Un 2
de noviembre, después de tantos juegos, llegó la final contra Tigers de Imperial.
Todo el equipo se alistaba abrochándose las hombreras, los cascos y las fundas.
Antes de irnos a calentar, el coach
nos revisó uno por uno, para que no corriéramos riesgo de lastimarnos. Mi casco
estaba abrochado, mis hombreras ajustadas y mis taquetes apretados: ya estaba
listo para golpear.
Cuando
todo el equipo estuvo listo nos fuimos a calentar en el campo de béisbol que
está detrás del de futbol americano. Primero dimos tres vueltas al campo y
después nos formamos; calentamos todo el cuerpo: piernas, brazos, y cuello.
Cuando quedaban dos minutos para el partido, el entrenador nos llamó para rezar
y hablar de la estrategia. Terminamos y nos fuimos al campo de americano.
Al
llegar los árbitros llamaron a los cuatro capitanes, para realizar el volado
que decidiría quién recibiría el balón y quien patearía. A nosotros nos tocó
recibir en la primera mitad, así que entró el equipo de regreso de patada.
Nuestro
corredor tomó el balón y corrió hasta la yarda 30, donde un jugador del otro
equipo lo detuvo. La ofensiva entró. Como primera jugada usaron una corrida, con
la que lograron seis yardas. Después de otras tres jugadas no logramos un
primer y diez, así que pateamos. El corredor de ellos estaba un poco lastimado,
así que no obtuvieron yardas en la primera jugada. En la segunda jugada
lanzaron un pase que terminó en intercepción, así dejándonos con el balón en la
yarda 50. Después de varias jugadas no logramos nada.
El
primer cuarto había finalizado con el marcador a cero por parte de ambos equipos.
Era nuestro turno en la ofensiva y se encontraban en la yarda 60. Con una
corrida avanzamos veinte yardas, acercándonos, más a la zona de anotación. Después
vino una corrida y por fin se logró un touchdown.
Intentamos la patada de punto extra, pero no logramos meterla, colocándonos 6 a
0 en el marcador.
Después
de la patada era el turno de la ofensiva de los Tigers; quedaba poco tiempo
antes de que finalizara la primera mitad. En la primera jugada lanzaron un pase,
que logró atrapar el receptor, haciendo un primer y diez. Después vino una
corrida, que también logro un primer y diez y un avance extra de seis yardas. Lamentablemente
para ellos, las cuatro siguientes jugadas no lograron nada. Agotado el tiempo
del segundo cuarto, los dos equipos fuimos a descansar.
Todo
el equipo se hidrataba con Gatorade, agua y otras bebidas energéticas, y dulces
como chocolates y naranjas, mientras descansábamos. Los coaches nos hablaban de cómo lograr parar más fácilmente la
ofensiva del otro equipo y cómo avanzarle. Como sólo nos daban quince minutos y
ya casi terminaban, algunos de mis compañeros fueron corriendo al baño.
Empezaba
la segunda mitad y era nuestro turno patearle el balón a los Tigers. Pateamos y
corrieron hasta la yarda 40 de su lado. Como primera jugada hicieron una
reversible, con la que corrieron siete yardas; después mandaron un pase, que
fue incompleto, y así dos jugadas, mas no consiguieron nada y tuvieron que
patear.
Pasaron
otra serie de nosotros y nada. Así pasó el tiempo; ellos, nosotros y nadie
anotaba o hacía una patada. El coach
de ellos, que era un hombre fuerte, grande y de color, se veía un poco molesto
y frustrado de que su equipo no estuviera logrando anotar ni un punto.
El
tercer cuarto tenía fin, y el cuarto empezaba con el marcador 6 a 0, a favor de
Halcones. Era el turno de nuestra ofensiva para intentar sacar puntos. Parados
en la yarda 40 del lado de Tigers, el coach
mandó una corrida que sacó quince yardas; después mandó una reversible, que
desafortunadamente no obtuvo avance. El coach
mandó un pase, la ofensiva sacó la jugada, el receptor corrió hacia la zona de
anotación, el quarterback lanzo el
pase y ¡touchdown para Halcones! Esperábamos
meter el punto extra, pero tampoco hubo suerte esta vez.
Quedaban
unos cinco minutos de juego. Pensábamos tener resuelto ese juego y pateamos. Recibieron,
pero no corrieron; prefirieron quedarse donde cayó el balón. Se veían
frustrados, porque el tiempo se agotaba y necesitaban anotar dos touchdowns, y eso era casi imposible. Con
una corrida no avanzaron, con un pase tampoco. Ya no podían hacer nada porque
tenían los ánimos bajos, supongo yo.
Realizada
su pobre serie despejaron el balón. En las gradas ya se escuchaban los gritos
de victoria, mientras que en el otro lado solo se escuchaba el silencio por no
haber logrado anotar. La ofensiva solo entró e hicieron dos corridas, una que
terminó en primera y diez. Quedando
solo un minuto el quarterback se
arrodilló tres veces, y así finalizó el partido.
Por
tercera vez consecutiva quedamos campeones de la liga Pop Wagner zona del Valle
imperial. Todos corrieron hacia el trofeo. Algunos agarraron los iglús de agua
y se los arrojaron a los coaches. El director
de la liga llamó a los dos equipos para coronarnos. Fuimos y nos otorgaron una
medalla a cada uno del primer lugar, y, claro, una del segundo al otro. También
nos dieron un trofeo grande de primer lugar. Así ganamos el tricampeonato.
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