viernes, 13 de mayo de 2022

Calmécac: una etapa totalmente inesperada

Iker Paul Castro Rebatet


Siempre había estudiado en el Colegio Bilingüe Británico, una escuela pequeña, pero con gran educación (actualmente la primaria ya no existe, pero sí el legendario castillo del preescolar).

Mi vida cambió totalmente al entrar a la secundaria. Quería estudiar en la Técnica 4, pero mi mamá quiso una mejor escuela para mí; por eso me metió al Colegio Bilingüe Calmécac, donde pasé toda la secundaria. Lo que viví fue sorprendente.

Entré a mi curso de inducción. Me sentí extraño, los brazos me temblaban, quería irme a casa. Al escuchar los pasos del profesor, los pelos se me pusieron de punta, pero me relajé. Sentía que tenía las fuerzas, pero no las ganas. 

Mi primer día fue interesante, respondía todo lo que el maestro decía. Empezó a explicar un tema: jerarquía de operaciones. El profesor iba a explicar cuando yo interrumpí diciendo que el orden de jerarquía era: paréntesis, exponentes, multiplicación, división, suma y resta. El profe en broma me preguntó si quería responderlo. Yo nervioso lo negué.

Primer grado no fue lo mejor que digamos; al menos conseguí a mi primer amigo en el primer día del curso de inducción, Mauricio Verdugo. Ese año tuvo sus momentos buenos y a la vez sus momentos malos. Al entrar conocí a nuevas amistades, pero en mi salón había un viejo enemigo desde la primaria, lo cual es otra historia. 

Mi grupo siempre fue unido, solo que sentía que a veces me excluían. Llegó un momento en el que pensé en decirle a mi mamá que me moviera a otra escuela, pero resistí y no quise. Permanecí con las personas que más quería, amigos de verdad. 

Antes de la secundaria, yo ya tocaba un poco de piano y estudié unas clases de batería que, la verdad, no me enseñaron nada. Al entrar a la secundaria, conocí la materia de Artes, en la que el alumno elegía una disciplina y lo metían a esa clase. Como vi a compañeros que entraron a música (ya que yo estaba en teatro), pues me motivaron a tocar la guitarra también. Fue así que empecé a interpretar canciones. Yo estaba fascinado con los eventos de la escuela en los que tocaban música. Descubrí que esa es mi pasión e inicié con canciones como “Piratas del Caribe”, “Back in Black”, etcétera.


Segundo de secundaria fue totalmente loco, pues me habían asignado un grupo con grandes compañeros y gente nueva. En ese salón estaba una chica que yo ya había visto, pero nunca le hablé; pensé que no lo haría. Aquella chica es muy bonita. Se volvió mi amiga, mi mejor amiga, era de alto valor para mí. Su nombre es Anna Farfán. 

A mediados de noviembre me enamoré de ella, solo que antes de que me gustara el asunto para mí ya era complicado. Por el mes de octubre, me había mandado mensaje una chica de nuevo ingreso; quería ser mi amiga. Por ser buena onda, acepté, pero lo que yo no sabía era que le atraía.

Lo curioso es que yo también le gustaba a Anna en ese entonces, pero ella estaba desilusionada, así que se fue con Mauricio. ¡Ellos se veían tan felices! No quise intervenir, así que mantuve el dolor escondido. 

Yo iba a tocar en un concierto en diciembre, al que invité a la chica de nuevo ingreso que anteriormente mencioné; su nombre es Brianna Sánchez. Ella se ilusionó, pensando que sería la única, pero no era cierto: invité a varios amigos. 

Entonces se inició un chisme y viví mi peor San Valentín. Febrero, en vez de ser un mes de amor y amistad, fue de tristeza y dolor. Obviamente lo oculté, ya que en ese mes fue cuando empecé a ver a Anna y a Mauricio juntos. Resultó trágico para mí: me seguían enfadando con Brianna, vi a mis grandes amigos juntos. De tanto que me enfadaban con ella, llegó un momento en el que me enojé y llegué a golpear a un compañero para que se callara.

Sin embargo, marzo fue un mes de recuperación y alegría, ya que por fin dejaron de echarme carrilla con Brianna y Anna dejó a Mauricio, porque a él le daba vergüenza que los vieran juntos. Entonces yo me apegué a Anna y nos convertimos, así, en amigos del alma. De esa manera transcurrió el resto del ciclo escolar.

El último día de segundo grado fue maravilloso: lo pasé pegado a Anna. Era un rally, acuático. Participé en varias actividades en las que ella me animó, provocando mis victorias. Desde antes yo le prestaba mi reloj, pero ese día lo usó todo el tiempo; literalmente, cuidó todas mis pertenencias. 

Decidí invitarla a mi cumpleaños. Ella quiso ir, pero no fue porque se enteró de que sería la única chica ーya que las otras amigas a las que había invitado no podrían asistirー y pensó que no le haría caso.

El 24 de agosto una amiga de ambos, llamada Alexandra Rábago, nos invitó a su cumpleaños. Llegaron varios amigos, los cuales eran muy unidos a mí. Jugamos en una Wii U Mario Party 10. Mientras pasaba la partida, llegó Anna. Quería verse bien con la intención de llamar mi atención, y así lo hizo. ¡Mi corazón latía con ganas! Pasé todo el día a su lado, parecíamos novios. 

Cayó la noche. Todos mis amigos se habían ido, yo era el único varón que quedaba. Las chicas me invitaron a subir. Acepté, al cabo estaba pegadito a Anna. Fuimos al cuarto de Alexandra a ver unos videos. Todo eso era una trampa de las chicas ideada por Anna, quien quería el apoyo de ellas para hacerme revelar si me gustaba, mediante un interrogatorio. Pero, como yo crecí con mucha resistencia, logré engañarlas a todas, dando pruebas de que no me atraía, cuando la realidad era lo contrario. 

Anna y yo habíamos quedado en que me daría un abrazo por mi cumpleaños y me lo dio en esa fiesta. ¡Nunca me había sentido tan enamorado!

El martes 27 de agosto de 2019, a las 7:30, llegué a casa, de mis clases de música. En cuanto entré me sonó el teléfono. Eran mensajes de Anna. Decía que había ido a la plaza San Pedro y se sintió sola al ver tantas parejas (comentario que yo había hecho antes, al hablar con mis amigos). Mensajeamos como por media hora o una hora completa.

Después hablamos, ya que aún no entrábamos a la escuela. Los dos, sorprendidos por enterarnos de que alguien nos gustaba, empezamos a jugar.

—¿Así que te gusta alguien, eh? —preguntó Anna.

—Creo que sí —le respondí. Y le propuse—: Juguemos a algo. Vamos a hacernos preguntas y ya averiguaremos quién nos gusta.

Ella aceptó. 

—Yo empiezo —le dije—... ¿El chico que te gusta es gracioso?

—Sí —respondió—... ¿La chica que te gusta está en el grupo? —preguntó.

— Así es —respondí. 

Y de esa manera nos hicimos más preguntas, hasta que Anna confesó: —Iker, me gustas tú.

Yo, con el corazón al borde de salírseme, también confesé: —Anna, tú me gustas a mí.

Ambos con los latidos muy fuertes nos quedamos callados un rato.

—Ahora que me has dado el valor y las agallas —dije, lleno de nervios—... Anna… ¿quieres ser mi novia? —pregunté. 

—Sí —contestó tras unos segundos, con el corazón muy nervioso.

—¡Te amo! —respondí unos instantes después por la alegría y las lágrimas.

De esa manera, el martes 27 de agosto de 2019, a las nueve de la noche, me convertí en el novio de la bella Anna.

Así como viví una historia en segundo grado con la que inicié mi relación con Anna, también cambié en música, pues en mi cumpleaños número trece me regalaron mi actual guitarra eléctrica. 

En noviembre, mis gustos musicales cambiaron: recibí gran influencia de Queen y me empezó a gustar ese estilo musical. No fue hasta enero cuando tuve la voluntad de aprenderme mi primer solo: “Bohemian Rhapsody”. Logré aprenderlo y después pude tocar mucho más fácilmente las cosas que vivía pegado a esa banda.


Tercer año de secundaria fue hermoso mientras transcurrió en forma presencial. Me sentí sorprendido, porque casi todos mis compañeros del grupo eran amigos míos y estaba mi novia también. Pensé que tercero sería el ciclo escolar perfecto. 

Me cambié de teatro a música en Artes y entrando me convertí en el número uno en la guitarra eléctrica, tocando las canciones de mi gusto. En la batería empecé a interpretar paradiddles, que es básicamente tocar tambores “a lo loco”, en buen tiempo y calidad de sonido. Con la guitarra comencé a ejecutar riffs y solos más complicados, como los de Guns n’ Roses. Empecé a mejorar técnicas en el bajo, a pesar de que no lo tenía. En el piano no hubo mucho cambio, pero avancé mucho en tan solo dos años, de primero a tercero (según mi  familia y mis amigos).

No todo fue felicidad y alegría, pues el COVID-19 llegó a Mexicali y quedamos en cuarentena. El confinamiento inició. No me afectó mucho, porque es raro que mi familia salga de casa, así que hablaba con mi novia de lo que nos extrañábamos tanto. Llegaron las clases virtuales. Todos estábamos confundidos, pero le agarramos la onda fácil. Las clases ahí no eran la gran cosa.

Como es de suponer, durante la cuarentena estuve y he estado separado del amor de mi vida. He pasado mucho dolor porque, a pesar de que nos vemos virtualmente, solo nos hemos visto presencialmente cinco veces. La extraño mucho.

Uno de mis mayores temores era no estar con mis amigos y mi novia. Todos los días, a pesar de que yo me encontraba feliz o algo así por el estilo, no me sentía así cada vez que hablaban del tema de la prepa. Me ponía muy nervioso, no hablaba, literalmente no quería saber NADA del tema. Encima de eso, el 20 de mayo falleció mi abuelo. Hubo llantos muy feos. Ahora tenía tres problemas enormes. Por eso en mis clases virtuales no era el mismo. Pero logré superarlo todo, excepto que sigo extrañando a mi novia. Mi abuelo me apoyará siempre desde el cielo —y aquí en el Salvatierra quedé con un viejo amigo de la primaria, Cedric Cabrera.

Mi vida como novio ha sido hermosa, a pesar de que durante la mitad de mi relación ni mi novia ni yo hemos estado juntos por el COVID-19. Tuve momentos hermosos, como nuestros primeros besos, la primera cita. Anna es el único ser digno de poseer mi corazón. Es una chica joven, de cabello muy claro, un poco güero, ojos color miel, piel blanca, labios rojizos… ¡una chica muy hermosa! Ella proviene de la Ciudad de México, ciudad de donde viene mi mamá. Es un año mayor que yo.

Cabe destacar que como novio cambié mucho, me volví todo un caballero. Antes era menos respetuoso, no sabía cómo tratar a una mujer, hasta que Anna llegó a mis brazos. Me formó en el ser que soy: un joven fiel y muy feliz al lado de su novia.

Mi graduación no fue la mejor que digamos, pero fue hermosa. Anna y yo hablábamos antes de la ceremonia. A las 9:30 nos arreglamos y dejamos de platicar para hacerlo e irnos al evento. Mis papás decoraron la casa y me sorprendí. Después de que la escuela nos hubo presentado en la ceremonia, yo estaba jugando en mi Xbox en lo que me festejaban. Llegaron las visitas. Mi madre me había preparado un pastel de dos pisos, muy bueno. Y ese día di por concluida la etapa de la secundaria.


Estos recuerdos de lo que viví son y siempre serán inolvidables. Es hermoso conocer personas que reparen los daños que recibiste por otras. Principalmente encontrar el verdadero amor de tu vida, ya que esa persona hace tu existencia muy alegre.

Cuando estaba en primer grado creí que odiaría la secundaria. Quería cambiarme de escuela, la detesté. Pero, al llegar a segundo, poco a poco empecé a adaptarme a mi nueva familia escolar y a mis amigos. En tercero, ¡ni se diga!: viví genial con mi novia. Todo fue maravilloso hasta que llegó la cuarentena.

En lo personal, considero que no es fácil escribir una crónica, porque no todos tienen muy buena memoria y la habilidad para redactarla. En mi opinión, es nostálgico viajar por los recuerdos del pasado, pero es bonito a la vez, porque llegas y revives mentalmente tus mejores momentos.

Primer semestre de preparatoria (2020)

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