martes, 4 de junio de 2019

Final de Halcones vs. Imperial 2013



Un 2 de noviembre, después de tantos juegos, llegó la final contra Tigers de Imperial. Todo el equipo se alistaba abrochándose las hombreras, los cascos y las fundas. Antes de irnos a calentar, el coach nos revisó uno por uno, para que no corriéramos riesgo de lastimarnos. Mi casco estaba abrochado, mis hombreras ajustadas y mis taquetes apretados: ya estaba listo para golpear.

Cuando todo el equipo estuvo listo nos fuimos a calentar en el campo de béisbol que está detrás del de futbol americano. Primero dimos tres vueltas al campo y después nos formamos; calentamos todo el cuerpo: piernas, brazos, y cuello. Cuando quedaban dos minutos para el partido, el entrenador nos llamó para rezar y hablar de la estrategia. Terminamos y nos fuimos al campo de americano.

Al llegar los árbitros llamaron a los cuatro capitanes, para realizar el volado que decidiría quién recibiría el balón y quien patearía. A nosotros nos tocó recibir en la primera mitad, así que entró el equipo de regreso de patada.

Nuestro corredor tomó el balón y corrió hasta la yarda 30, donde un jugador del otro equipo lo detuvo. La ofensiva entró. Como primera jugada usaron una corrida, con la que lograron seis yardas. Después de otras tres jugadas no logramos un primer y diez, así que pateamos. El corredor de ellos estaba un poco lastimado, así que no obtuvieron yardas en la primera jugada. En la segunda jugada lanzaron un pase que terminó en intercepción, así dejándonos con el balón en la yarda 50. Después de varias jugadas no logramos nada.

El primer cuarto había finalizado con el marcador a cero por parte de ambos equipos. Era nuestro turno en la ofensiva y se encontraban en la yarda 60. Con una corrida avanzamos veinte yardas, acercándonos, más a la zona de anotación. Después vino una corrida y por fin se logró un touchdown. Intentamos la patada de punto extra, pero no logramos meterla, colocándonos 6 a 0 en el marcador.

Después de la patada era el turno de la ofensiva de los Tigers; quedaba poco tiempo antes de que finalizara la primera mitad. En la primera jugada lanzaron un pase, que logró atrapar el receptor, haciendo un primer y diez. Después vino una corrida, que también logro un primer y diez y un avance extra de seis yardas. Lamentablemente para ellos, las cuatro siguientes jugadas no lograron nada. Agotado el tiempo del segundo cuarto, los dos equipos fuimos a descansar.

Todo el equipo se hidrataba con Gatorade, agua y otras bebidas energéticas, y dulces como chocolates y naranjas, mientras descansábamos. Los coaches nos hablaban de cómo lograr parar más fácilmente la ofensiva del otro equipo y cómo avanzarle. Como sólo nos daban quince minutos y ya casi terminaban, algunos de mis compañeros fueron corriendo al baño.

Empezaba la segunda mitad y era nuestro turno patearle el balón a los Tigers. Pateamos y corrieron hasta la yarda 40 de su lado. Como primera jugada hicieron una reversible, con la que corrieron siete yardas; después mandaron un pase, que fue incompleto, y así dos jugadas, mas no consiguieron nada y tuvieron que patear.

Pasaron otra serie de nosotros y nada. Así pasó el tiempo; ellos, nosotros y nadie anotaba o hacía una patada. El coach de ellos, que era un hombre fuerte, grande y de color, se veía un poco molesto y frustrado de que su equipo no estuviera logrando anotar ni un punto.

El tercer cuarto tenía fin, y el cuarto empezaba con el marcador 6 a 0, a favor de Halcones. Era el turno de nuestra ofensiva para intentar sacar puntos. Parados en la yarda 40 del lado de Tigers, el coach mandó una corrida que sacó quince yardas; después mandó una reversible, que desafortunadamente no obtuvo avance. El coach mandó un pase, la ofensiva sacó la jugada, el receptor corrió hacia la zona de anotación, el quarterback lanzo el pase y ¡touchdown para Halcones! Esperábamos meter el punto extra, pero tampoco hubo suerte esta vez.

Quedaban unos cinco minutos de juego. Pensábamos tener resuelto ese juego y pateamos. Recibieron, pero no corrieron; prefirieron quedarse donde cayó el balón. Se veían frustrados, porque el tiempo se agotaba y necesitaban anotar dos touchdowns, y eso era casi imposible. Con una corrida no avanzaron, con un pase tampoco. Ya no podían hacer nada porque tenían los ánimos bajos, supongo yo.

Realizada su pobre serie despejaron el balón. En las gradas ya se escuchaban los gritos de victoria, mientras que en el otro lado solo se escuchaba el silencio por no haber logrado anotar. La ofensiva solo entró e hicieron dos corridas, una que terminó en primera y diez. Quedando solo un minuto el quarterback se arrodilló tres veces, y así finalizó el partido.

Por tercera vez consecutiva quedamos campeones de la liga Pop Wagner zona del Valle imperial. Todos corrieron hacia el trofeo. Algunos agarraron los iglús de agua y se los arrojaron a los coaches. El director de la liga llamó a los dos equipos para coronarnos. Fuimos y nos otorgaron una medalla a cada uno del primer lugar, y, claro, una del segundo al otro. También nos dieron un trofeo grande de primer lugar. Así ganamos el tricampeonato.



Un viaje de escuela (lleno de aventuras y buenos momentos) a Belmont Park



Al estar en el salón número 4 del Instituto Salvatierra entraron el profesor Morgan y la maestra Ruth Araiza (aunque nosotros le decimos Cuqui de cariño), a explicarnos y darnos los requisitos del viaje al parque Belmont Park, de San Diego.

Nos especificó muy bien la hora de salida, que de hecho era en la mañana. A las 4:00 a.m. debíamos encontrarnos en el cruce peatonal que está en contraesquina con el Hotel del Norte, y al cruzar nos veríamos en Sam Ellis.

En el momento de subir al camión varios amigos se organizaron para ver con quién irse durante el camino. Yo me fui con mi amigo Carlos García, porque nos llevamos muy bien los dos. Con él se agarra curada y es muy fácilmente ponerse de acuerdo.

Por fin arrancó el camión y todos se pusieron contentos, aunque no duramos mucho en él. Como todos tenían hambre por lo temprano que era, los coordinadores Morgan y Cuqui nos llevaron al famoso Jack In The Box.

Todos desayunamos muy a gusto. Yo, por mi lado, me comí cinco de los ricos tacos del restaurante Jack, y por cierto una soda Dr. Pepper muy refrescante. Después continuamos nuestro viaje.

Llevábamos cerca de tres horas en el autobús, pero no de aburrimiento, ya que todos mostraban cara de asombrados por el hermoso paisaje que atravesábamos yendo a Belmont Park.

“Parece que vamos volando”, dijo mi amigo Abel Gaspar, cuando vimos unas grandiosas y blancas nubes muy cerca de nosotros. Un poco más al frente Carlos exclamó: “¡Miren, es Sea World, y a un lado está nuestro destino!”.

¡Llegamos a Belmont Park! Y lo primero que nos dijeron los maestros fue: “Ustedes ya están grandes y son responsables, así que nos veremos todos en este lugar en nueve horas, ya pueden divertirse”. Todos gritaron de satisfacción y se bajaron.

El clima era perfecto, hacía un fresco aire con un cálido sol. Las personas que se paseaban ahí disfrutaban del mar, la arena, el sol y los juegos mecánicos. Justo lo que íbamos a hacer nosotros.

Abel, Calos y yo decidimos ir primero a la montaña rusa; pero antes nos pusimos nuestros trajes de baño, para estar cómodos. Nos subimos quince veces, ya que era muy divertida y adictiva. Seguimos turisteando y platicando de lo bien que la pasábamos, para luego ir a comer.

Otro juego mecánico al que subimos fue el que gira muy rápido y luego te balancea hacia los lados. Esa atracción tenía mucha adrenalina. Al terminar el tiempo de girar y girar, vimos que habían abierto las pistolas láser. Compramos pases ilimitados y jugamos Guerras Láser por un buen rato.

El maestro Morgan nos propuso: “Hay que ir a rentar bicicletas para pasearnos por los alrededores del parque. ¿Qué les parece?”. Todos le respondieron con un sí. Fuimos a la tienda y pagamos diez dólares por dos horas, las cuales aprovechamos muy bien.

Nos quedaba una hora para luego regresarnos, y a donde no habíamos ido era al mar y al minigolf. Entonces dijimos que estaría bien ser golfistas por treinta minutos y el resto del tiempo nadadores. Jugar minigolf fue algo fuera de lo común, fueron 18 hoyos muy entretenidos y un ambiente muy amigable. Yo salí victorioso de una de las tres rondas que competimos.

Finalmente, Abel, Carlos y yo fuimos a refrescarnos nadando en la playa, y jugamos vóleibol con una pelota que me gané en un juego de feria. Pasando los treinta minutos nos dimos un regaderazo, juntamos nuestras cosas y nos subimos al camión, para volver a Mexicali.

Cabe decir que aquel 22 de junio de 2013 fue uno de los mejores y más divertidos días que pasé en convivencia con mis amigos del Instituto Salvatierra, esperando que se vuelva a repetir un viaje como ése.


Perdimos, pero ganamos



Me levanté un sábado en la mañana un poco nervioso, por cierto, pero decidido, pues era la gran semifinal en casa contra los grandes Jaguares, en el deporte de futbol americano.

Pasaron horas y ya eran las cinco. Tenía que estar en el campo a las cinco y media.

Ya estaba listo para el partido. Llegué y empezamos a tirar pases, a calentar y mover un poco las piernas. Soy receptor y me encargo de atrapar los pases. Era titular, entonces no era fácil mi puesto.

Empezó el partido, ya eran las siete. Dos de los mejores se lesionaron, ahí fue cuando sentí toda la presión en mí. Debía dar todo lo que tenía. Eran puras corridas, nada de pases. El marcador iba en empate y estábamos a punto de anotar, todo iba muy bien.

Mandaron una corrida a mi amigo David. Comenzó la jugada y no me fijé en el balón, pues yo tenía que cubrir. Volteé y vi que le arrebataron el balón a David, Jaguares corrió y metió anotación. El equipo bajó la cabeza, pues íbamos perdiendo por seis puntos, o sea una anotación.

Como siempre mandaron corrida, no era sorpresa.

Después el coach le dijo a mi amigo Nenito, que es el quarterback, que en clave Morse me dijera que sería pase. Lo dijo, al fin un pase y era para mí. Empezó la jugada, luego atrapé el balón. Corrí, me llegó uno y lo burlé con una vuelta. Llegaron dos más y no pude. Me sentí bien con mi avance de al menos 35 yardas.

Estábamos a punto de anotar y le pedí a mi coach que me mandara un pase. Me dijo que no y que no le dijera qué hacer, pues estaba enojado por cómo iba el marcador. Le mandó el pase a alguien más. Jaguares lo interceptó y ahora nos iban ganando por doce puntos.

Todos creían ese juego perdido, pero yo no. Mandaron más corridas y más corridas. Logramos avanzar mucho, me mandaron un pase y lo atrapé. Todo iba muy bien. A punto de anotar mandaron una corrida y metimos anotación. Ahora solo faltaba otra anotación para ganar el partido.

Les tocaba a ellos, tenían la pelota. La defensiva hizo un gran trabajo. Los pararon y Jaguares no pudo meter anotación. No lo podíamos creer, pues faltaba poco, pero aún teníamos oportunidades de ganar ese partido.

Como ya era costumbre mandaron corridas. Llegamos a aproximadamente cuarenta yardas para lograr una anotación. Solo quedaban diez segundos en el reloj. Mandaron la jugada “el ojo del tigre”, esa jugada era un pase de muchas yardas. Esa jugada era para mí.

Mil cosas pasaron por mi mente: ¿qué sucedería si me tropezara?, ¿qué pasaría si no la atrapara?, ¿qué si la interceptaran?, etcétera. Pero nunca me rendí y puse la cabeza frente en el alto, pues ese juego todavía no se había acabado. Tenía mucha presión, pues ganar estaba en mis manos.

Iniciaron la jugada, corrí como nunca, me burlé a dos personas y venía la pelota en el aire. Corrí y brinqué, la atrapé. Después anoté. Volteé y lo primero que vi fue la gente, mis amigos, el equipo, coaches y muchas personas brincando, felices y festejando.

El árbitro sacó una bandera. En contra de nosotros mandó un castigo. Por algo que no hicimos anularon la anotación…

Mi esfuerzo fue para nada, todos sabíamos que ese réferi estaba mal. Incluso Jaguares sabía que era cierto.

Perdimos, hicimos lo de siempre: porra al equipo contrario y luego a nosotros. Nos reunimos con los coaches al final, ahí en el campo, todos juntos. Nos dijeron sus discursos de siempre, pero ningún discurso podría hacer que ese árbitro no hubiera sacado pañuelo. Todos empezaron a llorar.

Para mí, y seguramente para todo el resto del equipo, ese partido lo ganamos. Todos soltaron muchas lágrimas, pero yo no, porque sabía que eso era anotación y que había dado mi cien por ciento y aún más. Me fui satisfecho de mi trabajo y de todo lo que mostré en el campo, porque ese partido lo perdimos, pero ganamos.



lunes, 3 de junio de 2019

Todo, por el pay



El rally 2013 empezaba, cada grupo tenía que contestar y encontrar lo que se nos pedía. Para eso nuestro salón debía tener una casa base, así que mi compañero Abel se ofreció a poner su casa. El 22 de marzo fuimos allá para contestar todo.

Más de medio salón estaba en la casa base, así que decidimos empezar a contestar el cuestionario que se nos pidió. Pero eran demasiadas preguntas, y decidimos separarnos en grupo. A mí me tocó con mis compañeros Jesús Burboa, Naomi Vásquez, Andrea Espinoza y Valeria Olmedo. A nosotros nos tocó conseguir pay de calabaza.

Salimos de la casa base y todo mi grupo –que es decir, nosotros cinco– nos fuimos caminando al Oxxo para buscar el pay. Al llegar no hallamos el pay. Decidimos ir al 7-Eleven, porque pensamos que lo íbamos a encontrar ahí.

Cuando nos fuimos vimos que el 7-Eleven se encontraba del otro lado de la calle. Pasaban muchos carros y las niñas no la querían cruzar, porque tenían miedo a los carros. Burboa y yo sí queríamos, también Naomi, pero las demás le dijeron que no, que Burboa y yo nos cruzáramos sin ellas.

Así que nosotros dos decidimos cruzarnos sin ellas tres, pero les dijimos que nos iban a tener que esperar en el estacionamiento del Banco Santander. Jesús y yo nos cruzamos, llegamos al 7-Eleven. No encontramos ningún pay, pero sí vimos a un trabajador grande y gordo comiendo un hot-dog, y nos empezamos a reír.

Ya que nos encontrábamos en el 7-Eleven decidimos comprarnos una nieve cada uno con el dinero del pay, porque hacía mucho calor. Nos regresamos al estacionamiento, pero no hallamos a ninguna de nuestras compañeras y pensamos que habían ido al Oxxo por algo.

Decidimos esperarlas ahí, creyendo que iban a regresar por nosotros, así que nos quedamos en el estacionamiento. Las esperamos ahí poco más de media hora. Pero en el estacionamiento estaba un vagabundo que le decían Torero, y nos dio miedo porque empezó a gritar y a decir groserías, y después empezó a comer espagueti del suelo.

Después de la media hora de esperar decidimos irnos, pero no sabíamos si a la casa o la papelería, porque pensábamos que tal vez estarían comprando algo. Yo decía que a la casa, pero Burboa decía que a la papelería.

Al final decidimos ir a la papelería, pero estaba lejitos, así que nos pusimos a caminar. Pero en medio camino nos empezó a seguir un perro. Nos asustamos y empezamos a correr, pero nos dejó de seguir gracias a la rapidez de Burboa. Yo apenas alcancé, porque no corro rápido como él.

Seguimos caminando. Lo malo fue que se nos acabó la nieve y nos pusimos tristes.

Cuando llegamos a la papelería al fin las encontramos. También nos estaban buscando y les preguntamos por qué se habían ido. Nos contaron todo lo que pasó.

Después el papá de Abel nos llevó a la casa de vuelta. Cuando llegamos todo el salón nos empezó a decir muchas cosas, mientras que Jesús y yo nos estábamos riendo. Después de eso ya no nos dejaron salir, nomás podíamos ayudar dentro de la casa.

Al final, después de todo, casi no entregamos nada de lo que se nos pidió, y perdimos. Nos echaron la culpa a Burboa y a mí porque tardaron mucho buscándonos, pero nosotros dos nos divertimos y nos reímos mucho. Lo malo es que ahora todos se burlan y nos echan la culpa de haber perdido.


Con la misma ropa, "Twin Day"



En el patio de la escuela se encontraban muchos pares de secundarianos vestidos de igual forma, que caminaban juntos y otros en grupos de 3, 4, 5, todos revueltos.

La música resonaba en los altavoces a todo volumen, y ésta era dirigida por un profesor de física, Dj Polloe, debido a que tiene experiencia, pues trabaja en una estación de radio. 

El concurso de Twins ya había empezado, y varias parejas de alumnos con la misma ropa, algunos medio descombinados, con ropa muy colorida o hasta con sombreros, desfilaban por la última cancha del fondo, que es la de voleibol, y daban un recorrido por el contorno de ésta saludando y exagerando movimientos.

Los espectadores observaban, aplaudían y hacían ruido con lo que podían para animar a sus compañeros…¡Hey guapos!...”, se escuchaba decir a las mujeres, mientras que de los hombres oíamos lo que parecían nombres y uno que otro ¡Eaaaahhh…!”.

El evento se llevó acabo en la secundaria Instituto Salvatierra el viernes 11 de abril de 2014, un día antes de salir de vacaciones de Semana Santa.

El evento fue organizado por y para estudiantes. La competencia se realizó con el fin de obtener puntos para su grupo, los cuales se contarían el día del rally, que se lleva a cabo al final de ciclo escolar y consiste en una serie de juegos deportivos, con agua o simplemente actividades recreativas en equipos, para obtener un premio sorpresa. Para participar en el concurso de Twins se debían portar como mínimo siete prendas iguales, contando zapatos, collares, pulseras, camiseta, pantalón y peinado (tener sombrero, diademas o ligas).

Ese día pudimos disfrutar de algunos beneficios, como tener un amplio recreo, usar aparatos electrónicosque por reglamento no está permitido llevarlos–, y de esa forma algunos pudimos tomar fotos, otros escuchar música de nuestra preferencia, e ir con los accesorios y la ropa de nuestra elección y no como nos indican. Era un día especial que solo sucede una vez por año y que todos esperan con muchas ansias, para poder convivir de una forma diferente y original con su mejor amigo o amiga.

Nada era silencio, todo diversión.

Mis amigos hablaban y se reían juntos, incluso los más serios. Yo gritaba cada vez que alguien modelaba enfrente, tratando de hacer el mayor alboroto posible. Acto seguido pedí a una amiga que me acompañara a comprar algo y en el camino nos habló el fotógrafo de la escuela, para que nos tomáramos una foto que iría a parar en la página de Facebook del instituto… Tardé mucho en convencer a mi amiga para que aceptara, puesto que no le gustan mucho esas cosas, pero por fin lo logré. Y, claro, después encontramos nuestra foto en las redes sociales.

Para concluir escogieron a los ganadores dependiendo de la algarabía que lograban de la multitud hacia ellos. Resultaron elegidas tres parejas (misteriosamente todas eran de tercer año) y de ellas se obtendría la pareja ganadora en una segunda ronda, una vez realizada la segunda pasarela.

Teacher Cuqui, teacher Morgan y teacher Nadia se dieron a la tarea de decidir, de una reñida y apretada competencia, quién sería la dupla que saborearía la victoria: las chicas del tercero B en primer lugar.