martes, 4 de junio de 2019

Un viaje de escuela (lleno de aventuras y buenos momentos) a Belmont Park



Al estar en el salón número 4 del Instituto Salvatierra entraron el profesor Morgan y la maestra Ruth Araiza (aunque nosotros le decimos Cuqui de cariño), a explicarnos y darnos los requisitos del viaje al parque Belmont Park, de San Diego.

Nos especificó muy bien la hora de salida, que de hecho era en la mañana. A las 4:00 a.m. debíamos encontrarnos en el cruce peatonal que está en contraesquina con el Hotel del Norte, y al cruzar nos veríamos en Sam Ellis.

En el momento de subir al camión varios amigos se organizaron para ver con quién irse durante el camino. Yo me fui con mi amigo Carlos García, porque nos llevamos muy bien los dos. Con él se agarra curada y es muy fácilmente ponerse de acuerdo.

Por fin arrancó el camión y todos se pusieron contentos, aunque no duramos mucho en él. Como todos tenían hambre por lo temprano que era, los coordinadores Morgan y Cuqui nos llevaron al famoso Jack In The Box.

Todos desayunamos muy a gusto. Yo, por mi lado, me comí cinco de los ricos tacos del restaurante Jack, y por cierto una soda Dr. Pepper muy refrescante. Después continuamos nuestro viaje.

Llevábamos cerca de tres horas en el autobús, pero no de aburrimiento, ya que todos mostraban cara de asombrados por el hermoso paisaje que atravesábamos yendo a Belmont Park.

“Parece que vamos volando”, dijo mi amigo Abel Gaspar, cuando vimos unas grandiosas y blancas nubes muy cerca de nosotros. Un poco más al frente Carlos exclamó: “¡Miren, es Sea World, y a un lado está nuestro destino!”.

¡Llegamos a Belmont Park! Y lo primero que nos dijeron los maestros fue: “Ustedes ya están grandes y son responsables, así que nos veremos todos en este lugar en nueve horas, ya pueden divertirse”. Todos gritaron de satisfacción y se bajaron.

El clima era perfecto, hacía un fresco aire con un cálido sol. Las personas que se paseaban ahí disfrutaban del mar, la arena, el sol y los juegos mecánicos. Justo lo que íbamos a hacer nosotros.

Abel, Calos y yo decidimos ir primero a la montaña rusa; pero antes nos pusimos nuestros trajes de baño, para estar cómodos. Nos subimos quince veces, ya que era muy divertida y adictiva. Seguimos turisteando y platicando de lo bien que la pasábamos, para luego ir a comer.

Otro juego mecánico al que subimos fue el que gira muy rápido y luego te balancea hacia los lados. Esa atracción tenía mucha adrenalina. Al terminar el tiempo de girar y girar, vimos que habían abierto las pistolas láser. Compramos pases ilimitados y jugamos Guerras Láser por un buen rato.

El maestro Morgan nos propuso: “Hay que ir a rentar bicicletas para pasearnos por los alrededores del parque. ¿Qué les parece?”. Todos le respondieron con un sí. Fuimos a la tienda y pagamos diez dólares por dos horas, las cuales aprovechamos muy bien.

Nos quedaba una hora para luego regresarnos, y a donde no habíamos ido era al mar y al minigolf. Entonces dijimos que estaría bien ser golfistas por treinta minutos y el resto del tiempo nadadores. Jugar minigolf fue algo fuera de lo común, fueron 18 hoyos muy entretenidos y un ambiente muy amigable. Yo salí victorioso de una de las tres rondas que competimos.

Finalmente, Abel, Carlos y yo fuimos a refrescarnos nadando en la playa, y jugamos vóleibol con una pelota que me gané en un juego de feria. Pasando los treinta minutos nos dimos un regaderazo, juntamos nuestras cosas y nos subimos al camión, para volver a Mexicali.

Cabe decir que aquel 22 de junio de 2013 fue uno de los mejores y más divertidos días que pasé en convivencia con mis amigos del Instituto Salvatierra, esperando que se vuelva a repetir un viaje como ése.


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