Una
hermosa mañana en la ciudad de Mexicali, saltaba de alegría una niñita rumbo a
la escuela. Su nombre era Teresa, de 8 años de edad; estudiaba tercer grado en
la primaria Leona Vicario.
Teresa
tenía un deseo muy especial. Su deseo era que nevara en la ciudad y que los
ciudadanos contentos salieran con sus familias a disfrutar de ese momento, que
podía ser único en Mexicali.
Los
maestros y sus compañeros le decían que era “una soñadora”, que eso era
imposible, disminuyendo sus esperanzas de hacer posible su deseo.
Saliendo
de la escuela, Teresa se encontró con un ser raro, color verde, que podía
flotar; era lo más parecido a un espíritu. El espíritu le dijo:
—Hola,
soy Zayak y vengo a cumplirte tu deseo.
Teresa,
paralizada, le contestó:
—¿Por
qué me escogiste a mí?
—Porque
tu deseo no solo te beneficiará a ti, sino a toda la comunidad —le respondió
Zayak.
De
repente empezó a nublarse y más tarde a nevar. La gente salía de sus casas,
pero no tenían la misma expresión en el rostro que Teresa: estaban aterrados.
Teresa se las tuvo que ingeniar para hacer que todos reaccionaran y comprendieran
que su deseo era darles felicidad, no aterrarlos.
Escaló
el cerro del Centinela en una parte donde todos la pudieran ver. A unos diez
metros del piso empezó a gritar: “¡Damas y caballeros! ¡Hoy escalé el cerro
para decirles que yo le pedí el deseo de
que nevara a un ser mágico! ¡No era mi intención aterrarlos!”.
La
gente empezó a gritar que era una loca, que no era posible la existencia de un
ser mágico. Teresa empezó a llorar y con la voz corta expresó: “¡Créanme, no
estoy mintiendo!”.
De
repente apareció Zayak. Todos se asombraron, porque lo que aseguró la niña no
era mentira. Y Zayak les dijo: “Ciudadanos, Teresa me pidió este deseo con la
intención de que disfruten la nevada con sus familias”.
La
gente reflexionó y empezó a divertirse en familia, jugando con la nieve. Y para
muchos algo espectacular fue cómo se veía el hermoso cerro del Centinela
cubierto de blanco. Fue un día histórico que jamás se debe olvidar.
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