jueves, 12 de mayo de 2022

Un viaje de oportunidades

Aarón Niebla Estrada


Dentro de mis memorias se encuentra cuando entré al taekwondo, ya que, después de todo, ese día estuvo lleno de sorpresas.

Todo empezó conmigo recostado en el sillón, hablando con mi tío que se encontraba cuidándonos ese día. De repente, el teléfono comenzó a sonar. Se trataba de mi mamá. En voz baja mi tío me dijo: “Dice tu madre que te pongas un pans y la esperes afuera”. En ese momento tenía curiosidad por lo que podría ser, pero evité hacer preguntas, pues quería sorprenderme. Era temporada de frío y yo tenía tan solo seis años.

Mi madre me recogió afuera de la casa, donde me encontraba esperándola, pasadas las dos de la tarde. Durante el camino ella iba conteniendo la risa, ya que le divertía ver cómo me mataba la curiosidad por dentro. 

Al llegar, inmediatamente me di cuenta de que se trataba de la Ciudad Deportiva, o centro de alto rendimiento, y frente a mí se encontraba esperando quien se convertiría en mi mentor, maestro y una de las personas más valiosas para mí: mi sabonim

Mi maestro, el profesor Ángel Vázquez, me enseñó a confiar en mí mismo y reconocer mis puntos fuertes. Gracias a él fue, poco tiempo después, que ya me encontraba compitiendo como cinta blanca.

Desde que ingresé me dijo: “El taekwondo es un arte marcial y no un deporte. Por lo tanto, aquí vas a aprender respeto y disciplina”. Entonces, desde pequeño, yo me regí bajo esos dos valores y, después de seis años de esfuerzo y perseverancia, por fin alcancé la cinta negra, que lleva como significado “un nuevo comienzo”. Participé en muchos torneos y combates extraoficiales para pulirme, pero el más relevante fue el intersecundarias del 2018.

Este es una competencia a nivel nacional, en la cual los ganadores de la etapa estatal representan a su escuela. En mi caso yo fui informado el día 9 de abril de ese mismo año que iba a representar a mi secundaria, el Instituto Salvatierra.

En mi mente tenía un único objetivo: entrenar para mejorar. Por ende, comencé un entrenamiento rígido con el cual pude mejorar mi resistencia y velocidad. Consistía en ejercitarme los siete días de la semana, intercalando: un día, preparación física y el segundo día técnicas de combate y defensas. Los fines de semana asistía a un entrenamiento con la selección de Baja California, donde salí con heridas varias veces e incluso tuve que asistir a terapias.

Mi preparación tuvo una duración de dos meses. Como consecuencia, llevó mi cansancio al límite y una lesión en mi rodilla. Pero, al finalizar, mi profe me preguntó: “¿Lo valió?”, y le contesté con una voz cansada, pero fuerte: “¡Sí!”, regado en el suelo, sin poder moverme.

Después de ese tiempo, por fin me encontraba a pocas horas de partir a Acapulco, lugar donde se llevaría a cabo el torneo. 

Al llegar al aeropuerto me despedí de mis padres y me dirigí a la sala de abordaje. Tras subir al avión decidí descansar, para tener energías al llegar. El vuelo tendría como duración cinco horas, las cuales dediqué a dormir. 

En Acapulco todavía era de mañana e inmediatamente nos dirigimos al hotel. El clima era muy húmedo y con un calor pesado que hacía difícil respirar; después de todo, se trataba del verano.

Los maestros nos reunieron en el lobby, en donde se nos advirtió sobre mantener un comportamiento adecuado en todo momento y nos asignaron un grupo con el cual ocuparíamos la habitación. Al entrar al cuarto me lancé al colchón y prendí la tele. Aproveché el tiempo y tuve la dicha de conocer a mis compañeros; inmediatamente conectamos y nos hicimos amigos. Al final, el resto del día recorrimos el hotel y descansamos, para el torneo de la mañana siguiente.

Eran apenas las 5:00 a. m. y los maestros nos despertaron para una reunión en el lobby, donde nos repartieron a cada uno las gráficas de nuestros combates y los horarios. Ahí mismo nos dieron tickets con los cuales íbamos a poder desayunar en el restaurante. Al pertenecer al grupo del primer día, mi desayuno estaba controlado por los maestros, ya que mi combate empezaría en tan solo dos horas.

Comencé a calentar treinta minutos antes, pero, al estar junto a tanta gente en la misma situación y con el mismo objetivo, era imposible no sentir nervios o inquietudes. Pude tranquilizarme, ya que confié en mis meses de entrenamiento y esfuerzo.

Me encontraba estirando cuando una de las personas del staff me habló para sentarme a un lado de mi oponente y registrar nuestro combate. En el proceso él y yo conversamos y nos hicimos amigos. En eso descubrí que pertenecía a la selección de Michoacán, una de las tres mejores de México. Al terminar el registro nos llevaron al área de combate, donde solo estábamos esperando la indicación para comenzar.

El réferi se acercó, revisó que lleváramos todo y nos dio la orden de empezar. El primer round analicé cómo atacaba mi contrincante, sin descuidar mi guardia, pero, por indicaciones de mi maestro, inicié con mi ataque. Para asegurar los puntos, pateé con combinaciones a su abdomen y subí para conectar patadas a su cabeza.

Apenas comenzaba el segundo round y me encontraba liderando con una diferencia de seis puntos. Mi contendiente empezó a ser más brusco y a utilizar combinaciones a mi abdomen. Para evitar que elevara sus puntos, jugué con la distancia y me cubrí, contraatacando a su abdomen. 

Casi terminaba ese round y él ya se encontraba cansado. La diferencia de seis puntos se convirtió en una de tan solo dos. Así, con el marcador de 8-6, finalizó el segundo round y dio inicio el tercero. Debido al clima, mi respiración se empezó a cortar, pero no presenté otros problemas, por lo cual decidí continuar.

Al ser el último round, ambos cuidamos nuestra defensa. Él decidió aferrarse a mi cabeza y yo a contraatacar. Todo iba bien, pues parecía que yo tenía las de ganar, hasta que me marcaron una amonestación injusta, por la cual mi maestro debió abogar, pero no tuvo éxito. Por lo tanto, mi rival recibió dos puntos, con los cuales me empató en los últimos dos segundos. Esto dio como resultado un empate en el segundo round y, como consecuencia, me fui a punto de oro, el cual perdí por un pequeño descuido.

Cuando volví al área de calentamiento era muy difícil para mí mantener la compostura y no llorar de la decepción. Pero fue ahí cuando pude ver a los demás con sus lágrimas que alcanzaban el suelo y sus caras rojas como manzanas del cansancio, y me di cuenta de que mi esfuerzo y dedicación no son algo por lo cual llorar o lamentar, por lo que me pregunté: “¿Qué debo hacer?”.

Después de guardar mi equipo tenía previsto salir del área de calentamiento, pero, como vi que los organizadores batallaban con su poco personal, me ofrecí como voluntario. Se me pidió que encontrara a los competidores y los sentara para que esperaran su turno. Ahí mismo me encargué de comunicarles su área de combate y dirigirlos a ella.

Fui voluntario por los dos días que tuvo de duración el torneo y por mi desempeño y ayuda los organizadores y maestros de otros estados me felicitaron y agradecieron cuando la competencia finalizó. Gracias a ello conocí a mucha gente de otras partes e hice muchos amigos con los cuales aún mantengo contacto. 

Lo que quedaba de nuestra estancia la dediqué a disfrutar del viaje junto a mis amigos. Fuimos a comer como nunca, a la alberca y nos reunimos en un cuarto para ver una película. El 18 de junio fue el último día  y la organización del torneo y los empleados del hotel nos organizaron una tardeada a todos los competidores de todos los estados. Hubo mucho escándalo y diversión, conocí y platiqué con muchas personas que me identificaron por mi trabajo como voluntario. Así finalizó mi estancia en Acapulco. 

Al día siguiente por la mañana regresamos a Mexicali, donde mis padres me esperaban para volver a casa. 

El taekwondo tuvo gran influencia en mi desarrollo, pues me enseñó respeto y disciplina, pero también me dio confianza en mí mismo, junto a muchas nuevas oportunidades y experiencias, las cuales me llevaron a conocer a personas grandiosas a las que aprecio mucho de corazón.

Nunca me arrepentí de estudiar esa disciplina, a pesar de mis heridas, porque me dio formas y fuerza para enfrentar mis miedos.

Primer semestre de preparatoria (2020)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario