viernes, 18 de diciembre de 2020

Solo espero que esta pandemia se acabe pronto

Fue el mes de febrero cuando me enteré, a través de mis amigos, de que en Wuhan, China, se habían detectado los primeros casos de COVID-19, un virus que ataca principalmente el sistema respiratorio. Luego escuché en las noticias que este virus se empezó a expandir por todo el mundo, y fue el 17 de marzo de 2020 cuando se identificaron los primeros dos casos en Mexicali. Debido a la cantidad de contagios que se presentaron, entramos en semáforo rojo y tristemente inició la cuarentena.

De inmediato, en casa comenzamos a seguir los protocolos establecidos para cuidarnos del COVID-19. Por ejemplo, antes de entrar nos quitamos los zapatos y los dejamos afuera; después nos cambiamos de ropa o, si es necesario, nos bañamos; si traemos cosas o mandado las limpiamos con desinfectante, y constantemente nos lavamos las manos.

Al pasar la mayor parte del tiempo en casa, empecé a darme cuenta de que tenía la oportunidad de platicar y convivir más con mis papás. Con mi papá no convivo tanto entre semana, porque él sale a trabajar todo el día. Solo lo veo un ratito en las mañanas y en las noches, pero los fines de semana sí aprovechamos y vamos a hacer ejercicio.

A partir del 20 de marzo se suspendieron las clases presenciales en la escuela y empezamos a tomarlas en línea. Todos los días me levanto, me alisto y me conecto al Meet para iniciar con las sesiones. No fue fácil para mí este cambio, ya que tuvimos que aprender rápidamente a usar algunas plataformas nuevas y así poder seguir las actividades.

Antes del COVID-19, mi mamá trabajaba en el Seminario Diocesano de Mexicali, de lunes a viernes. de 9:00 a. m. a 2:00 p. m., pero con la pandemia ella empezó a laborar desde casa. Acomodó un mueble para usarlo como escritorio y tuvo que traer la computadora de la oficina y todo lo que necesitaba.

Después de varios años de estar entrenando natación de lunes a sábado en la Ciudad Deportiva, nos avisaron que el 27 de marzo tendrían que cerrarla para evitar contagios. Como no podíamos ir, mi entrenador nos dirigió ejercicios de piso a través de Zoom, para no perder tanta condición.

Se llegó el mes de junio y salimos de vacaciones de la escuela. Mientras esperaba que pronto volvieran a abrir la Ciudad Deportiva, un tío me prestó la alberca de su casa para nadar un poco. A pesar de lo benéfico para mí, no era lo mismo, porque la suya es una alberca chica comparada con la que entreno.

Luego de un tiempo de estar en el encierro, empecé a sentirme triste, porque extrañaba a mi familia, amigos, profesores, entrenamientos, jugar y, en general, hacer otras actividades, como ir al cine. Soy hijo único y, aunque he estado en casa bien acompañado de mis papás y mi perro Dustin, sí me aburro a veces.

Llegó la fecha de festejar nuestros cumpleaños. El 24 de junio mi mamá celebró aquí en la casa y fue muy diferente a otros años. Estuvo recibiendo regalos de familiares y amigos porque no se pudo hacer la celebración, pero ella la pasó muy feliz.

Mi día, el 2 de agosto, mis papás compraron camisetas iguales para los tres e hicimos una llamada por Zoom con mis primos, tíos y abuelos. Me cantaron el feliz cumpleaños y partí mi pastel. Al terminar la llamada me puse a jugar videojuegos un rato. Después de un par de horas, mis papás me pidieron que saliera y me sorprendieron porque me habían organizado una caravana sorpresa con amigos y familiares. Estuvo muy divertido, pero se sentía raro, porque no podíamos convivir: solo eran saludos y felicitaciones a distancia.

Llegó el mes de noviembre y se acercaba el cumpleaños de mi abuelo, por lo que empezamos a organizarle también una caravana. No se la pudimos ofrecer el mismo día de su aniversario, porque lo habían operado de los ojos. Pero el sábado 7 sí la hicimos y él estuvo muy feliz por tan divertido regalo. Recuerdo que ese fue un día de mucho viento y frio.

El 13 de octubre fue muy especial porque, con el cambio de semáforo por la pandemia, nuevamente abrió la Ciudad Deportiva. No iban a dejar entrar a todos los atletas, así que seleccionaron solo a algunos. Yo fui uno de ellos y me sentí muy feliz al poder nadar de nuevo. A partir de esa fecha volví a entrenar todos los días, de 4:00 a 7:30 p. m.

Debemos salir de casa a las 3:30 de la tarde, para llegar a tiempo a mis entrenamientos. Cuando mi mamá me estaba llevando, el primer día que regresamos, ¡me encontraba tan nervioso y ansioso de nadar otra vez! También me sentí muy contento porque, después de varios meses, al fin iba a ver a mi entrenador y a algunos de mis amigos de la natación.

Hoy, 16 de diciembre, tenemos ya nueve meses de estar en cuarentena y no sabemos por cuánto tiempo más seguiremos así. Este día también recibí una noticia que no me gustó: mi entrenador nos avisó que volvieron a cerrar la Ciudad Deportiva y eso me hizo sentir triste de nuevo.

Lo bueno es que pronto saldremos de vacaciones de la escuela y no me voy a tener que levantar tan temprano. Solo espero que esta pandemia se acabe pronto y así poder realizar todas las cosas que disfrutábamos hacer con nuestros familiares y amigos. Mi familia y yo agradecemos a Dios porque no nos hemos enfermado.

Segundo grado de secundaria, 2020.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario