domingo, 11 de diciembre de 2016

Retazos de vida


Aidan Ismael Castro Caldera y Karen Patricia Esquivel Ferro

Personajes
  • Lin, 35 años.
  • Iván, 41 años. De ascendencia rusa. Fuerte, alto, cruel. Con cicatrices.
  • Juan niño, 5 años. Inocente. Tierno.
  • Juan adolescente, 17 años. Fuerte. De baja estatura. Con cicatrices.
  • Hiroshi, 30 años. Japonés. Fuerte y cruel.
  • Martita, 60 años. Amable y de rasgos gentiles.

ACTO ÚNICO
Todo es un recuerdo, excepto Lin. Ella está en el centro del escenario, vestida de negro, con ropa elegante pero desgastada; se ve cansada, tiene ojeras y está algo despeinada. En el fondo hay una casa vieja, con las ventanas rotas, cuervos en el techo y flores muertas en el jardín. Lin habla.
Teníamos una casa bonita. Iván y yo la pintamos cuando éramos recién casados. (Recordando) Hace unos… ¿diez, quince años? (Cuenta con los dedos. Sorprendida) ¡Veinte años! ¿Me creerías si te dijera que esta casa tiene veinte años apenas? (Voltea a ver la casa) Yo no lo creería. (Pausa) Teníamos una casa bonita, y una familia bonita, y una vida bonita… No éramos malas personas: nos hicieron así. (Pausa. Melancólica) Mi mamá siempre sabía cuando algo andaba mal conmigo. Cuando recién me casé, ella me dijo que mi esposo le daba mala espina… Ella siempre tenía razón. Me notó distanciada y me advirtió una última vez que esto no acabaría bien. (Risa nerviosa) Creo que la decepcioné. No he vuelto a saber de ella. Poco después tuve a mi hijo. ¡Ay, era una cosita así! (Simula con las manos que está cargando a un bebé recién nacido) Con sus cachetes rojitos y sus ojitos cerrados… A veces despierto y no puedo creer que estoy viendo al mismo bebé de hace dieciocho años.
Juan niño entra a escena corriendo, y abraza a Lin por las piernas. Ella no parece darse cuenta. Sigue hablando.
Las cosas nunca estuvieron del todo bien, pero yo no sabía que se podían poner peor. Juan, mi niño, apenas estaba en primero de primaria… ¿Qué culpa tiene un niño de que sus papás estén tan jodidos? Empezó a faltar mucho a la escuela… Obviamente, hubiera preferido que no fuera así, pero a veces simplemente no teníamos manera de llevarlo. Iván tenía… (suspiro) Iván tenía más problemas de los que podía sobrellevar. ¡Dios, tenía más problemas de los que nadie podría sobrellevar! (Melancolía y empatía) No lo culpo por lo que me hizo. Nunca lo culparía. Soy su esposa, ¿no? Debería estar ahí para él, especialmente en los momentos en los que estaba estresado o molesto…
Iván entra a escena despacio, mientras Lin habla. Se para justo detrás de ella. Lin continúa hablando después de una pausa. Con monotonía.
Aunque, después de todo lo que ha pasado, ya no siento nada cuando me acuerdo de lo que me hizo. (Suspira) Yo me hacía cargo del niño todo el día, y él estaba afuera trabajando… Llegaba a deshoras, fuera de sí… No era él. Ese hombre que llegaba en el cuerpo de mi esposo y me hacía sufrir todas las noches no era el mismo con el que me casé.
Iván toma a Lin del brazo bruscamente, pero ella se libera y avanza unos pasos.
Tal vez nosotros tuvimos la culpa. Tal vez yo me lo busqué, al meterme con él en negocios tan oscuros. (Explicándose) Yo era joven y pobre; él tenía dinero fácil, y yo podía tenerlo también. (Se le quiebra la voz) Yo quería ayudar, no solo ser su protegida o un peso muerto que él tuviera que cargar. Yo hacía el producto, él lo vendía a sus contactos. Y yo… (culpable, pero sonriente) yo me sentía soñada. Me sentía protagonista de una novela de acción, de mi propia historia de rebeldía y de ser más lista que el gobierno. (Pausa) Tratábamos de no involucrar a Juan en todo esto, pero mi niño nunca fue tonto. Él sabía que algo andaba mal. Él ya no lo recuerda, porque era muy pequeño cuando nos fuimos. Él ya no recuerda los únicos años de su vida que pasó sin preocupaciones: los verdaderos problemas en nuestra vida empezaron cuando cruzamos la frontera. (Molesta, recordando) Esa fue la primera vez que estuve en desacuerdo con Iván. Yo no estaba dispuesta a dejar mi hogar, pero finalmente me convenció de irnos a Estados Unidos… (Melancólica) Después de todo, mi hogar era donde estaba él.
Iván le toma la mano y trata de moverla de su lugar, pero ella se libera una vez más, y procede a seguir contando su historia.
No había pasado mucho tiempo desde que vivimos allá, cuando conocí a la raíz de todos mis problemas: (con desprecio) el japonés.
Hiroshi entra al escenario con cara de maldito y se pone a platicar cosas ininteligibles con Iván, detrás de Lin.
Supuse que era bueno que Iván tuviera un amigo, porque siempre estaba trabajando y apenas tenía tiempo libre. Pero yo estaba equivocada: ese hombre no era su amigo, ni mío. (Pausa. Explicando) En el negocio de las drogas, hasta el más pequeño error es cobrado con un precio muy alto. Cualquier equivocación, por más mínima que sea, es fatal. Se podría decir que tuve suerte. (Enojada) Eso me dijo él. (Enojada, subiendo el tono) ¿Realmente es afortunado que te viole un desconocido y que tu esposo no haga nada? ¿Realmente es más afortunado eso a morir? (Se calma) Juan se daba cuenta de todo, y, aunque no lo parecía, eso le estaba afectando. (Señalando la obviedad) ¿Cómo no podría afectarle el hecho de que su familia estuviera hecha pedazos, y sus padres hundidos hasta el cuello en el narco?
Juan niño empieza a llorar, y le jala la orilla del vestido a Lin. Ella no se inmuta. Entra Martita, le toma la mano a Lin y le pregunta si está bien. Lin no la ve.
Sólo una persona parecía darse cuenta de lo que estaba pasando, y trató de ayudarme. Pero yo no podía decirle nada. Era la psicóloga de la escuela de Juan, y decirle a ella era decirle a todo el mundo los crímenes que habíamos cometido. Ni siquiera su cara amable y sus palabras bonitas me hicieron confesar. (Fríamente) No podía permitirme que me quitaran a mi esposo y a mi hijo.
Martita sale del escenario, decepcionada. Cuando se va, Juan niño llora más y estira su mano hacia ella, en un intento de decirle que no se vaya. Ella lo ignora.
(Con desprecio) Hiroshi, el maldito japonés, a veces me daba regalos. ¡Regalos! Mediocres regalos, ¿a cambio de qué? (Muy enojada) Ese hombre no tenía nada de vergüenza, llegó para arruinar mi vida, eso lo sé. Estaba desesperada, y me empezaba a quedar sin opciones. (Sarcástica) Hasta mi última opción, la más sagrada, me falló. Ni siquiera Dios pudo arreglar los pedazos rotos de vida que me quedaban. (Suspira) Fui a misa con Juan en varias ocasiones. Esperaba que alguna bendición nos cayera, que algún milagro nos salvara a mi bebé y a mí de vivir con un enfermo y con mi esposo, a quien yo a duras penas reconocía después de todo lo que había pasado. ¿Qué más podía hacer? Uno recurre a los santos y a lo que no puede ver cuando lo que puede ver se vuelve muy difícil de controlar.
Juan niño sale de escena mientras Lin habla.
A veces me preguntaba… ¿estaría mejor muerta? Mi vida estaba arruinada. Mi hijo crecía y se volvía cada vez más distante, cada vez más como su padre. ¿Acabaría igual? (Pausa) Y el japonés, que no se iba. Parecía que las cosas en mi familia no podían estar peor, y luego llegaba él. (Irónica) El japonés me enseñó que las cosas siempre pueden empeorar, sin importar cómo estén.
Juan adolescente entra a escena mientras Lin dice lo siguiente):
(Desesperada) Yo sólo quería una familia unida. Una familia normal. Una vida feliz. ¿Y qué es lo que obtuve? (Pausa) Eventualmente, perdí a lo único bueno que tenía. Los niños crecen. La infancia termina. La inocencia se agota. Y mi bebé se convirtió en un monstruo: un monstruo igual a su padre.
En el fondo ocurre una pelea: Juan adolescente golpea a Hiroshi, y lo empuja retándolo a que se vaya, pero sin decir nada. Iván trata de detener a Juan, pero él lo empuja y luego continúa golpeando a Hiroshi hasta dejarlo en el suelo. Iván se queda perplejo, Juan se queda parado, victorioso. Hiroshi sangra en el suelo).
Sí, Juan me liberó del japonés. Pero en ese momento, al ver lo que mi hijo había hecho… en ese momento me di cuenta de que mi hijo era tan capaz como Iván y el japonés de hacer daño. De lastimar.
Iván y Juan sacan al cuerpo inerte de Hiroshi de escena, y luego regresan mientras Lin habla.
(Melancólica) Después de lo que ocurrió, finalmente regresamos a México. (Cansada) Déjame decirte algo: muchas veces, lo que quieres no es realmente lo que necesitas. Yo quería volver a México. Yo quería librarme del japonés. No me daba cuenta de que todo estaba mal desde el principio, y que esos eran, en realidad, problemas insignificantes en mi vida insignificante.
Iván y Juan meten a escena la estructura metálica de una cama, y la colocan de forma horizontal en el centro, detrás de donde se encuentra Lin.
A final de cuentas, tenía dos monstruos en la familia: uno peor que el otro.
Iván se coloca de un lado de la cama, y Juan del otro. Se recargan en ella sin voltear a verse.
(Suspira) Supongo que no me puedo quejar: todo lo que quería se cumplió, pero de la forma más retorcida que puedo imaginar. Regresé a mi hogar. El japonés se fue. Mi hijo cada vez se llevaba mejor con su padre. Todo estaba, en teoría, bien para ellos. Éramos una familia unida, ¿cierto?
Iván y Juan se acercan a Lin despacio mientras ella habla.
Todo me parecía perfecto, hasta el día en que ambos me hicieron lo mismo que el japonés.
Iván y Juan la toman bruscamente cada uno de un brazo, y la jalan hacia la estructura de la cama.
Oscuro.

Princesa del atardecer


Personajes
  •  Jun 
  • Eros
  • Tío
  • Jefe de los asesinos
  • Asesinos

ESCENA I
Vestida con un hermoso yukata colorido con patrones de pequeñas flores, Jun se encuentra cortando y jugando con pequeñas flores en el jardín del palacio, un día soleado con un buen clima. Sin embargo, de un lado del jardín viene caminando un joven llamado Eros, con un camisón un tanto suelto, pantalón negro, fajado con un cinturón café con una espada y botas cafés.
EROS: (se recarga en un bloque, con voz burlona) ¿No crees que ya eres demasiado grande para jugar con las flores? Te estuve buscando. (Suspira y se rasca la cabeza) Me preocupaste un poco.
JUN: (sonriente y juguetona) Jamás es tarde para jugar un rato. Además, solo quería estar un poco afuera. (Mira hacia arriba) Incluso es un buen día, no hay razón para estar encerrada en la habitación.
EROS: (le sigue la mirada hacia arriba) Bueno… tienes razón, es un buen día. (Mira de nuevo a Jun) ¿No estás nerviosa?
JUN: (mira de nuevo a Eros e inclina la cabeza en poco) ¿Nerviosa? ¿Por qué lo estaría?
EROS: (se recarga de lado en el bloque y suspira) No me digas que lo olvidaste. Hoy, a las diez de la noche, cumples 18, y además ya puedes reclamar el trono que te corresponde, Jun. También el hecho de que me alcanzaste en edad.  
JUN: (se sienta sobre sus piernas y agacha la mirada) Si, lo recuerdo, pero no quise también recordar el hecho de que mis padres no están conmigo. Hace tres años que ya no están a mi lado. (Coloca su mano en el pecho y la aprieta) Siento un vacío enorme en mi pecho…
Eros deja de recargarse en el bloque y va caminando lentamente hacia Jun.
EROS: (se hinca enfrente de Jun) Sé que es doloroso que tus padres no estén aquí. Yo también los consideraba personas importantes en mi vida. Fueron ellos los que me sacaron de las calles del distrito, me alimentaron, arroparon y curaron heridas que fueron hechas sobre mí… (la mira a los ojos y sonríe) al igual que conocí a la persona más importante para mí.   
JUN: (mira a Eros y sonríe) Sí, tú te convertiste en una persona muy importante para mí también. Tú eres mi mejor amigo.
Eros se le queda mirando sorprendido y sonríe de nuevo.
EROS: Sí… tu mejor amigo. (Se pone de pie y se rasca la cabeza) Bien, creo que debemos volver a la habitación de estudios. Todavía te quedan pendientes por hacer.
JUN: (sonriendo) Sí, está bien, Eros. (Se levanta y empieza a caminar hacia la entrada del palacio, en tanto Eros se queda mirándole la espalda mientras camina).
EROS: (mira hacia arriba de nuevo) Amigos, ¿eh…? Sí, solo amigos.
Va a alcanzar a Jun, que entra al palacio.

ESCENA II
Tío se encuentra sentado en una gran silla cubierta con piedras preciosas, vestido con una túnica bastante elegante y portando una corona. Está leyendo un pergamino.
TÍO: (baja el pergamino violentamente y grita) ¿Qué haré ahora? ¡Mi sobrina está a punto de quitarme lo que me costó! (Se levanta del trono) Debo hacer algo, si no lo que he hecho hasta ahora será en vano. (Camina de lado a lado de la habitación, hasta que se para en seco. Sonríe maliciosamente) Haré lo mismo que le hice a mi querido hermano y su amada esposa: ¡haré que la maten y de la misma manera! Enviaré a los asesinos, ya que si no ellos vendrán por mi cabeza; les debo mucho y con mi vida se saldarán las cuentas. (Se dirige a una pequeña mesa que se encuentra cerca de la ventana, sobre la cual hay una pequeña caja con cerrojo; saca de su cuello un cordón en el que está atada una pequeña llave. Toma la llave y la incrusta en la caja; de ella saca un pequeño silbato) ¡Excelente! Lo único que falta es escribir la nota. (Ve hacia el cielo) Si estoy en lo correcto, falta poco o ya es el mediodía. Tardarán en llegar unas dos horas, si aceptan el mandato. (Toma el silbato y sopla en él) Ahora es cuestión de esperar (introduce de nuevo el silbato en la caja, la cierra y se va caminando de vuelta al trono).
El tío, mientras espera, comienza a leer otros pergaminos y atender otros asuntos. De pronto, en las paredes se empiezan a escuchar crujidos, y en un instante aparece un hombre con ropa rasgada y una espada en la espalda, acompañado de otros con similares ropas, pero con dagas en los cinturones.
JEFE DE LOS ASESINOS: (cruza los brazos, con voz profunda) Bien, henos aquí de nuevo. Ahora, en esta ocasión, ¿qué se le ocurre a tu mente tan retorcida?
TÍO: (con voz nerviosa) Los he llamado para que cumplan otro pedido y es el de desaparecer a mi sobrina Jun.
JEFE DE LOS ASESINOS: (con voz burlona) ¿Qué? ¿Temes que tu sobrina te quite todo y termines en la nada? 
TÍO: (irritado) Quiero que la maten en el momento de su ceremonia. Que se haga ver que fue un accidente, o lo que sea.
El jefe de los asesinos va caminando lentamente al trono y se para frente al tío.
JEFE DE LOS ASESINOS: (serio) Eso no se va a poder.
TÍO: (sorprendido) ¿Qué? ¿Por qué?
JEFE DE LOS ASESINOS: Me debes mucho, ahora me quieres deber tu alma. Recuerda que el trabajo de matar a tu hermano era al triple de mi precio establecido. Además, maté a su mujer. Ya eso equivale a toda tu vida.
TÍO: (nervioso) Pero…
El asesino saca su espada y la pone frente a la nariz del tío.
JEFE DE LOS ASESINOS: Hazlo tú mismo. (Saca una daga de un bolso del cinturón) Tómala, tiene algo de veneno en ella.
El tío toma la daga y la guarda. El jefe de los asesinos se va caminando de regreso adonde se encontraba.          
JEFE DE LOS ASESINOS: Haremos esto: si no me das a tu sobrina sin vida, yo vendré por tu cabeza y estaremos a mano.
El jefe de los asesinos y sus hombres desaparecen en un instante de la vista del tío, dejándolo solo en la habitación, con la daga envenenada.

ESCENA III
Jun se está preparando para la ceremonia. Se encuentra en su habitación cambiándose de vestido,  mientras que Eros la espera afuera, en el pasillo.
EROS: (recargado en la pared) ¿Cuánto más te falta? Ya solo te queda una hora antes de que tu ceremonia comience.
JUN: (colocándose un encaje) Ya casi, solo me falta lo último.
EROS: (quejándose) ¡Rayos…! Te la pasaste desde el mediodía hasta las nueve de la noche jugando, y se te olvidó preparar tu ropa para la ceremonia.
JUN: (burlona) Pero sí terminé todos mis pendientes. Además, ya tenía pensado qué ponerme.
EROS: (quejándose) Eso es cierto. Bueno, qué más da, esto es más sencillo.
JUN: (alegre) Listo, ya estoy lista. Ya puedes pasar.
Eros entra a la habitación de Jun y se para en seco al ver a Jun, que viste un yukata morado con patrones de pétalos rosados.
JUN: (alegre) ¿Cómo me veo?
EROS: (sorprendido) En verdad te gustan las flores. Pero te falta algo.
Eros saca de su bolsillo un pequeño broche de una sakura y lo coloca lentamente en el cabello negro de Jun.
EROS: (levantando el mentón de Jun, viéndola a los ojos) Es mi regalo de cumpleaños, espero que te guste.
JUN: (sonriendo) Sí, me encanta.
Se quedan unos instantes viéndose frente a frente, después Eros recobra la compostura.
EROS: (alejándose un poco) Bien, vámonos, tenemos que ir a ver a tu tío, me lo pidió.
JUN: (sonrojada y con sonrisa nerviosa) Sí, está bien.
Salen de la habitación, dirigiéndose al gran salón ceremonial.

ESCENA IV
Llegan a la habitación donde se llevara a cabo la ceremonia, preparándose antes de que arriben todos los invitados. De repente sale el tío de Jun.
TÍO: (extendiendo los brazos y gritando) ¡Sobrina, qué gusto de verte! ¿Estás lista? (Abraza a Jun).
JUN: (con sonrisa nerviosa) Sí, creo que lo estoy. (El tío la suelta).
TÍO: Te ves hermosa, como las flores en primavera, y como las estrellas que iluminan el cielo nocturno.
JUN: (sonriendo) Te lo agradezco.
TÍO: Jun, necesito decirte algo, pero tendrá que ser entre tú y yo (se queda mirando a Eros).
EROS: (sospechando) Lo entiendo.
TÍO: (sonriendo) Bien, te espero adentro, Jun. Eros, deberías prepararte tú también para la ceremonia.
EROS: (serio) Ya lo estoy. (Le sostiene la mirada al tío).
TÍO: (serio) Entonces date una vuelta en el palacio. Te regresaré a Jun en unos instantes.
Eros se queda mirando a Jun y regresa fijamente la mirada al tío.
EROS: (irritado) Vuelvo en un instante, de acuerdo, Jun.
Jun mueve la cabeza afirmando, mientras que Eros se da la vuelta y se va caminando por el pasillo.
TÍO: Vamos, sobrina.
Entran los dos al cuarto ceremonial.
TÍO: (con voz sarcástica) Es una lástima que tus padres no estén aquí, Jun. Estarían orgullosos de ti.  
JUN: (agacha la cabeza) Gracias. Sí, los extraño mucho.
El tío abraza de nuevo a Jun y de la manga saca la pequeña daga.
TÍO: (con voz sádica) Dime, ¿quisieras volverlos a ver…?
JUN: (triste) Sí, sí quisiera…
TÍO: (con voz sádica) Entonces, déjame darte eso como tu regalo de cumpleaños…
JUN: (mirándolo) ¿Eh...?
El tío se prepara para clavarle la daga en la espalda, cuando se escucha un grito en la habitación.
 EROS: ¡Jun, abajo! (Saca su espada y corre a ayudar a Jun).
Jun se agacha y el tío retrocede.
EROS: (enfrente de Jun, con la espada empuñada) ¡Sabía que tenías algo planeado, no te dejare que lo vuelvas a hacer…!
JUN: (sorprendida) ¿Volverlo a hacer…?
EROS: (irritado) No te lo quise decir, Jun, pero este monstruo mató a su propio hermano.
JUN: (sorprendida) ¿Qué?
EROS: (molesto) No te lo quería decir para no lastimarte más, pero vi cómo tu tío hacía un pacto con el clan asesino para que matara a tus padres. Los vi cuando regresaba de las clases de uso de espada, en la entrada principal del palacio.
JUN: (retrocediendo, con lágrimas en los ojos) ¿Es eso cierto?
TÍO: (sonriendo con malicia) No podía dejar que mi hermano mayor se quedara con toda la gloria, yo quería todo para mí. Pero en sus últimos momentos solo sonrió como siempre, y me dijo que te cuidara. Sin embargo, eso ya ha llegado a su fin, ¡yo lo quiero todo!
Eros y el tío de Jun se enfrentan en una pelea brutal con las espadas, pero Jun se queda inmóvil unos instantes. Se escuchan crujidos en las paredes y Jun observa que su tío alcanza a cortar el brazo de Eros, por lo que decide tomar un arco y flechas que se encuentran en la habitación que le pertenecía a su padre y representaban un tesoro familiar. Prepara una flecha y la apunta a su tío
TÍO: (burlón)  ¿Qué crees que haces, Jun? Tú no sabes usar eso.
JUN: (con lágrimas en los ojos y molesta) ¡Por supuesto que sé usarlo! Mi padre me enseñó.
Jun se coloca al lado de Eros.
TÍO: No sé por qué no te maté desde el principio. Fue el hecho de que cumplí la última voluntad de mi hermano, pero ya es suficiente.
El tío saca otra espada que tenía escondida en su espalda. Pero antes de dar un paso se queda inmóvil, se hinca y cae al piso, dejando ver varios cuchillos clavados en su espalda. Tras él aparece un hombre con ropa rasgada. Jun y Eros apuntan sus armas contra él.
JEFE DE LOS ASESINOS: No te preocupes, no te haremos nada, solo que el tiempo del trato acaba de llegar a su límite. Son las diez.
EROS: (cubriéndose el brazo) ¿Trato? ¿Qué trato?
JEFE DE LOS ASESINOS: Para pagarme. Sin embargo, no lo hizo.
JUN: (apuntando el arco y flecha hacia él) ¿Cuál era el pago?
JEFE DE LOS ASESINOS: Tu cabeza… (Toma la daga) Todo acabó…
Desaparece el hombre, dejando solos a Jun y a Eros. Este se hinca.
JUN: (suelta el arco y la flecha) ¿Qué te pasa?
EROS: (sudando un poco) La daga… creo que tenía veneno.
JUN: (entra en pánico) ¿Qué hago? (Mira a su alrededor y ve una pequeña caja en el piso, donde se encontraba el hombre misterioso. Corre hacia la caja y ve que contiene hierbas trituradas con agua).
EROS: (sudando y tapando la herida con su mano) Eso… es el remedio para el veneno…
JUN: (voltea rápidamente) ¿En serio? (Corre hacia Eros, se hinca y con los dedos unta un poco de remedio en la herida).
EROS: Con eso estará bien. (Mira a Jun) Pensé que te pasaría algo. (Con voz seria) No quise perder a otra persona preciada para mí…
JUN: (le regresa la mirada y la mantiene) Yo tampoco. Eres lo único que me queda.
EROS: Al igual que a mí, eres lo que yo más quiero. (Toma a Jun y la abraza fuertemente). Déjame quedarme contigo.
JUN: (abraza a Eros) Entonces hazlo, quédate.
Se cierra el telón.

Familia metalera


César Ramírez Villarino


PERSONAJES
  • Nirvana: 15 años. En todo momento vestida de reggaetonera.
  • Metallica: 20 años, hermana de Nirvana. Usa una camiseta negra de alguna banda de rock pesado, y jeans negros rotos, muy pegados al cuerpo.
  • Mamá hardcore: Toda su ropa es negra. Usa delineador de ojos y labial negro.
  • Papá hardcore: Toda su ropa es negra. También usa delineador negro.

ESCENA 1

El cuarto de una adolescente. La cama está distendida y en ella hay revistas. La puerta está cerrada. Se escucha la canción "Roba novios", de Las Culisueltas.

NIRVANA: (sosteniendo un cepillo como micrófono, bailando)
Hoy te voy a contar una historia,
pero no la escucharon de mí, no, no, no.
Tengo una amiga peligrosa,
que anda suelta por ahí...
No voy a decir su nombre,
porque su cara lo dice todo...
Nirvana sigue cantando, sin notar que su madre entra.

MAMÁ HARDCORE: (observando a Nirvana, perpleja) ¡Hija! (Sale de la habitación corriendo. Regresa unos segundos después, con el padre de la mano. Señala a su hija; al papá). ¡Mírala! ¡No puedo creer que esto esté pasando!

PAPÁ HARDCORE: (muy sorprendido, enojado) ¡Hija! ¡¿Qué crees que estás haciendo?!

NIRVANA: (deja de cantar y baja el volumen de la música) Cantando, papá. Duh.

MAMÁ HARDCORE: ¿Se puede saber qué clase de música estás oyendo?

NIRVANA: Es “Roba novios”, mamá. Mi reggaetón favorito. O sea, todos mis amigos lo escuchan.

MAMÁ HARDCORE: (molesta) ¿Tú crees que permitimos esa clase de música en este hogar, Nirvana Evanescence Pink Floyd?

PAPÁ HARDCORE: Pensábamos que eras mejor que esto.

NIRVANA: (apática) ¿Entonces, según ustedes, ya no puedo escuchar el reggaetón que me gusta?

MAMÁ HARDCORE: Así es. No quiero volver a escuchar ese... ese ruido.

NIRVANA: Amá, no manches. A mí me gusta esta música.

MAMÁ HARDCORE: Eso no es música, Nirvana. Eso es basura. No te criamos para que escucharas esta clase de cosas.

PAPÁ HARDCORE: Toda la vida te hemos inculcado escuchar rock de calidad, pequeña... ¿Qué pasó?

MAMÁ HARDCORE: (interrumpiendo al papá) Y más vale que no vuelvas a poner esa música... ¡Ni escucharla! ¿Me entendiste?

NIRVANA: (voltea los ojos) Sí, mamá.

MAMÁ HARDCORE: La próxima vez que te vea cantando algo así, estarás castigada. Estás advertida. (Sale).

PAPÁ HARDCORE: (se acerca a ella, le toma la mano) Hija, entiendo que a veces te gusta llevarnos la contraria, pero... El reggaetón es peligroso, Nirvana. Destruye vidas. Sólo... piensa en eso, ¿sí? (Sale).

Nirvana conecta audífonos a su teléfono y se los pone, mientras canta en voz baja.


ESCENA 2

El cuarto de los padres. Hay una cama en el centro, con cobijas negras, y ambos padres están sentados en la cama.

PAPÁ HARDCORE: ¿Cómo te fue en el trabajo, amor?

MAMÁ HARDCORE: (dudosa) Pues, en el trabajo, bien... Pero... ¡es que no puedo estar tranquila sabiendo que a nuestra hija le gusta el reggaetón...! ¡Incluso lo estaba cantando! ¿No te preocupa?

PAPÁ HARDCORE: Bueno, la idea no me agrada en absoluto, y de hecho me molesta mucho el reggaetón, pero...

MAMÁ HARDCORE: ¿Pero qué? ¿Vas a permitir que siga escuchando eso? ¡No es metal! ¡No es rock! ¡Es basura!

PAPÁ HARDCORE: (calmando a su esposa) No, no es eso lo que iba a decir. No puedo dejar que se vaya por el camino del reggaetón así como así: vamos a explicarle por qué el metal es mejor. Pero, si no la convencemos... ¿entonces qué? No podemos forzarla. Es nuestra hija, y tenemos que aceptarla como es, ¿no lo crees?

MAMÁ HARDCORE: (cediendo un poco) Pues sí, pero aun así tenemos que hacer algo, y rápido. Esto no se puede quedar así. No podemos solo quedarnos sentados viendo cómo nuestra hija empieza a... (traga saliva) cantar reggaetón, y (con mucho desprecio)... perrear.

PAPÁ HARDCORE: Estoy totalmente de acuerdo. Tenemos que recordarle de dónde viene, y cómo es la buena música. Seguro que entenderá una vez que le recordemos lo bueno que es el rock.

MAMÁ HARDCORE: (asintiendo) Y que lo digas. ¿Sabes qué? Mañana mismo llamaré a su hermana para que venga y hable con ella. Con un poco de suerte la hará entrar en razón.

PAPÁ HARDCORE: Espero que sí.


ESCENA 3

En la sala de la casa. Los sillones son negros, y la mesa de centro también es negra. En ella hay un florero con una rosa, también negra. Los padres y Metallica están sentados en un sillón. Nirvana, en el otro.

NIRVANA: (con audífonos) ¿Qué pasó, papás?

PAPÁ HARDCORE: (tras un silencio) Hija... Tu madre y yo hemos estado platicando acerca del... "incidente" del otro día.

NIRVANA: (confundida, se quita los audífonos) ¿"Roba novios"? Pero yo...

PAPÁ HARDCORE: (interrumpiendo) Nirvana, entendemos que los chicos de tu edad pasan por etapas. Etapas de rebeldía o de probar cosas nuevas. Pero en esta casa no podemos permitir que vayas tan lejos. El reggaetón destruye vidas, cariño. Te lo hemos dicho.

NIRVANA: (voltea los ojos) ¡Ay, papá! ¡Sólo es música!

PAPÁ HARDCORE: (enojado) ¿Por qué no puedes ser como tu hermana? Metallica nunca se dejó seducir por la música asquerosa que a ti te gusta. Y, sí, tuvo su etapa pop y de escuchar Los 40 Principales, pero eso era una fase. Hija, no te arriesgues a entrar al mundo del reggaetón y no poder salir.

METALLICA: (con voz calmada) Nirvana, entiendo que quieras liberarte, pero ¿no crees que estás yendo muy lejos?

NIRVANA: (se levanta del sillón) No, no lo creo. ¡Nunca me he sentido parte de esta familia! ¡Nunca me ha gustado el metal, y nunca me gustará! ¡Preferiría escuchar silencio a escuchar esa horrible música que a ustedes les gusta! (Sale de la sala dando un portazo).

Mamá hardcore se cubre el rostro con las manos, llorando.

METALLICA: (consolando a mamá) No llores, mamá. Seguramente no hablaba en serio. Ya se le pasará.

MAMÁ HARDCORE: (angustiada) ¡¿Y si no lo hace?! ¿Qué pasa si no es una fase? ¿Qué pasa si no logramos convencerla?

PAPÁ HARDCORE: (consolando a su esposa) Ya, no te preocupes. Es bastante malo, pero si no deja de escuchar eso, no tenemos otra opción más que aceptarla. Sigue siendo nuestra hija... o una versión menos hardcore de ella.

METALLICA: (con seguridad) Mi papá tiene razón, mamá. A mí tampoco me gusta en absoluto la idea de que mi hermana escuche cosas así, pero hay casos en los que no se puede hacer nada para cambiar a los hijos. La música lo es.

MAMÁ HARDCORE: (un poco convencida) Pues, supongo que sí. Pero, ¿ahora qué hacemos? ¿La dejamos que siga con ese ruido que llama música?

PAPÁ HARDCORE: (pensativo) Mh... Propongo que empecemos a investigar un poco acerca de esa música.

Metallica y la mamá lo miran confundidas, como si estuviera loco.

PAPÁ HARDCORE: (explicándose) Sí, puede que suene raro, pero si queremos recuperar a nuestra Nirvana, debemos entender antes en qué se ha metido, ¿no?

MAMÁ HARDCORE: (aceptando la idea) De acuerdo, hagamos eso. (Salen).


ESCENA 4

El mismo cuarto de la primera escena. Nirvana está sentada en su cuarto, y se está quitando los zapatos y los accesorios.

MAMÁ HARDCORE: (detrás de la puerta, tocando) Nirvana, ¿podemos pasar? Queremos hablar contigo.

NIRVANA: (despreocupadamente) Sí, pasen.

Entran Metallica, papá y mamá.

METALLICA: (tras un silencio) Nirvana... (Se acerca a ella, se sienta en la cama a su lado). Estuvimos hablando y decidimos que tal vez juzgamos mal a ti y a tu música. A papá, a mamá y a mí nos gusta el metal, pero, si a ti no te gusta... Bueno... Lo que quiero decir es que nuestros padres reconsideraron y creen que quizás están siendo muy rígidos contigo...

MAMÁ HARDCORE: (interrumpiendo) Hija, lo sentimos si fuimos muy bruscos al pedirte que dejaras esa música... Es sólo que queremos lo mejor para ti, y a veces no pensamos en qué es lo que tú quieres...

NIRVANA: Sí, mamá, pero...

PAPÁ HARDCORE: (interrumpiéndola de nuevo) Incluso investigamos un poco acerca del reggaetón y eso que te gusta. Ya sabemos quién es J. Balvin y las Wachiturras, y todo.

NIRVANA: Papá, eso es genial, pero es que...

MAMÁ HARDCORE: (abrazando a su hija) Decidimos darte una oportunidad a ti y a tu música, hija. ¡Está bien que quieras escuchar eso! ¡Te aceptamos! Peleamos, nos arreglamos, nos mantenemos en esa pero nos amamos, ¿verdad?

NIRVANA: (débilmente devolviendo el abrazo) Mamá, qué bien, pero...

PAPÁ HARDCORE: (uniéndose al abrazo) ¿Qué importa si no te gusta el metal? ¿Qué importa si te gusta el reggaetón? ¡Está bien!

NIRVANA: (frustrada porque no la escuchan) Sí, ya sé, pero lo que quiero decir es que...

METALLICA: (abrazándola también) ¡Si necesitas reggaetón, dale!

NIRVANA: (exasperada, gritando) ¡Ya basta!

MAMÁ HARDCORE: (confundida) ¿Qué pasa, cielo? ¿No era esto lo que querías?

NIRVANA: (explicándose) Sí, digo... Es genial que al fin me acepten, pero... ya no me gusta el reggaetón.

MAMÁ, PAPÁ Y METALLICA: (al unísono) ¡¿Qué?!

NIRVANA: Es que, no sé. Me cansó y ya. Es muy movido para mí.

PAPÁ HARDCORE: (molesto) ¿Entonces investigamos acerca del reggaetón para nada?

MAMÁ HARDCORE: (molesta) ¡Hasta escuchamos canciones de esas feas!

METALLICA: ¡Hasta aprendimos a perrear!

NIRVANA: (algo incómoda) Bueno, no tenían que hacer eso... (Feliz) Pero me alegra mucho saber que lo hicieron por mí. ¡Nunca creí que me fueran a aceptar! ¡Creí que me odiarían por ser diferente!

PAPÁ HARDCORE: Nunca podríamos odiarte, Nirvana... Eres nuestra hija.

MAMÁ HARDCORE: Te amaremos siempre, sin importar lo que pase o lo que escuches.

NIRVANA: (conmovida) Gracias, papás. Yo también...

METALLICA: (interrumpe) Oye, oye, espera... ¿Eso significa que ya te gusta el metal?

NIRVANA: (tras una pausa, suspira) Ah... Eso es otra cosa que les quería decir...

METALLICA: ¿Qué pasa?

NIRVANA: ...Ahora me gusta la música indie. (Se pone un choker rosa y una corona de flores).

Empieza a sonar "Summertime sadness", de Lana del Rey. Canta) Kiss me hard before you go... Summertime sadness...

Los padres y Metallica se miran entre ellos, molestos, confundidos y preocupados. Esa música también la odian.

Telón

sábado, 10 de diciembre de 2016

Sigo atrapado…


Aidan Ismael Castro Caldera

Estoy abajo, muy abajo,
aquí ya no hay salida.
estoy yo aquí atrapado,
creo que no hay huida.

Aunque es oscuro
veo una puerta,
veo un campo de flores.
Escucho que una
me llama, pero solo
me dice horrores.

Veo monstruos por todos lados,
veo la sombra de un raro ser.
Ellos me tienen aquí encerrado,
no hay nada que pueda hacer.

Pero es extraño,
me tratan bien,
cuando me alejo
me dicen “ven”.

Sigo con  miedo,
sigo alterado,
pero ellos me quieren,
yo les agrado.

¡Qué bello mundo!


Carlos Adrián Galaviz Pimentel

Una esfera azul, llena de vida y maravillas
con ríos, lagos y océanos que reflejan
la hermosura de sus maravillosos paisajes
y el color verde que cautiva nuestras miradas

Los paradisiacos escondites que contiene
la bellísima flora y fauna que lo decoran
y las impactantes estructuras de sus ciudades
¡Pero qué bello mundo!

Lleno de tantas personas con gran intelecto
que logran asombrosos avances en la vida
todo para volver este mundo perfecto
¡Pero qué bello mundo!

Ahora llamas infernales veo emerger
gloriosas urbes se colapsan hasta perecer
gritos de sufrimiento perforan mis oídos
¡Pero qué bello mundo… hemos destruido!