domingo, 31 de diciembre de 2017

Tan sólo un trato…


Aurora Isabel Castro Baldenegro

“Hagamos un trato”, una frase aparentemente tan simple, que guarda un significado tan fuerte en su interior, un sentimiento ahogado que no quiere dejar escapar y al que se aferra fuertemente diciendo: "puede contar conmigo". Palabras cortas, grandes sentimientos envueltos en un bello expresar que nadie como su autor para comunicarlo. 

Hablamos de Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia (mejor conocido como Mario Benedetti), un talentoso escritor, poeta y dramaturgo, nacido el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, Uruguay. Muy conocido por sintetizar emociones con lenguaje sencillo para plasmar sentimientos poderosos en sus grandiosas obras. A pesar de haber sido exiliado de su país natal y pasado años difíciles en su vida, se convirtió en toda una figura de renombre, que permanece aún hasta nuestros días. Falleció el 17 de mayo de 2009, en Montevideo.

Este poema refleja algo que ocurre comúnmente en la vida del ser humano: un amor temeroso de ser rechazado, que se conforma con una linda amistad, y en su desesperación por no perder a quien ama le propone a esa persona el trato de contar el uno con el otro en cualquier necesidad, independientemente de los sentimientos de cada quien, lo que el poeta refleja al decir: “A pesar de la veta / o tal vez porque existe / usted puede contar conmigo”. 

La manera en que está escrito se asemeja a la de un mensaje personal, dirigido a alguien muy especial a quien se le tiene mucho respeto, pues en todo momento le habla de “usted” (ejemplos son: “usted sabe”, “usted existe”, “contar con usted”). 

El uso de metáforas está también presente y enriquece al poema. Estas juegan un papel importante en el texto para enfatizar lo que pretende el autor, como: “no alerte sus fusiles”, en vez de “no se asuste”; o “veta de amor”, para referirse a un indicio de amor. 

Adentrándonos más en el análisis de este poema, podemos ver que es de arte menor, pues sus versos llegan a un máximo de 7 sílabas (ni siquiera alcanza las 8), y su tipo de rima es imperfecta, en los pocos versos en los que se presenta.

Las funciones de la lengua que utiliza son la expresiva y la poética. La primera es muy fácil de localizar, pues en todo momento se refleja lo que siente el autor (cariño, respeto, amor...). Y en cuanto a la segunda, las ideas dentro del poema son enriquecidas gracias al uso de figuras literarias, el ritmo con el que se lee y la manera en que están expresadas.

Mi parte favorita del poema es la siguiente: “Es tan lindo / saber que usted existe / uno se siente vivo / y cuando digo esto / quiero decir contar / (...) / conmigo”, porque es en ese instante cuando expresa todo lo que siente, sin enunciar directamente un “te amo”. Es decir todo y a la vez nada, una manera tímida de señalar o dar a entender que esa persona es lo más importante en su vida, que él siente algo más que amistad, pero no la quiere asustar y nunca exigirá que ella le corresponda. 

Con esto puedo concluir que es todo un arte decir lo que se siente de una manera tal que, lejos de ahuyentar al ser amado, se logra fortalecer los lazos de una amistad incondicional y verdadera. Esto lo hace Benedetti de una manera magistral y única en “Hagamos un trato”, resaltando la belleza que pueden encerrar las palabras dichas (o mejor dicho, escritas) en forma sencilla, pero que llegan directamente al corazón del lector.

Benedetti, Mario, “Hagamos un trato”. Disponible en: https://www.poemas-del-alma.com/hagamos-un-trato.htm



La nostalgia del recuerdo


Alma Lydia Caldera Cázarez

"De A. para A", un poema que nos hace viajar y recordar, que nos envuelve en la nostalgia y melancolía de muchas de las memorias y primeras veces en las que hicimos o dijimos algo, decisiones que marcaron nuestras vidas y que formaron la persona que somos actualmente. Un poema escrito por Anastasia Shmidt, alumna del cuarto semestre de la preparatoria del Instituto Salvatierra, en 2012, el cual vale mucho la pena leer.

"Demos un paseo por esta ciudad / recordemos el jardín de nuestra casa / el escalar un árbol y sentirse vencedor / el embarrarse de lodo y ser feliz”, es como inicia la autora su composición; además de ser versos que nos teletransportan y, como ahí mismo lo dice: nos llevan de "paseo". 

En la estructura del poema, la primera estrofa y los diez versos restantes de la siguiente, podemos observar que su función predominante es la poética: "El 'tú' que continúa creciendo / Nosotros que encerramos nuestra libertad / Las responsabilidades que nos obligan / Los pasos que debemos seguir / junto a las reglas del destino / Todo eso para hacer el 'yo' de hoy”. 

De igual forma podemos encontrar la función emotiva: "recordemos el jardín de nuestra casa / El escalar un árbol y sentirse vencedor / El embarrarse de lodo y ser feliz". 

Ahora bien, la métrica es de tipo arte mayor, ya que los versos son de 9 sílabas en adelante. 

El hecho de que el poema no tenga rima me parece algo innovador, ya que funciona sin ella y no necesariamente tiene que tenerla. Al darle la entonación debida durante la lectura y respetar los signos de puntuación marcados se produce un ritmo natural. 

Asimismo, la autora utiliza recursos literarios como la anáfora, el encabalgamiento y el paralelismo que son distintos a los de uso más común (rima, comparación o símil, metáfora, etc.), por lo que admiro su esfuerzo de hacer poesía creativa y un tanto original. 

El recurso de la anáfora lo encontramos en la siguiente estrofa: "El primer intento… / el primer deseo… / un primer amor…", donde al inicio de cada frase se repite la palabra “primer”.

El paralelismo se encuentra presente en la repetición de la estructura al inicio de cada estrofa: "Demos un paseo por este mundo / Demos un paseo por esta ciudad / Demos un paseo por el presente". 

El encabalgamiento lo encontramos debido al enlace de palabras o ideas de verso a verso, con el fin de mantener la coherencia rítmica: “Demos un paseo por este mundo, / recordemos los lugares, en donde / dejamos las primeras memorias". 

Para concluir, debo admitir que, en un principio, leí el poema por el título, que me pareció llamativo, ya que me recordó a mi serie favorita. Luego, cuando comencé a leerlo los primeros versos, me engancharon e hicieron que prosiguiera su lectura, y al final me encantó. 

Anastasia Shmidt nos hace reflexionar sobre algunas memorias o momentos en nuestras vidas que nos han convertido en las personas que somos ahora, como expresado en su poema.

Shmidt, Anastasia, “De A. para A.”. Disponible en: https://sites.google.com/site/tallereando/los-escritores/s/anastasia-shmidt/deaparaa


domingo, 20 de agosto de 2017

Mi bisabuela Eva de Islas: la entrega a los demás

Marián Andrea Islas Siqueiros

Mi bisabuela Regina Eva García Galindo nació el 26 de diciembre de 1937, como está asentado en su acta de nacimiento, en Otinapa, Durango. Su padre, Filemón García, era un hombre trabajador con orígenes de Veracruz, y su madre, María de Jesús Galindo, una mujer muy enfermiza que trató de vivir con sus hijos el mayor tiempo posible.

Más de la mitad de su niñez la vivió en Otinapa. Se entretenía jugando al bebeleche, las canicas, las escondidas. Su primaria la estudió en la escuela Miguel Alemán Valdés.

Alrededor de 1950, a los 13 años de edad, se mudó a Mexicali con sus padres y hermanos. Llegaron en tren llenos de ilusión, porque sus familiares les insistieron y les dijeron que esta era una tierra llena de oportunidades.

Dos años después su madre falleció por un problema abdominal, y mi bisabuela se quedó a cargo de tres hermanos, de 10, 5 y 1 año, respectivamente.

Continuó con sus estudios en una academia de secretariado, ya que no contaban con recursos para que pudiera asistir a la secundaria. Pronto empezó a trabajar en un escritorio público, según mencionó en una entrevista.

A los 18 años se casó con su fiel acompañante, Arturo Islas Morales, y dejó de trabajar, pero sin dejar de apoyar a sus hermanos, ya que dependían de ella. Su única hija, María de Jesús del Carmen Islas García (mi abuela), nació dos años más tarde.

Ella y su esposo se unieron a varias asociaciones, como el Club de Leones Internacional y la Cruz Roja. Al entrar a ellas, empezaron a hacer amistades entrañables y comenzaron a cumplir sus objetivos de vida, que eran viajar por el mundo.

Don Arturo, como todos lo llaman, se convirtió en gobernador del Distrito B-1 del Club de Leones –que corresponde a los estados de Baja California y Sonora, representando a México– y Eva fue dama presidenta, por lo que iniciaron sus viajes. Primero asistieron a convenciones por  toda la república mexicana, y posteriormente viajaron a Europa, China, Tailandia y muchas partes más. 

El viaje que Eva más disfrutó fue el que realizaron a tierras tailandesas; en la entrevista mencionada comentó que quedó impactada con sus hermosos paisajes y su cultura. La anécdota más contada por ella es de cuando se montaron en elefantes. “¡Es horrible, se movían de un lado a otro, enormes y hermosos!”, dice con mucha alegría y entusiasmo.

Después Eva entró al grupo de damas del niño Deficiente Mental, en el cual realizaban actividades para recaudar fondos. Posteriormente salió de ese grupo para formar, junto a unas grandes amigas, el de Damas Voluntarias de la Cruz Roja, que presidió del año 2002 a 2003 y donde ofrece su servicio hasta la fecha.

En un reconocimiento que recibió se menciona: “Por su responsabilidad y entrega hacia la Cruz Roja, este presente se le reconoce a la honorable Eva de Islas”.

Ella siempre ha dado este consejo: “Recomiendo que en cualquier oportunidad que tengas visites lugares, que aprendas de las diferentes culturas, y que lo que hagas, por pequeño que sea, lo hagas con mucho amor y entrega”.

jueves, 17 de agosto de 2017

Laura Juárez Vera, de Campeche a Mexicali

David Antonio Villalobos Juárez


El 12 de diciembre de 1977, en San Francisco de Campeche nació Laura Juárez Vera. Ahí creció y se crió toda su niñez y parte de su adolescencia. A los doce años por cuestiones de su padre, Lauro Juárez Hernández, tuvo que venir a Mexicali. Al llegar su papá les regaló unos osos muy grandes de peluche a ella y a su hermana Silvia.

Laura se describe como una persona seria, educada, dedicada a la familia: “Soy una persona que se relaciona un ochenta por ciento con la familia y un veinte por ciento con el trabajo, y estoy con mi esposo”.

En una entrevista realizada el 17 de enero de 2017 comentó: “Tuve buenas amigas. Una amiga vivía a un lado de mi casa. Nos íbamos caminando a la escuela y me acuerdo que en Villafontana había expulsores de agua y nos mojábamos”.    

Laura estudió la carrera de contador público porque su madre era contadora y se le hacía muy fácil hacer cuentas en la preparatoria.

En la preparatoria había conocido a su esposo José Antonio Villalobos Aguilar. Se casaron en la parroquia de San Francisco Javier, a cargo del padre Juan Carlos Valencia Ortiz –con sus padrinos Roberto López Rojas y Lourdes Arévalo– el 10 de julio de 1998, según su certificado de matrimonio.

El 12 de diciembre de 1999 nació su primer hijo, Guillermo Villalobos Juárez; cuatro años después, el 7 de agosto de 2003, nació el segundo, David Antonio, y seis años más tarde, el 22 de julio de 2009, el tercer hijo y la primera niña, Laura Renata. 

Actualmente Laura piensa sobre lo que ocurre en México: “No sé si sea actual la situación. Te vas a 1810, a la independencia, así era la situación; la revolución, querían separarse. Es un problema de pensamiento. Si quieres empezar por ti mismo no voy a ir a decirle al presidente que quite los impuestos, porque no lo va a hacer. Eso se empieza estudiando, preparándote para eso. ¿Qué hacen en Japón? En la Segunda Guerra Mundial no se puso a llorar, se puso a trabajar. ¿Y cómo está Japón ahorita? En sí México sigue siendo un país de oportunidades, la gente se preocupa por los demás; no es como en Estados Unidos, que el ambiente es frío y feo, aquí es diferente”.

Ella considera que leer es bueno y recomienda: “Tengo dos libros: uno que se llama La maestría del amor, del doctor Miguel Ruiz; y hay otro libro que se llama El hombre más rico de Babilonia, que no sé si tenga autor, que dice que la única forma de tener dinero es trabajando, y por más rico que seas hay que trabajarlo, y por más dinero que tengas lo tienes que usar. Este es otro libro: Las diez claves del éxito, del doctor Deepak Chopra; tiene una forma de escribir muy bonita. El de Buda, también de Chopra, que era un príncipe, que era un señor, que era un hijo de papá porque lo tenía todo y no tenía mamá, y su papá lo sobreprotegía, y buscaba la iluminación. Se me hizo muy interesante, porque ya lo había leído de otro autor y era muy seco. Deepak Chopra tiene una forma muy bonita de contar las historias”.


sábado, 1 de julio de 2017

Para siempre, en la Obregón


Ricardo S. Corral Pujol


Corríamos por la avenida Obregón con dirección a la Biblioteca Central. Pero vimos esa casa, la casa de la familia Guajardo –muy bella, por cierto–. Tenía un oscuro secreto y transmitía una sensación como de miedo. Caminamos, entonces, lentamente frente a ella, con el fin de no despertarla. Bueno, eso es lo que decían que se debía hacer. Al momento, un oscuro pensamiento invadió mi mente: la historia de una antigua leyenda que contaban los mayores.
Se decía que a principios de los años cuarenta, con la gran guerra mundial, el temor a un ataque japonés a los Estados Unidos y la escasez de alimentos y recursos en el país, el presidente Ávila Camacho había ordenado el racionamiento generalizado, incluyendo los alimentos. Mientras tanto, en este alejado rincón de México, precisamente en la frontera con Estados Unidos, una popular leyenda había surgido:
Contaban que en la casa ubicada en la esquina de la avenida Obregón y calle D –un edificio rosado, de aspecto hermoso, pero algo lúgubre–, vivía una peculiar familia, los Guajardo, que constaba de siete caballeros dedicados a la abogacía y su decrépita madre. De ella se murmuraba por ahí que era una vieja bruja. Y esto se lo había ganado no solamente por su mal carácter, sino porque, según, había embrujado a sus hijos para que ninguna otra mujer volteara a verlos, con el fin de que por siempre se mantuvieran juntos y a su lado.
Pero cuando el cáncer le ganó a la anciana y su corazón dejó de latir, su hijo mayor –que había perdido la mano izquierda gracias a la mordida de una cebra traída del África en un circo de la Ciudad de México– expresó que no se sentía preparado para dejar ir a su madre querida. A la par ese sentimiento invadía a sus hermanos. Así, los siete llegaron a la tenebrosa conclusión de que debían momificar a la mujer, para poder tenerla el resto de sus días.
A diario la cambiaban de ropas y la sentaban con ellos para compartir el desayuno, la comida y la cena. Y hay quienes dicen que la momia incluso discutía con sus hijos, quienes algunos días se arrepentían de su decisión. Al terminar las comidas la colocaban en una silla mecedora tras el gran ventanal, para que, como lo había hecho la mujer en vida, mirara a las personas pasar por la concurrida calle. Después, ya en la noche, la llevaban a dormir a su habitación.
Pronto los rumores comenzaron a surgir sobre una extraña y espeluznante figura sentada en la ventana de los Guajardo. Había quienes aseguraban que la madre de los abogados no había fallecido como se creía, y que todo era parte de una red de espionaje alemana. Era una idea algo descabellada, pero eso rumoraba la gente. Otra teoría afirmaba que la vieja no estaba muerta, sino que había fingido su deceso para evadir elevadas deudas de impuestos ante el gobierno.
Sin embargo, todas las suposiciones fueron descartadas cuando, un día de invierno del año 1950, un joven cuyo nombre la historia ha olvidado decidió averiguar la verdad del asunto, así que atrevidamente brincó el cerco de la antigua casa para acercarse al ventanal. Lo que vio ese día aterroriza a niños y adultos hasta la fecha.
Según su versión, la extraña figura era la madre de los Guajardo, o lo que quedaba de ella, quien había sido embalsamada con unas gruesas vendas y estaba sentada en su antigua silla de madera. El joven relató que, al ver el oculto rostro de la mujer, sintió cómo la mirada de la momia atravesaba su alma y experimentó un sentimiento de extremo terror, que se apoderó de su cuerpo. Mientras él se encontraba paralizado frente al cristal, uno de los hermanos Guajardo le gritó que se largara de su propiedad o que le daría un plomazo en la sien. El joven no dudó un segundo en retirarse del lugar.
Desde entonces la leyenda de la terrible momia de la Obregón ganó mucha fama entre los mexicalenses y la acera frente de la casa perdió a muchos de sus asustados caminantes. Los pocos valientes pasaban corriendo frente a esa ventana, queriendo morbosamente ver a la anciana sentada en su poltrona, pero con el intenso miedo de que esos ojos secos les robaran su alma.
Además, había algo que hacía más temible la casa de los Guajardo: después del suceso del joven que invadió la propiedad, los hermanos decidieron contratar a un velador, un español de aspecto muy extraño, quien no superaba el metro y medio de estatura. Se decía que había sido un rebelde rojo que, habiendo conseguido escapar de la muerte bajo las manos de Franco, llegó a México como ilegal. Su presencia y su aire militar le daban un añadido de terror y albur a la historia, pues su mirada penetrante y el azul de sus ojos inmutables se clavaban en quienes transitaban frente al lugar.
Años después, los Guajardo harían una pública negación de toda acusación con respecto a lo que se murmuraba sobre su madre. Sin embrago, esa aclaración no hizo desaparecer la leyenda tan comentada por la comunidad mexicalense.
Gracias a la horrible sensación de miedo y la espeluznante energía que se experimenta al pasar frente a esa ventana, los exhorto a no acercarse y mucho menos detenerse, pues la momia bien podría estar ahí todavía y llevarse sus almas consigo al más allá…