitó a su cumpleaños. Llegaron varios amigos, los cuales eran muy unidos a mí. Jugamos en una Wii U Mario Party 10. Mientras pasaba la partida, llegó Anna. Quería verse bien con la intención de llamar mi atención, y así lo hizo. ¡Mi corazón latía con ganas! Pasé todo el día a su lado, parecíamos novios. 

Cayó la noche. Todos mis amigos se habían ido, yo era el único varón que quedaba. Las chicas me invitaron a subir. Acepté, al cabo estaba pegadito a Anna. Fuimos al cuarto de Alexandra a ver unos videos. Todo eso era una trampa de las chicas ideada por Anna, quien quería el apoyo de ellas para hacerme revelar si me gustaba, mediante un interrogatorio. Pero, como yo crecí con mucha resistencia, logré engañarlas a todas, dando pruebas de que no me atraía, cuando la realidad era lo contrario. 

Anna y yo habíamos quedado en que me daría un abrazo por mi cumpleaños y me lo dio en esa fiesta. ¡Nunca me había sentido tan enamorado!

El martes 27 de agosto de 2019, a las 7:30, llegué a casa, de mis clases de música. En cuanto entré me sonó el teléfono. Eran mensajes de Anna. Decía que había ido a la plaza San Pedro y se sintió sola al ver tantas parejas (comentario que yo había hecho antes, al hablar con mis amigos). Mensajeamos como por media hora o una hora completa.

Después hablamos, ya que aún no entrábamos a la escuela. Los dos, sorprendidos por enterarnos de que alguien nos gustaba, empezamos a jugar.

—¿Así que te gusta alguien, eh? —preguntó Anna.

—Creo que sí —le respondí. Y le propuse—: Juguemos a algo. Vamos a hacernos preguntas y ya averiguaremos quién nos gusta.

Ella aceptó. 

—Yo empiezo —le dije—... ¿El chico que te gusta es gracioso?

—Sí —respondió—... ¿La chica que te gusta está en el grupo? —preguntó.

— Así es —respondí. 

Y de esa manera nos hicimos más preguntas, hasta que Anna confesó: —Iker, me gustas tú.

Yo, con el corazón al borde de salírseme, también confesé: —Anna, tú me gustas a mí.

Ambos con los latidos muy fuertes nos quedamos callados un rato.

—Ahora que me has dado el valor y las agallas —dije, lleno de nervios—... Anna… ¿quieres ser mi novia? —pregunté. 

—Sí —contestó tras unos segundos, con el corazón muy nervioso.

—¡Te amo! —respondí unos instantes después por la alegría y las lágrimas.

De esa manera, el martes 27 de agosto de 2019, a las nueve de la noche, me convertí en el novio de la bella Anna.

Así como viví una historia en segundo grado con la que inicié mi relación con Anna, también cambié en música, pues en mi cumpleaños número trece me regalaron mi actual guitarra eléctrica. 

En noviembre, mis gustos musicales cambiaron: recibí gran influencia de Queen y me empezó a gustar ese estilo musical. No fue hasta enero cuando tuve la voluntad de aprenderme mi primer solo: “Bohemian Rhapsody”. Logré aprenderlo y después pude tocar mucho más fácilmente las cosas que vivía pegado a esa banda.


Tercer año de secundaria fue hermoso mientras transcurrió en forma presencial. Me sentí sorprendido, porque casi todos mis compañeros del grupo eran amigos míos y estaba mi novia también. Pensé que tercero sería el ciclo escolar perfecto. 

Me cambié de teatro a música en Artes y entrando me convertí en el número uno en la guitarra eléctrica, tocando las canciones de mi gusto. En la batería empecé a interpretar paradiddles, que es básicamente tocar tambores “a lo loco”, en buen tiempo y calidad de sonido. Con la guitarra comencé a ejecutar riffs y solos más complicados, como los de Guns n’ Roses. Empecé a mejorar técnicas en el bajo, a pesar de que no lo tenía. En el piano no hubo mucho cambio, pero avancé mucho en tan solo dos años, de primero a tercero (según mi  familia y mis amigos).

No todo fue felicidad y alegría, pues el COVID-19 llegó a Mexicali y quedamos en cuarentena. El confinamiento inició. No me afectó mucho, porque es raro que mi familia salga de casa, así que hablaba con mi novia de lo que nos extrañábamos tanto. Llegaron las clases virtuales. Todos estábamos confundidos, pero le agarramos la onda fácil. Las clases ahí no eran la gran cosa.

Como es de suponer, durante la cuarentena estuve y he estado separado del amor de mi vida. He pasado mucho dolor porque, a pesar de que nos vemos virtualmente, solo nos hemos visto presencialmente cinco veces. La extraño mucho.

Uno de mis mayores temores era no estar con mis amigos y mi novia. Todos los días, a pesar de que yo me encontraba feliz o algo así por el estilo, no me sentía así cada vez que hablaban del tema de la prepa. Me ponía muy nervioso, no hablaba, literalmente no quería saber NADA del tema. Encima de eso, el 20 de mayo falleció mi abuelo. Hubo llantos muy feos. Ahora tenía tres problemas enormes. Por eso en mis clases virtuales no era el mismo. Pero logré superarlo todo, excepto que sigo extrañando a mi novia. Mi abuelo me apoyará siempre desde el cielo —y aquí en el Salvatierra quedé con un viejo amigo de la primaria, Cedric Cabrera.

Mi vida como novio ha sido hermosa, a pesar de que durante la mitad de mi relación ni mi novia ni yo hemos estado juntos por el COVID-19. Tuve momentos hermosos, como nuestros primeros besos, la primera cita. Anna es el único ser digno de poseer mi corazón. Es una chica joven, de cabello muy claro, un poco güero, ojos color miel, piel blanca, labios rojizos… ¡una chica muy hermosa! Ella proviene de la Ciudad de México, ciudad de donde viene mi mamá. Es un año mayor que yo.

Cabe destacar que como novio cambié mucho, me volví todo un caballero. Antes era menos respetuoso, no sabía cómo tratar a una mujer, hasta que Anna llegó a mis brazos. Me formó en el ser que soy: un joven fiel y muy feliz al lado de su novia.

Mi graduación no fue la mejor que digamos, pero fue hermosa. Anna y yo hablábamos antes de la ceremonia. A las 9:30 nos arreglamos y dejamos de platicar para hacerlo e irnos al evento. Mis papás decoraron la casa y me sorprendí. Después de que la escuela nos hubo presentado en la ceremonia, yo estaba jugando en mi Xbox en lo que me festejaban. Llegaron las visitas. Mi madre me había preparado un pastel de dos pisos, muy bueno. Y ese día di por concluida la etapa de la secundaria.


Estos recuerdos de lo que viví son y siempre serán inolvidables. Es hermoso conocer personas que reparen los daños que recibiste por otras. Principalmente encontrar el verdadero amor de tu vida, ya que esa persona hace tu existencia muy alegre.

Cuando estaba en primer grado creí que odiaría la secundaria. Quería cambiarme de escuela, la detesté. Pero, al llegar a segundo, poco a poco empecé a adaptarme a mi nueva familia escolar y a mis amigos. En tercero, ¡ni se diga!: viví genial con mi novia. Todo fue maravilloso hasta que llegó la cuarentena.

En lo personal, considero que no es fácil escribir una crónica, porque no todos tienen muy buena memoria y la habilidad para redactarla. En mi opinión, es nostálgico viajar por los recuerdos del pasado, pero es bonito a la vez, porque llegas y revives mentalmente tus mejores momentos.

Primer semestre de preparatoria (2020)

jueves, 12 de mayo de 2022

Un cambio que marcó mi vida por completo

Gustavo Buruel Delgadillo


Recuerdo esos sentimientos, emociones y expectativas que tenía sobre la secundaria antes de entrar; yo estaba cursando el sexto grado de primaria en el Instituto Patria del Noroeste, nuestros maestros nos preparaban para ello. Algunos de mis amigos ya estaban en esa etapa y decían que era bastante dura y se necesitaba mucha responsabilidad.

Al escuchar estos comentarios yo me llenaba de miedo, pues sabía que la secundaria sería mucho más difícil que la primaria, en especial para mí, pues jamás fui un chico aplicado ni estudioso en la escuela, a diferencia de mis amigos. 

Llegó el último día de clases y era momento de irme de la primaria y regresar como un chico de secundaria. Tomé todos mis libros, me despedí de mis compañeros y maestros y me fui a casa.

Después de dos meses, ¡por fin llegó el día que esperaba! Entré a mi escuela y vi a mis compañeros que tanto extrañaba. Enseguida comenzamos a hablar sobre nuestras vacaciones y acerca de lo que esperábamos de esa nueva etapa que estábamos por comenzar.

Una parte de mí estaba lista para la secundaria, pero otra sabía que añoraría seguir siendo el niño de primaria al que le encantaba platicar todo el día con sus amigos y jugar futbol en los recreos.

Si bien fue un poco difícil el primer año, también fue muy divertido y lleno de buenas experiencias.

Recuerdo que seguíamos en el mes de septiembre cuando participé por primera vez en los honores a la bandera. Yo debía decir el juramento y había estado practicando desde unos días antes, pues siempre me ha dado mucha pena hablar en público, y más frente a cientos de alumnos y maestros. Llegó el día de participar en este acto cívico; cuando terminé de decir mi parte respiré muy hondo y me fui hasta el final de la fila. Creo que no salió tan mal. La verdad, lo esperaba peor.

Pasaron unas semanas, cuando nos hallábamos en el salón de clases y entró el prefecto Víctor. Traía unas pequeñas hojas que repartió a todo el grupo. En estas se decía que debíamos elegir una actividad extracurricular, aunque estuviéramos en algún deporte (como en mi caso). Recuerdo que las opciones eran dibujo, pintura, artes plásticas y rondalla básica. La verdad, no tenía idea de cuál elegir, así que me decidí por rondalla básica, simplemente porque a mi padre le gustaba tocar la guitarra. Pero sinceramente jamás pensé que este instrumento se convertiría en mi pasatiempo favorito.

Cierta vez, nos encontrábamos creo que en el segundo mes de clases y la teacher Ale nos pidió que comenzáramos a leer un libro llamado Wonder. La verdad, nunca fui muy bueno con el inglés; sin embargo, tampoco era un principiante. Sabía que iba a tener problema con algunas palabras, así que comencé a leerlo con anticipación, para poder hacerlo con calma y buscar el significado del vocabulario que no entendiera. Cuando terminamos el libro, la teacher nos hizo un examen acerca de él. Yo estaba muy nervioso, pero al final obtuve un diez.

Se llegó mi primer torneo de intersecundarias de basquetbol. Me parece que era el mes de febrero. Asistimos a la escuela como si fuera un día normal. Nos encontrábamos en la segunda clase, cuando el entrenador interrumpió y le pidió permiso a la maestra para que me retirara del salón y pudiera ir al evento. No recuerdo mucho sobre el torneo y me da gusto no hacerlo. Lo único, que perdimos ambos partidos.

En fin, el resto del año fue un poco aburrido en cuanto a eventos importantes, a excepción del rally escolar. Estábamos en el penúltimo mes de clases y habíamos preparado todo para esa ocasión. Decoramos el salón, hicimos camisetas y creamos un gran cartel muy llamativo. Fue un día increíble.

Cuando terminó el ciclo escolar fue uno de los momentos más difíciles de mi vida, pues sabía que el siguiente año ya no asistiría a esa escuela, así que tendría que despedirme de mis compañeros.

Estábamos en la hora de salida, finalmente. Yo me encontraba con Max y Daniel, quienes eran mis mejores amigos desde pequeño.

ーNuestra última hora de salida juntos ーles comenté.

ーAsí es ーcontestó Max.

Daniel se mostraba un poco triste. Él siempre fue una gran persona. Era sentimental, de buen carácter y le encantaba pasar el tiempo con sus amigos. 

Seguimos platicando por unos minutos más, hasta que mamá llegó por mí.

ーEs hora de irme ーdije con una voz quebrada.

ーTe vamos a extrañar ーellos respondieron.

ーY yo a ustedes.

Los miré unos segundos más, salían unas cuantas lágrimas de mis ojos. Me di la vuelta y me dirigí hacia el carro, pero no pude evitar voltear a verlos una última vez. Entré al auto de mamá con el corazón hecho pedazos.


Una nueva etapa en una nueva escuela


Pasaron las vacaciones. Era momento de entrar al segundo grado de secundaria, pero esta vez en el Instituto Salvatierra.

El inicio de clases fue horrible, ¡en serio, horrible! No tenía ni un solo amigo y las clases me parecieron aburridas. Las únicas personas que conocía eran mis compañeros del equipo de basquetbol, pero ellos entrarían una semana después que yo.

Durante la primera semana no hice ninguna amistad, hasta el último día del curso de inducción, cuando conocí a un niño llamado Álvaro. Y, a pesar de que sabía que no seríamos amigos por mucho tiempo, era bueno contar con alguien con quien platicar.

Llegó el mes de septiembre y yo debía salir a un torneo a la ciudad de Nogales con el equipo de basquetbol. Estaba muy emocionado y nervioso, pues sería mi primera vez que participaría en un evento deportivo fuera de Mexicali. 

El viaje fue increíble. Duró entre siete y ocho horas. Cuando llegamos al hotel hicimos equipos de tres personas por cada habitación. Mis compañeros de cuarto eran Omar y Harim, quienes eran muy buenos amigos míos.

En cuanto al torneo, llegamos hasta la final, pero perdimos.  Todos mis compañeros estaban tristes, pero yo no tanto, pues no había participado mucho en los partidos. Ese día más noche regresamos a Mexicali. Me recogieron mis padres y nos fuimos a casa, y al llegar les conté todo sobre esta experiencia.

Durante los siguientes dos meses no ocurrieron eventos importantes. Todo ese tiempo estuve esperando una sola cosa: Navidad.

Se llegó el 24 de diciembre por fin. Nos juntamos mis tíos, mis tías y mis abuelos en mi casa, igual que todos los años. Hubo comida muy rica, igual que siempre. Cuando terminamos de cenar, nos sentamos todos alrededor del árbol para abrir los regalos.

Yo estaba muy emocionado y ni siquiera sabía por qué, pues no había pedido nada ese año. En fin, nos sentamos todos. Mi madre comenzó a repartir los obsequios uno por uno. Cuando pensé que había terminado, yo era el único sin nada y comenzaba a sentirme triste, hasta que, en un momento, ella gritó mi nombre.

ー¡Este regalo es para Gustavo!

Mi tristeza se transformó en emoción y felicidad, pues era un paquete muy grande, aunque con una forma extraña. Me levanté para tomarlo, y cuando lo abrí me quedé congelado: ¡era una guitarra eléctrica!

¡No podía dejar de mirarla, era muy bonita! Era una guitarra marca Harmony, estilo stratocaster, color naranja amarillento.

Recuerdo que estuve toda la madrugada usándola, hasta que salió el sol. Mis padres me regañaron por no haber dormido, pero la verdad no me arrepentí.

El siguiente mes fue uno de los más emocionantes del año: iba a tener mi primer estatal de basquetbol. Estuvimos entrenando muy duro por varias semanas para eso.

Llegó el día de irnos. Eran como las seis de la mañana y nos reuniríamos todos en la Ciudad Deportiva, para salir hacia Rosarito. Nos subimos al autobús y nos marchamos. Sería uno de los mejores viajes que he tenido.

El torneo fue muy bueno. Resultó difícil, pero llegamos a la final. Jugamos contra otro equipo de Mexicali. Era un partido muy apretado y cualquiera podría ganar; sin embargo, perdimos al final. Estábamos decepcionados y tristes, pero los entrenadores nos llevaron a la playa para que nos sintiéramos mejor.

Al día siguiente regresamos a Mexicali. Mis padres me recogieron en el mismo lugar de donde nos habíamos ido. Me llevaron a comer y les platiqué todo sobre el torneo. Fue una gran experiencia.

El resto del año estuve tratando de adaptarme y hacer amigos, pues era mi primer ciclo escolar en esta escuela. Seguimos saliendo a algunos torneos fuera de la ciudad y en cada uno me sentía más preparado que el anterior.

Al finalizar el ciclo escolar, organizamos una albercada entre todos los alumnos del salón. Nos divertimos mucho. Jugamos, nos tomamos fotos y comimos. Fue un gran día.

Tras las vacaciones de verano regresamos a la escuela, pero ahora éramos alumnos de tercero de secundaria. Esta vez resultó mucho mejor, pues ya tenía muchos amigos, me había adaptado al grupo y haría nuevas amistades.

Los meses de enero y febrero fueron muy interesantes. Hubo dos sucesos muy importantes para mí: 

El primero fue que hice pruebas de basquetbol en el CETYS. Fueron difíciles; sin embargo, me sirvieron mucho. No conseguí nada en esa escuela, pero fue una muy buena experiencia.

Un mes después me presenté a hacer un examen de admisión al Colegio de las Américas. Fue muy importante para mí, pues el entrenador de esa escuela me había invitado a aplicarlo, luego de que vio mi desempeño en un torneo anterior. Él quería que formara parte de la escuela y del equipo.

El examen me pareció muy difícil, pero lo aprobé con setenta aciertos de cien. A comparación de los demás, me había ido bastante bien.

Me ofrecieron una beca del cuarenta por ciento en esa escuela, y era una muy buena opción. Sabía que me convenía cambiarme; pero, después de varias semanas, decidí quedarme en el Instituto Salvatierra.

Siguieron pasando los días y todo iba perfecto. Estábamos por cerrar el ciclo escolar, pero una terrible noticia impactó a todo el mundo: comenzaríamos una cuarentena debido a la pandemia del COVID-19.

Ha sido la peor etapa de mi vida. Recuerdo que los últimos días que pudimos ir a la escuela fueron muy difíciles, pues sabíamos que no nos veríamos en un tiempo ーy lo peor de todo es que la cuarentena duró mucho más de lo que se suponía.

Debido a esto, tuvimos que comenzar las clases en línea. En lo personal, nunca me gustaron, pero era la única manera de poder estar en la escuela.

Terminé mi tercer año de secundaria de ese modo. Fue muy triste estar en la ceremonia de fin de cursos por medio de una videollamada, sobre todo porque se trataba de nuestra graduación. 

Unas semanas después, mis padres me regalaron un piano y debo decir que se ha convertido en una de las actividades más adictivas que he realizado. 

Durante las vacaciones no podía dejar de pensar en el regreso a clase. No quería volver a la escuela por medio de videollamadas y trabajos en línea, pero era lo único que se podría hacer.

Pasé esos dos meses encerrado en mi casa, pensando en cómo sería la preparatoria. Sabía que resultaría más difícil que la secundaria. Debería esforzarme mucho más para tener éxito en los estudios, sobre todo ahora que contaba con una beca que debía cuidar y mantener.

A veces me pregunto por qué tenía que tocarme a mí vivir esto, o más bien, a mi generación. Fue muy difícil adaptarse a este nuevo estilo de vida, pero es lo que nos tocó a nosotros y debíamos aceptarlo y aprender a sobrevivir a ello.

Primer semestre de preparatoria (2020)

Esos fugaces años

Francisco Alejandro Alvarado Gálvez


Tengo varios recuerdos de mi tiempo en la secundaria en el Instituto Salvatierra. Estudié desde el año 2017 hasta el 2020. Pero esos tres años se sintieron como una corta brisa. 

Desde el comienzo la escuela estuvo llena de sorpresas: la primera de ellas fue el cambio de ubicación que el plantel tuvo, dejando el edificio en el que habían estado durante largo tiempo por uno más nuevo y de arquitectura moderna, cuadrada y abierta. 

Esa fue una de las muchas. Otra sorpresa fue un pequeño evento que se había organizado para los alumnos de nuevo ingreso, aunque desafortunadamente el mal clima hizo que se pospusiera y nunca se llevó a cabo. Además de ese evento, se organizaron varios a lo largo del año: las campañas de elección de la preparatoria y ciertos días cuando un carro de hot-dogs aparecía (hasta ahora no se el porqué de esto).

Las campañas de elección de la preparatoria sucedían solo una vez al año, usualmente a mediados y en el transcurso de un mes. Ofrecían comida variada y en ciertas ocasiones juegos mecánicos. Yo los esperaba con ansias cuando los anunciaban y me aseguraba de traer dinero los días en que ocurrían. 

Sumados a este tipo de eventos, también había concursos académicos. Se realizaban dos principales: el concurso de escritura y la feria de ciencias. Ambos sucedían a finales de año, pero los profesores empezaban a prepararnos para la feria desde el inicio de clases.

Yo entré al concurso de escritores durante los dos primeros años de la secundaria. El primero entregué un trabajo inacabado, por falta de tiempo, y perdí; el segundo no volví a ganar, a pesar de haberme esforzado y haber tenido aún más tiempo. Esto ocasionó que no volviera a participar en el tercer año. 

Las ferias, por otro lado, eran obligatorias, y además eran una gran parte de nuestra calificación de ciencias. No avancé de la primera etapa en ninguna ocasión, pero no me importó, pues nunca me gustaron.

En cambio, el evento académico que yo más esperaba eran los viajes de estudio. Sucedían a principios de año y, al igual que las ferias, significaban una gran parte de nuestra calificación. Consistían en una lista de preguntas acerca de un tema específico, las cuales tendríamos que contestar con información que encontráramos en el lugar al que acudiríamos, y en ciertas ocasiones imágenes también. Los lugares a los que recuerdo que fuimos son Sea World y el Museo Aeroespacial de San Diego. 

En los años en que cursé la secundaria yo no era muy sociable, tenía cinco amigos y algunos conocidos de mi grupo. La mayoría de estos los hice en tercer grado y, a pesar de que no ocurrió ningún evento memorable, no los olvidaré fácilmente. 

Otra cosa que no olvidaré son las clases, en especial la de matemáticas del tercer año. La razón es la forma en que el maestro, el profesor Andrade, entraba a dar la clase cada día: siempre decía “Buenos días” en el mismo tono y forma y siempre en el mismo momento que pasaba por la puerta. Esto se volvió un tema de conversación por un corto periodo. 

Además, una persona a la que no olvidaré es el bibliotecario, Luis Carlos. Él se encargaba de todos los concursos escritos y de un programa de lectura que nadie nunca seguía, pues pocas personas traían libros para leer, por lo que los maestros no pensaban que valiera la pena perder una clase para realizarlo. Luis Carlos era amigable y se ocupaba de mantener la biblioteca en orden, sin importar qué o quién. Cada vez que pasaba algo él usualmente se levantaba de su escritorio y le decía a la persona que dejara de hacer eso o, en casos extremos, la sacaba de la biblioteca. 

Esta etapa de mi vida estuvo llena de cambios y nuevas experiencias. Creo que la secundaria habría sido muy diferente si no la hubiera cursado en el Salvatierra. Por eso no olvidaré lo que viví en ese corto periodo, razón por la que estoy agradecido por esos fugaces años. 

Primer semestre de preparatoria (2020) 

Mis tres años

Eric Baruch Alexanderson Chacón


Tengo muchos recuerdos de la secundaria que nunca olvidaré, ya que se han marcado en mi vida y me hacen ser la persona que soy. Lo que me lleva a escribir este texto con felicidad es acordarme de todos esos momentos inolvidables y recordar a mis amigos que estuvieron en las buenas y en las malas.

Me es increíble recapacitar sobre todas esas experiencias de hace uno, dos, tres años y recordarlas como si hubieran pasado ayer. La secundaria fue una época muy divertida de mi vida, cuando aprendí muchísimas cosas

Todavía recuerdo mi primer día de clases en el 2017, cuando era un niño chaparrito y gordito (en el Salva, donde cursé toda mi secundaria). Yo estaba muy nervioso porque era la primera vez que me cambiaba de escuela y dije: ¡Espero y me vaya muy bien! Pero resultó mucho mejor de lo que imaginé, hice muchas amistades rápidamente. También empecé a forjar mis mejores amistades, como Francisco Zapata y Paola Figueroa. En primero me impartieron nuevas materias, como biología, math, etcétera, con profesores a los que tampoco olvidaré, por todo su esfuerzo, como la maestra Lupita Ron y el maestro Rodolfo Núñez.

Aún tengo memorias de primer grado, de ser muy estudioso y bueno para la clase de Ciencias, ya que en ese año le echaba muchas ganas a la escuela. Además, tuve mi primer rally y nos divertimos muchísimo. Conservo muy buenos recuerdos de esas competencias, como cuando estábamos haciendo porras al equipo de banderitas para ganar puntos, entre otras cosas que tuvimos que realizar para mejorar.

En el 2018 salí de primero para entrar a segundo, donde amplié mi círculo social y se fue llenando de nuevas y más fuertes amistades, como Paola, Zapata y Leo Peña. Conocí a mucha gente con la que compartí muy buenos momentos en la escuela, así como en fiestas o reuniones. Académica y conductualmente no le eché muchas ganas, ya que dejé un poco de lado la escuela, pero aun así participé en Tallereando (un tipo de concurso de español) con el profesor Carlos Gutiérrez.

Igualmente participé en la Feria de Ciencias con el tema de la energía a base de imanes; quedé para el concurso, pero no quise ir, sinceramente porque me dio flojera. Como ya dije, académicamente no me fue muy bien. Empecé a socializar mucho más y mi conducta se fue afectando. También me fueron mandando reportes y más alertas de que mi comportamiento iba bajando mucho.

¡En el rally de este año me la pasé increíble! Fueron muchos momentos divertidos, ya que nuestro salón, de segundo B, era muy unido, aunque había unas cuantas disconformidades. Mi grupo hacía todo correcto y nos estaba yendo muy bien, hasta que hubo un desacuerdo que nos impidió quedar unos puestos más arriba. Sin embargo, yo me la pasé muy bien con todos los amigos que estuvieron conmigo compartiendo risas.

Finalmente, se acabó segundo y entré a tercer año, donde pensé que mejoraría en todo, como calificaciones y conducta. Aquí empecé a cerrar mi círculo social y se quedaron las mejores amistades que tendré, que son Zapata, Peña y Omar Barba. Aparte, empecé a formar una relación con Paola, una de las personas que más feliz me han hecho. 

Ese 2019 académicamente no resultó nada ni muy bien ni muy mal. Yo daba lo que podía y me fue regular; lo único que pedía era: “Con que no repruebe”. Empezaron a darme clases nuevos profesores, como la maestra Cecilia Urbalejo y el maestro Alberto Andrade. A lo largo de ese último año de secundaria me la pasé muy bien y me divertí mucho; empecé a ser la persona que soy hoy en día.

En este 2020, en la secundaria, una de las cosas que más resalto, porque de verdad me marcó y nunca olvidaré, fue el retiro de la generación 63. Aquí me pasaron muchos momentos buenos, porque de verdad supe quiénes están para mí y quiénes no. Primero, para ir al rancho Ojai (un lugar muy bonito y aislado, donde se realizó la actividad) nos trasladamos en camión y en una miniván. Paola, Valeria Pérez, el Efraín Romero, el Nicolás Rosales, unas niñas de preparatoria, el profe y yo estábamos en ella; íbamos sacando cura y nos estábamos divirtiendo mucho.

Después, al llegar ahí, cada equipo montó su casa de acampar –por cierto, la mía se destruyó–. Luego, toda la generación se reunió, a hacer actividades en pareja y en equipos, para así unirnos más y disfrutar el momento. Acabando, fuimos a cenar tortas frías, que estaban frías de más. Pero lo mejor llegó a eso de las once de la noche, cuando los profesores y el padre nos reunieron en una fogata. Ahí, gracias al sacerdote, todos pudimos abrir nuestro corazón con las personas que en verdad queremos y amamos. Fueron instantes sumamente felices, emocionales y cómodos. 

Terminando la fogata y varios llantos después, todos nos retiramos a nuestras casas de acampar, donde fue un desastre: la tienda se rompió más, ya que éramos como diez en una casita para cinco; pasamos frío, los profesores nos mandaron a callar varias veces, entre otras cosas. Al siguiente día, una mañana extremadamente helada, nos levantaron para caminar por todo el rancho. Por las bajas temperaturas me enfermé y se me tapó el oído izquierdo.

Gracias a ese retiro pude tener mejor conexión con Paola y algunos más de los que asistieron. Me gustó muchísimo y es una experiencia inolvidable. 

Las clases continuaron, junto con mi dolor inmenso de oído. Después de un mes y medio la molestia continuaba, y, peor aún, había perdido la habilidad de escuchar por completo por dicho oído. Viendo las circunstancias en las que estaba, me dijeron que me harían una fotografía del interior, para ver cómo se encontraba.

Llegó el día de la jersey, una fecha en la que todos tienen que ir con una prensa de ese tipo a la escuela para ganar puntos para el rally. Pero, de la nada, entró Any (una profesora de la escuela) y me dijo que me tenía que ir porque el doctor consideraba que yo necesitaba ser operado de urgencia. La intervención se realizó sin anestesia, ya que el médico no tenía tiempo. Yo estaba a minutos de perder por completo el oído. ¡Esa operación es el dolor más feo, agudo y fuerte que he sentido en mi vida! Nada más me acuerdo y me duele.

Tras esta larga, divertida, emocional y feliz historia, llegó un virus llamado covid-19. Cierta vez de repente nos avisaron que ya no podríamos ir a la escuela presencialmente, y de un día para el otro todo cambió. Nos dijeron que las clases serían por internet y que ya no podríamos ver a nuestros amigos por un tiempo. Al inicio, las clases virtuales fueron un desastre: nadie estaba organizado, no se aprendía igual, etcétera.

Por último, se acercó el día de nuestra graduación y nosotros seguíamos en línea. ¡Qué más hubiera querido que mi graduación de la secundaria con mis amigos! Pero no se pudo, así que se debió realizar por videollamada, en la que estaban los padres, los alumnos, los profesores y la directiva de la escuela.

Acá llega el final de mi secundaria, una época sumamente divertida y feliz. Tengo mil recuerdos, que si los menciono todos faltaría papel para escribir. Nunca olvidaré esta etapa, esos momentos, los amigos, los profesores, que a lo largo de estos tres años me acompañaron. ¡Gracias a todos los que sí fueron verdaderos amigos, que me apoyaron! Y los que no, pues que les vaya bien.

Primer semestre de preparatoria (2022)