jueves, 13 de junio de 2019

Pequeño lector





A diferencia de los demás adolescentes de mi edad, a mí sí me gusta leer. Eso ha contribuido al vasto vocabulario que tengo y a mi intachable ortografía  (en su mayor parte, pues no soy perfecto). Aprendí a leer a muy temprana edad, como a los cuatro años; en el kínder ya leía textos adecuados para mí.
Entrando a la primaria, siempre se me facilitó muy bien la lectura en voz alta. Podría decir que era el mejor de mi salón leyendo. Empezando tercer grado comencé a visitar la biblioteca escolar y a retirar libros, para después conversar con la bibliotecaria sobre el contenido. En lo absoluto me ayudaba la lectura en la mejora externa de calificaciones académicas, lo hacía meramente por gusto.
Aproximadamente leí como cien libros en toda la primaria, la mayoría de drama, ciencia ficción o misterio. Reitero, me ayudó bastante a mejorar mi léxico y mi ortografía. Es por ello que se me facilitaba demasiado la escritura de todo tipo de textos como los que me pedían en la secundaria.
En esta última etapa mencionada, ya no sentí atracción hacia los libros, pues ninguno que veía me llamaba la atención, y consideraba innecesario seguir conociendo nuevas palabras e historias. Salvo por un escritor, Julio Verne; de él sí seguí leyendo muchas obras, tales como Viaje al centro de la Tierra, La vuelta al mundo en 80 días o La isla misteriosa, pues estos eran libros de ciencia ficción y ligeramente me interesaba seguirlos leyendo. Lo de los libros del autor antes mencionado ocurrió entre primero y segundo de secundaria. Los demás que leí fueron los impuestos por las clases de Español, como El Lazarillo de Tormes.
Posteriormente, en primer semestre de preparatoria, el profesor de Ética nos pidió que leyéramos una novela llamada Aristóteles y Dante, sobre dos muchachos con tendencias homosexuales entre ellos. También se nos indicó leer en Ciencias Sociales Un mundo feliz; ese lo leí a medias, porque me aburrió. En segundo semestre la maestra de Taller de Lectura y Redacción nos impuso un libro titulado #MásGordoelAmor; ese efectivamente lo leí porque me pareció interesante y con una buena trama.
Una gran obra que llegué a escribir en secundaria fue Iga, la hormiga, ganadora de una votación entre varias obras. La representamos los que la escribimos (Orlando López, Alejandro Ituarte y yo). Fue en la clase de Español del profe Carlos Gutiérrez. Respecto al Día de Muertos, escribí aproximadamente tres calaveras literarias. De la que me acuerdo más y que tengo ahí en mi casa es una que hice sobre el jugador de futbol Lionel Messi. Redacté demasiados textos en mis clases de Español y Literatura, entre ellos cuentos, autobiografías, artículos, etcétera.
El libro que menos me apeteció leer fue uno en la materia en inglés Culture and Globalization, el cual tiene como nombre The Juarez Murders. Desde la primera página no me gustó la historia que estaba tomando lugar, y opté por no leerlo. No me afectó mucho haber tomado esa decisión.
En conclusión, solo leo lo que me interesa, que son obras de ciencia ficción, drama, misterio e incluso terror.

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