jueves, 11 de agosto de 2016

En las cabañas


José Ángel Reyna Carrera

Hace once días miré a una muchacha. Era hermosa, muy hermosa. Claro, y por supuesto, me enamoré. Su nombre, por lo que alcancé a escuchar, era Susana. Ella y sus amigos supongo que venían a acampar y pasarse un buen rato en las cabañas donde vivíamos mis primos y yo.

Creo que cuando llegaron no fue mucho de su agrado el lugar, pues su aspecto es desagradable, la verdad. Aparte, lo peor fue que el clima se puso muy feo, y mejor se refugiaron. ¿Saben? Entonces nunca me imaginé que mis primos se iban a enojar tanto porque unos desconocidos entraron a sus cabañas.

Los amigos pasaron la noche ahí, hombres y mujeres separados, claro. No sé si durmieron bien el pequeño rato que estuvieron, ya que uno de mis primos quería jugarles una obra, o al menos eso pensaba yo. Dos de los tipos, que, si mal no recuerdo, se llamaban Allan y Guillermo, salieron buscando divertirse. Pero mi primo agarró a esos dos pobres muchachos y los asesinó sin dudarlo.

Supongo que todos escucharon los gritos y por eso fue que se levantaron. Miré cómo Susana y sus amigas lloraban; también las escuché gritar: "¡Daniel, Andrés, Javier, Ulises. nos queremos ir! ¡Por favor!". Otro primo mío empezó a hacer ruidos extraños, sonidos que pusieron a los muchachos con los pelos de punta y los hicieron salir corriendo.

En la cabaña solo decían: "Llama a la policía", "Tengo miedo"... Solo me di cuenta de que, cuando uno de mis primos entró y apagó las luces, todos se quedaron callados. Pensaba que a mis primos ya les había bastado con matar a dos personas, pero no: las siguientes fueron dos chicas, una llamada Alejandra y la otra Ana. A ellas no las mataron ahí, sino que se las llevaron a otro lugar.

Escuché cómo los amigos gritaban, cómo seguían llorando. Se querían largar de ese lugar. Miraba a Susana cómo abrazaba a Daniel, y me ponía celoso. 

Después de unas horas, se tranquilizaron. Mis primos ya no volvieron a hacer nada y todo estuvo muy tranquilo hasta la mañana. Cuando los muchachos despertaron, lo primero que hicieron fue agarrar todas sus cosas e irse de ese tenebroso lugar. Miré cómo se marchaban. Fue la última vez que vi a Susana.

Ahora solo miro cómo mis primos asustan a la gente que viene a acampar. ¿Pero yo qué puedo hacer? Mis primos no existen y yo tampoco existo…

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