Aidan Ismael Castro Caldera y Karen Patricia Esquivel Ferro
Personajes
- Lin, 35 años.
- Iván, 41 años. De ascendencia rusa. Fuerte, alto, cruel. Con cicatrices.
- Juan niño, 5 años. Inocente. Tierno.
- Juan adolescente, 17 años. Fuerte. De baja estatura. Con cicatrices.
- Hiroshi, 30 años. Japonés. Fuerte y cruel.
- Martita, 60 años. Amable y de rasgos gentiles.
ACTO ÚNICO
Todo es un recuerdo, excepto Lin. Ella está en el centro del escenario, vestida de negro, con ropa elegante pero desgastada; se ve cansada, tiene ojeras y está algo despeinada. En el fondo hay una casa vieja, con las ventanas rotas, cuervos en el techo y flores muertas en el jardín. Lin habla.
Teníamos una casa
bonita. Iván y yo la pintamos cuando éramos recién casados. (Recordando) Hace unos… ¿diez, quince
años? (Cuenta con los dedos. Sorprendida)
¡Veinte años! ¿Me creerías si te dijera que esta casa tiene veinte años apenas?
(Voltea a ver la casa) Yo no lo
creería. (Pausa) Teníamos una casa
bonita, y una familia bonita, y una vida bonita… No éramos malas personas: nos
hicieron así. (Pausa. Melancólica) Mi
mamá siempre sabía cuando algo andaba mal conmigo. Cuando recién me casé, ella
me dijo que mi esposo le daba mala espina… Ella siempre tenía razón. Me notó
distanciada y me advirtió una última vez que esto no acabaría bien. (Risa nerviosa) Creo que la decepcioné.
No he vuelto a saber de ella. Poco después tuve a mi hijo. ¡Ay, era una cosita
así! (Simula con las manos que está
cargando a un bebé recién nacido) Con sus cachetes rojitos y sus ojitos
cerrados… A veces despierto y no puedo creer que estoy viendo al mismo bebé de
hace dieciocho años.
Juan niño entra a escena corriendo, y abraza a Lin por las piernas. Ella no parece darse cuenta. Sigue hablando.
Las cosas nunca
estuvieron del todo bien, pero yo no sabía que se podían poner peor. Juan, mi
niño, apenas estaba en primero de primaria… ¿Qué culpa tiene un niño de que sus
papás estén tan jodidos? Empezó a faltar mucho a la escuela… Obviamente,
hubiera preferido que no fuera así, pero a veces simplemente no teníamos manera
de llevarlo. Iván tenía… (suspiro)
Iván tenía más problemas de los que podía sobrellevar. ¡Dios, tenía más
problemas de los que nadie podría sobrellevar! (Melancolía y empatía) No lo culpo por lo que me hizo. Nunca lo
culparía. Soy su esposa, ¿no? Debería estar ahí para él, especialmente en los
momentos en los que estaba estresado o molesto…
Iván entra a escena despacio, mientras Lin habla. Se para justo detrás de ella. Lin continúa hablando después de una pausa. Con monotonía.
Aunque, después
de todo lo que ha pasado, ya no siento nada cuando me acuerdo de lo que me
hizo. (Suspira) Yo me hacía cargo del
niño todo el día, y él estaba afuera trabajando… Llegaba a deshoras, fuera de
sí… No era él. Ese hombre que llegaba en el cuerpo de mi esposo y me hacía
sufrir todas las noches no era el mismo con el que me casé.
Iván toma a Lin del brazo bruscamente, pero ella se libera y avanza unos pasos.
Tal vez nosotros
tuvimos la culpa. Tal vez yo me lo busqué, al meterme con él en negocios tan
oscuros. (Explicándose) Yo era joven
y pobre; él tenía dinero fácil, y yo podía tenerlo también. (Se le quiebra la voz) Yo quería ayudar,
no solo ser su protegida o un peso muerto que él tuviera que cargar. Yo hacía
el producto, él lo vendía a sus contactos. Y yo… (culpable, pero sonriente) yo me sentía soñada. Me sentía
protagonista de una novela de acción, de mi propia historia de rebeldía y de
ser más lista que el gobierno. (Pausa)
Tratábamos de no involucrar a Juan en todo esto, pero mi niño nunca fue tonto.
Él sabía que algo andaba mal. Él ya no lo recuerda, porque era muy pequeño
cuando nos fuimos. Él ya no recuerda los únicos años de su vida que pasó sin
preocupaciones: los verdaderos problemas en nuestra vida empezaron cuando
cruzamos la frontera. (Molesta,
recordando) Esa fue la primera vez que estuve en desacuerdo con Iván. Yo no
estaba dispuesta a dejar mi hogar, pero finalmente me convenció de irnos a
Estados Unidos… (Melancólica) Después
de todo, mi hogar era donde estaba él.
Iván le toma la mano y trata de moverla de su lugar, pero ella se libera una vez más, y procede a seguir contando su historia.
No había pasado
mucho tiempo desde que vivimos allá, cuando conocí a la raíz de todos mis
problemas: (con desprecio) el
japonés.
Hiroshi entra al escenario con cara de maldito y se pone a platicar cosas ininteligibles con Iván, detrás de Lin.
Supuse que era
bueno que Iván tuviera un amigo, porque siempre estaba trabajando y apenas
tenía tiempo libre. Pero yo estaba equivocada: ese hombre no era su amigo, ni
mío. (Pausa. Explicando) En el
negocio de las drogas, hasta el más pequeño error es cobrado con un precio muy
alto. Cualquier equivocación, por más mínima que sea, es fatal. Se podría decir
que tuve suerte. (Enojada) Eso me
dijo él. (Enojada, subiendo el tono)
¿Realmente es afortunado que te viole un desconocido y que tu esposo no haga
nada? ¿Realmente es más afortunado eso a morir? (Se calma) Juan se daba cuenta de todo, y, aunque no lo parecía,
eso le estaba afectando. (Señalando la obviedad) ¿Cómo no podría afectarle el
hecho de que su familia estuviera hecha pedazos, y sus padres hundidos hasta el
cuello en el narco?
Juan niño empieza a llorar, y le jala la orilla del vestido a Lin. Ella no se inmuta. Entra Martita, le toma la mano a Lin y le pregunta si está bien. Lin no la ve.
Sólo una persona
parecía darse cuenta de lo que estaba pasando, y trató de ayudarme. Pero yo no
podía decirle nada. Era la psicóloga de la escuela de Juan, y decirle a ella
era decirle a todo el mundo los crímenes que habíamos cometido. Ni siquiera su
cara amable y sus palabras bonitas me hicieron confesar. (Fríamente) No podía permitirme que me quitaran a mi esposo y a mi
hijo.
Martita sale del escenario, decepcionada. Cuando se va, Juan niño llora más y estira su mano hacia ella, en un intento de decirle que no se vaya. Ella lo ignora.
(Con desprecio) Hiroshi, el maldito japonés, a veces me daba
regalos. ¡Regalos! Mediocres regalos, ¿a cambio de qué? (Muy enojada) Ese hombre no tenía nada de vergüenza, llegó para
arruinar mi vida, eso lo sé. Estaba desesperada, y me empezaba a quedar sin
opciones. (Sarcástica) Hasta mi
última opción, la más sagrada, me falló. Ni siquiera Dios pudo arreglar los
pedazos rotos de vida que me quedaban. (Suspira)
Fui a misa con Juan en varias ocasiones. Esperaba que alguna bendición nos
cayera, que algún milagro nos salvara a mi bebé y a mí de vivir con un enfermo
y con mi esposo, a quien yo a duras penas reconocía después de todo lo que
había pasado. ¿Qué más podía hacer? Uno recurre a los santos y a lo que no
puede ver cuando lo que puede ver se vuelve muy difícil de controlar.
Juan niño sale de escena mientras Lin habla.
A veces me
preguntaba… ¿estaría mejor muerta? Mi vida estaba arruinada. Mi hijo crecía y
se volvía cada vez más distante, cada vez más como su padre. ¿Acabaría igual? (Pausa) Y el japonés, que no se iba.
Parecía que las cosas en mi familia no podían estar peor, y luego llegaba él. (Irónica) El japonés me enseñó que las
cosas siempre pueden empeorar, sin importar cómo estén.
Juan adolescente entra a escena mientras Lin dice lo siguiente):
(Desesperada) Yo sólo quería una familia unida. Una familia
normal. Una vida feliz. ¿Y qué es lo que obtuve? (Pausa) Eventualmente, perdí a lo único bueno que tenía. Los niños
crecen. La infancia termina. La inocencia se agota. Y mi bebé se convirtió en
un monstruo: un monstruo igual a su padre.
En el fondo ocurre una pelea: Juan adolescente golpea a Hiroshi, y lo empuja retándolo a que se vaya, pero sin decir nada. Iván trata de detener a Juan, pero él lo empuja y luego continúa golpeando a Hiroshi hasta dejarlo en el suelo. Iván se queda perplejo, Juan se queda parado, victorioso. Hiroshi sangra en el suelo).
Sí, Juan me
liberó del japonés. Pero en ese momento, al ver lo que mi hijo había hecho… en
ese momento me di cuenta de que mi hijo era tan capaz como Iván y el japonés de
hacer daño. De lastimar.
Iván y Juan sacan al cuerpo inerte de Hiroshi de escena, y luego regresan mientras Lin habla.
(Melancólica) Después de lo que ocurrió, finalmente
regresamos a México. (Cansada) Déjame
decirte algo: muchas veces, lo que quieres no es realmente lo que necesitas. Yo
quería volver a México. Yo quería librarme del japonés. No me daba cuenta de
que todo estaba mal desde el principio, y que esos eran, en realidad, problemas
insignificantes en mi vida insignificante.
Iván y Juan meten a escena la estructura metálica de una cama, y la colocan de forma horizontal en el centro, detrás de donde se encuentra Lin.
A final de
cuentas, tenía dos monstruos en la familia: uno peor que el otro.
Iván se coloca de un lado de la cama, y Juan del otro. Se recargan en ella sin voltear a verse.
(Suspira) Supongo que no me puedo quejar: todo lo que
quería se cumplió, pero de la forma más retorcida que puedo imaginar. Regresé a
mi hogar. El japonés se fue. Mi hijo cada vez se llevaba mejor con su padre.
Todo estaba, en teoría, bien para ellos. Éramos una familia unida, ¿cierto?
Iván y Juan se acercan a Lin despacio mientras ella habla.
Todo me parecía
perfecto, hasta el día en que ambos me hicieron lo mismo que el japonés.
Iván y Juan la toman bruscamente cada uno de un brazo, y la jalan hacia la estructura de la cama.
Oscuro.
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