Bajo tu luz nada puede pasarme,
incluso si no estás te encuentras presente,
tu graciosa protección calma mi mente
y de noche me haces levantarme.
En tu regazo permíteme sentarme
y saborear el néctar de tus lágrimas
y de tu núcleo espantar a las ánimas
y por fin de este tormento liberarme.
En una conexión psicosomática,
me sana, me acompaña, me protege,
que, como el mar, me ahoga y me sumerge,
poseedor de oscuridad esporádica.
El aire de tu ausencia me duele respirar
y con tu sonrisa brindas salvación,
porque eres digna de mayor adoración,
con orgullo te grito: “¡Ven a mí, astro lunar!”.
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