martes, 2 de agosto de 2016

Semana de inducción

Alejandro Carrillo Villalobos

“Hoy fue el último día de clases”, dice un recado que nos han mandado, todos animados, alegrados y sorprendidos por el suceso. Justo entra el prefecto y comienza a llamar a alumnos. Me mencionan, tomo el papel y lo leo: “Ha sido seleccionado para ser tutor”. Me sorprendo.

Después de haber ido a cursos para ser asesor, y haber tenido vacaciones de verano, el 12 de septiembre de 2013 inicia la semana de inducción para los alumnos de nuevo ingreso. Llego a la escuela el día lunes, me siento en una banca y espero a que nos den indicaciones.

Nos asignan un salón y un grupo de alumnos. Ellos se presentan y nosotros hacemos lo mismo. El maestro encargado nos da unos ejercicios y ellos los resuelven, a veces me piden apoyo, o a veces solo responden sin dudas. 

Nos dan un receso a las tutores y se realiza una junta. Preguntan cómo nos sentimos y cómo nos ha ido. Explican a todos lo que se estará haciendo durante la semana; nos entregan una guía para saber qué respuestas de los ejercicios son las correctas, y de esa manera nosotros poder apoyarlos en lo que no entiendan.

El miércoles iniciamos como siempre, saludándonos y esperando a que nos den el ejercicio. Cuando nos lo dan y los alumnos empiezan a resolverlo, comienzan las dudas. Pregunta tras pregunta, las resuelvo. 

Pero llega esa duda que no puedo resolver, tan sencilla pero que en esos momentos me es imposible de contestar. La pregunta es: “Resuelve las siguientes multiplicaciones de fracciones”. Algo tan sencillo, y no lo puedo resolver, dejándome con la única opción de preguntarle al profe.

Es jueves. Las preguntas o dudas de los alumnos de nuevo ingreso disminuyen conforme más le entienden al tema. Todo pasa rápido, sin problemas. Tenemos la última junta y nos dicen lo que habrá el viernes: un festejo.

En la salida platicamos un poco con los alumnos de nuevo ingreso, haciendo chistes y hablando de nosotros. De repente nos llaman al salón 3 a los tutores y vamos de inmediato. Nos explican la razón de por qué nos hablan.

Dicen que nos harán un examen pequeño sobre lo que pensamos de los niños. Se incluyen preguntas como: “¿Presentan problemas al resolver ejercicios o al comunicarse con sus compañeros?”, “¿Cuál es su nombre?”.

Empiezo a escribir, poniendo datos que creo que caracterizan a cada uno, como: “Luis A.: platicador, no presenta problemas”. O: “Cristóbal, no platica y trabaja”. Al terminar nos dicen que nos veremos el lunes y que si queremos podemos venir el viernes a festejar.

El viernes, en el festejo, instalan una brincolina de agua y puestos de comidas. Nos divertimos jugando sóccer y básquet con los alumnos de nuevo ingreso. Al final nos despedimos y nos vamos a casa. 


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