viernes, 5 de agosto de 2016
Sin ti yo no vivo
Jonás Abraham Castillo López y Erick Dahír Cota Ramírez
Sin ti yo no vivo
sin ti yo no puedo
hace tiempo que ya no
te ruego
Me siento solo
a donde quiera que voy
es que tu sonrisa me
daba un valor
Solo me quedo
y solo me voy
pero recuerda que te
amé hasta el día
de hoy
Éste es un ejemplo más de la dedicación…
Berenice Elizabeth Moreno Ceja
“¡Eso es, niñas!”, “¡Ganamos!”, fueron algunas de las palabras de las integrantes de la escolta…
Siete horas antes, aproximadamente a las 7:30 de la mañana, ellas habían salido del Instituto Salvatierra rumbo al CBTIS 140. Las jóvenes se encontraban nerviosas, pero no lo hacían ver.
Algunas de ellas iban cantando en el autobús, otras platicaban y gritaban sobre sus más grandes ídolos; las demás, un poco adormecidas. Ese sábado 22 de febrero de 2014, las calles de Mexicali estaban desoladas; pasaban unos cuantos coches.
“De pioneros fuiste la esperanza…”, entonaban orgullosas el himno del instituto las muchachas.
Al llegar a la escuela anfitriona seguían bromeando y riendo a carcajadas. Les brindaron el salón en el que se prepararían para el esperado concurso.
Mientras éste comenzaba, unas se ponían el uniforme, otras se cortaban el cabello; incluso hubo quienes prefirieron comer.
La lucha entre las distintas competidoras inició. Las concursantes de la escolta no quisieron ver a las diferentes participantes, así que se quedaron en el aula a seguir haciendo las actividades que realizaron antes de presentarse. No estaban angustiadas, más bien esperanzadas por conseguir un lugar importante en esa competencia.
Llegó su turno. Las representantes del Instituto Salvatierra hacían caras de angustia, pero jamás de miedo. Los jueces calificaron a las estudiantes, después de verificarlo. La oportunidad de las alumnas quedaba en sus manos.
Toda su rutina parecía muy bien presentada: su paso redoblado era parejo, lo ejercían excelentemente, hasta que, según el jurado, cometieron el primer error al no bracear correctamente.
Discutían y alegaban que no se habían equivocado; ya nada se podía arreglar. El evento continuó, y mientras esto pasaba la sargento y una de las guardias fueron a observar a las rivales.
“Sé que no nos iremos con las manos vacías”, dijo el entrenador, animado.
Era el momento de dar a conocer los resultados y las animosas jóvenes se hallaban preocupadas por su posición en ese interesante certamen.
“Las ganadoras del tercer lugar son…”.
Todos ahí tenían el rostro lleno de emoción; algunos otros, de nerviosismo.
“…es una institución privada… Las ganadoras de este tercer lugar son… ¡las integrantes de la escolta del Instituto Salvatierra!”.
No obtuvieron el primer sitio, pero sí orgullo, valentía y esfuerzo. Éste es un ejemplo más de la dedicación que aplicamos en nuestras actividades.
martes, 2 de agosto de 2016
Recorrido por The Grove
Andrea Espinoza Díaz
Era un 27 de febrero. Me levanté y ya era tarde, como siempre. Bárbara, Alejandra y yo nos empezamos a arreglar y salimos corriendo hacia Caléxico. Pasamos la línea, cada quien se fue por su lado. Gisselle y yo habíamos acordado sentarnos juntas. Ella se quedó dormida muy rápido, hasta que llegamos a Coachella; ahí se levantó y fuimos a comer. De regreso en el camión todos nos empezamos a cambiar de lugar, y me senté con varias personas, hasta que al final también me quedé dormida.
Llegamos a LACMA (Los Angeles County Museum of Art) y nos dieron nuestros boletos, pero todavía no podíamos entrar. Fuimos a The Grove. Es enorme y hay millones de tiendas. Majo, Gisselle, Nancy y yo fuimos a Forever21. Nos enamoramos de los shorts. Había de muchos colores, y prints, y continuamos viendo la tienda. Agarramos nuestras prendas favoritas y corrimos a los vestidores; llevamos nuestras cosas a pagar y nos fuimos.
Nuestra siguiente tienda fue Barnes & Nobles, una librería única. Tres pisos de puros libros, películas y discos, un Starbucks e internet gratis. Es muy variada, miles de estantes y de libros. Ya teníamos títulos en mente, nos pusimos a buscarlos; en el camino agarramos algunas revistas y compramos un café. Por fin encontramos los libros. Los fuimos a pagar, nos sentamos un rato a hablar en el café y al final nos fuimos.
Recorrimos varias tiendas, como Apple, Zara, TopShop, hasta que llegamos a MAC. Las empleadas, muy amables, fueron con cada una y nos ayudaron a encontrar lo que queríamos; nos prestaron algunos lipsticks y makeups para probarlos. Después de varios tonos de rosado, otros tantos de rojo y hasta algunos morados, compré el que quería, al igual que mis amigas. Agradeciendo a las empleadas continuamos nuestro recorrido.
Teníamos hambre y fuimos a comer unos deliciosos pretzels, que son como pizzas. Después, al caminar, vimos a Mila Kunis. No la reconocimos al principio, luego la recordamos y comenzamos a seguirla. Entramos a la Nordstorm con la comida en la mano y fuimos detrás de ella. Continuó escondiéndose entre estantes de ropa, y entrando a los vestidores estaba con su mamá, viendo las prendas.
Por fin nos acercamos a ella y le pedimos una foto. Ella dijo: “No, sorry”. Entonces la comenzamos a grabar y a tomarle fotos. Ahí Gisselle se midió algunas prendas y las compró.
Luego decidimos ir a buscar al resto de nuestros compañeros, pero no los encontramos. Pensamos que se habían ido y no sabíamos muy bien cómo regresar a LACMA. Fuimos a un restaurante a pensar qué íbamos a hacer, y ahí vimos a Jaden Smith; le gritamos y nos saludó. Al final volvimos al museo, ahí estaban todos.
Como teníamos tiempo regresamos a The Grove con Abel, a ver unas tiendas que nos habían faltado. Vimos las tiendas, y ya no teníamos mucho dinero ni tiempo, así que pedimos un taxi. Regresamos al museo, vimos unas cuantas obras y pinturas; ya era hora de irnos. En el camión Abel y yo nos sentamos juntos. Él no paraba de hablar y no me dejó dormir en todo el camino. Estuvimos conversando, riéndonos, enojándonos.
A menos de la mitad del camino nos dimos cuenta de que unos compañeros estaban tan entretenidos que se habían quedado. El museo les pagó un taxi hacia la gasolinera en donde nos paramos, y los esperamos. Todos los maestros estaban muy estresados. Al principio no nos dejaron ni bajarnos del camión, y hacía mucho calor. Pasó como una hora. Llegaron nuestros compañeros y seguimos el regreso.
Me senté con Abel otra vez, pero ahora habíamos comprado los gusanitos de azúcar más ricos del mundo. Charlamos hasta que nos quedamos dormidos, y llegamos a Mexicali.
Semana de inducción
Alejandro Carrillo Villalobos
“Hoy fue el último día de clases”, dice un recado que nos han mandado, todos animados, alegrados y sorprendidos por el suceso. Justo entra el prefecto y comienza a llamar a alumnos. Me mencionan, tomo el papel y lo leo: “Ha sido seleccionado para ser tutor”. Me sorprendo.
Después de haber ido a cursos para ser asesor, y haber tenido vacaciones de verano, el 12 de septiembre de 2013 inicia la semana de inducción para los alumnos de nuevo ingreso. Llego a la escuela el día lunes, me siento en una banca y espero a que nos den indicaciones.
Nos asignan un salón y un grupo de alumnos. Ellos se presentan y nosotros hacemos lo mismo. El maestro encargado nos da unos ejercicios y ellos los resuelven, a veces me piden apoyo, o a veces solo responden sin dudas.
Nos dan un receso a las tutores y se realiza una junta. Preguntan cómo nos sentimos y cómo nos ha ido. Explican a todos lo que se estará haciendo durante la semana; nos entregan una guía para saber qué respuestas de los ejercicios son las correctas, y de esa manera nosotros poder apoyarlos en lo que no entiendan.
El miércoles iniciamos como siempre, saludándonos y esperando a que nos den el ejercicio. Cuando nos lo dan y los alumnos empiezan a resolverlo, comienzan las dudas. Pregunta tras pregunta, las resuelvo.
Pero llega esa duda que no puedo resolver, tan sencilla pero que en esos momentos me es imposible de contestar. La pregunta es: “Resuelve las siguientes multiplicaciones de fracciones”. Algo tan sencillo, y no lo puedo resolver, dejándome con la única opción de preguntarle al profe.
Es jueves. Las preguntas o dudas de los alumnos de nuevo ingreso disminuyen conforme más le entienden al tema. Todo pasa rápido, sin problemas. Tenemos la última junta y nos dicen lo que habrá el viernes: un festejo.
En la salida platicamos un poco con los alumnos de nuevo ingreso, haciendo chistes y hablando de nosotros. De repente nos llaman al salón 3 a los tutores y vamos de inmediato. Nos explican la razón de por qué nos hablan.
Dicen que nos harán un examen pequeño sobre lo que pensamos de los niños. Se incluyen preguntas como: “¿Presentan problemas al resolver ejercicios o al comunicarse con sus compañeros?”, “¿Cuál es su nombre?”.
Empiezo a escribir, poniendo datos que creo que caracterizan a cada uno, como: “Luis A.: platicador, no presenta problemas”. O: “Cristóbal, no platica y trabaja”. Al terminar nos dicen que nos veremos el lunes y que si queremos podemos venir el viernes a festejar.
El viernes, en el festejo, instalan una brincolina de agua y puestos de comidas. Nos divertimos jugando sóccer y básquet con los alumnos de nuevo ingreso. Al final nos despedimos y nos vamos a casa.
"Rally" 13
Jesús Roberto Burboa Martínez
22 de marzo, Rally 13. En la hoja de preguntas nos habían pedido un pay de calabaza, así que un grupo de personas del primero A fuimos a buscar uno.
Llegamos al 7-Eleven André Cruz, Andrea Espinoza, Valeria Olmedo, Naomi Vásquez y yo, a buscar. El 7-Eleven estaba ubicado enfrente de una calle muy transitada, así que nadie quería cruzar, nomás Naomi, Cruz y yo. A lo último no dejaron las niñas cruzar a Naomi, y nos dijeron que fuéramos nosotros dos. Antes de irnos les dijimos que nos esperaran en el estacionamiento.
Cruzamos la calle y llegamos al 7-Eleven. Cuando entramos a la tienda no había pay de calabaza, nomás un empleado gordo comiendo hot-dogs, así que nos gastamos el dinero del pay en unas nieves.
Cuando ya cruzamos al otro lado de la calle, para llegar al estacionamiento, no estaban las niñas. ¡Nos habían dejado!
Las esperamos más o menos media hora en el estacionamiento y no llegaban. Pero alguien sí llegó: el Torero (ya saben: el famoso viejo que arroja papeles a los carros mientras avanzan), nomás que esta vez actuó un poco raro; primero empezó a decir cosas que ni se le entendían, como loco; después nos empezó a gritar groserías a nosotros, luego pateó un carro y por último empezó a comer espagueti del piso, así que nos asustamos y nos fuimos corriendo de ahí.
André y yo nos acordamos de que un grupo de compañeros del primero A estaban en la papelería, y nos dirigimos para allá. La papelería estaba un poco lejos, pero algo que más nos afectó fue el calor.
Estábamos caminando tranquilamente cuando oímos un “¡whoof, whoof!”. Volteamos atrás y ahí estaba Steve, un perro grande rottweiler, negro y agresivo. Lo primero que hicimos Cruz y yo fue correr. La verdad o ese perro era lento o nosotros éramos muy rápidos, porque más o menos en cinco minutos lo dejamos atrás y se fue.
Llegamos a la papelería, y sí, ahí estaban. Después el papá de Abel nos llevó a su casa (a la casa base) y no nos dejaron salir, ni hacer nada.
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