Ana María Durán Saborit nació el 11 de enero de 1971
en Benjamín Hill, Sonora, el mismo año en el que más adelante ocurriría en la
Ciudad de México la matanza del Jueves de Corpus Christi. Ella llegó a una gran
familia integrada por su padre, José Ángel Durán Méndez, y su madre, Eloísa
Raquel Saborit Gómez, así como su hermano José Ángel, solamente un poco mayor
que ella. Pronto también nacerían sus otros tres hermanos: Judith, Eduardo y
Cecilia.
Su padre era de profesión maquinista y un gran ejemplo
para sus hijos: recto, pero de buen corazón, que le encantaba pasar tiempo a su
lado y hacerlos reír. Su madre siempre fue una ama de casa cariñosa y comprensiva
con ellos, aunque sí les educaba valores importantes con seriedad.
Desde temprana edad a Ana María le gustaba bailar, la
música, la oratoria y se le inculcó un gran amor hacia la naturaleza. Sus
diplomas y boletas de calificaciones de primaria y secundaria muestran que era
una niña bastante estudiosa y aplicada. En la escuela fue muy sociable, como
ella me dijo: “Me gustaba mucho ayudar a las demás personas y hacerlas reír,
sin quitar mi concentración en estudiar”.
Como se aprecia en una foto escolar, vivió una niñez
bastante normal y feliz, al lado de sus amigos y su familia. Pero de pronto
todo eso cambió, cuando terminó la secundaria: precisó emigrar hacia Mexicali
por motivos de estudio, por lo que tuvo que despedirse de su hogar natal para residir
con sus tíos en la mencionada ciudad.
Ingresó a la preparatoria del Instituto Salvatierra en
1985, justo el año del aniversario número treinta de su fundación. Al entrar
estaba nerviosa, puesto que era un nuevo entorno para ella, por lo que debió
adaptarse y hacer nuevas amistades, divertirse y seguir estudiando.
Se inscribió en la UABC en 1988, en el área de
ingeniería, y conoció a una persona que posteriormente sería de vital importancia
en su vida: Ramón Cibrián. Tras haberse conocido en el salón de clases, porque
estudiaban la misma carrera, empezaron a ser grandes amigos. “Fue amor a
primera vista”, comenta él. “Aunque en ese momento no lo haríamos evidente,
había una chispa entre los dos”.
Luego empezaron a salir. Tenían amigos en común,
pasaban el tiempo después de clases; compartían muchas cosas y pronto darían un
gran paso en sus vidas…
Después sucedió un evento muy peculiar, pero a la vez
emocionante en su familia: la madre de Ana, al ver que tres de sus cinco hijos
habían emigrado hacia Mexicali y habían prosperado aquí, decidió también mudarse, trayendo consigo a los otros
dos hermanos que quedaban en Benjamín Hill. Eso le permitió estar más cerca y
en contacto con ellos.
Ana María siguió estudiando arduamente y obtuvo su
primer trabajo en la Secretaría de Salud en 1992. Esto la ayudaría para
adquirir experiencia profesional y ganar más confianza en sí misma y en sus
capacidades.
Posteriormente, ella y su pareja se decidieron y por
fin se casaron, en mayo de 1999, por lo civil y la religión (ya que comparten
las mismas creencias).
Ambos empezaron a vivir en una casita juntos, muy
cerca de sus recién mudados padres, y fueron felices hasta cierto punto. Pero,
con el nacimiento de su primer hijo, Íker, en 2007, optaron por mudarse a una
casa más grande, en la que aún residen.
A continuación nació su segundo hijo, Aldo, en 2009. En
el mismo año en que ella conseguiría un mejor trabajo en la industria de
manufactura de dispositivos médicos (2010), un terrible terremoto de 7.2 grados
azotó la ciudad de Mexicali y sus alrededores; pero no pasó nada grave que ella
y su esposo no pudieran superar.
Aunque al principio los rumores de un supuesto virus a
finales del año de 2019 no la preocuparon tanto, ahora, en la actualidad, sabe
que debe acostumbrarse a la nueva normalidad y trabajar y hacer lo posible para
seguir manteniendo a su familia junto a su marido. Aunque esté en las peores
situaciones y adversidades que le lance la vida, ella se levantará y buscará lo
mejor para sus seres queridos, porque es una persona que se mantiene positiva y
perseverante.
En la actualidad, Ana se ha dedicado al servicio de su trabajo y su familia. En sus labores le ha ido bastante bien, subiendo de rango y siendo una pieza importante en su área. Asimismo, también tiene el tiempo suficiente para convivir con sus seres queridos y pasarla de lo mejor.
Segundo grado de secundaria, 2021.
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