martes, 4 de junio de 2019

Viaje a LACMA (Los Angeles County Museum of Arts)



Todos nos encontrábamos ansiosos hacienda fila en la garita para pasar a Caléxico, y para ser las cuatro de la mañana había bastante actividad.

Cruzamos a los Estados Unidos y caminamos un par de cuadras hacia la Sam Ellis, donde nos esperaban los autobuses. Abordamos y nos acomodamos para esperar a que todos cruzaran y llegaran al autobús, y, después de esto, a que la maestra Ana Lilia repasara la asistencia para tomar camino.

El viaje de ida se divide en dos partes y la mitad es la parada en una gasolinera; al igual, con el viaje de regreso.

La primera mitad del viaje fue callada y la acción en el autobús mínima. Pero eso no impedía que se oyeran los diminutos murmullos de pláticas que compartían las personas que no tenían sueño.

Al llegar a la estación de gasolina todos bajaron, algunos somnolientos, algunos con cara de aceleración y otros simplemente con el dinero en sus manos para comer algo.

Después de tres cuartos de hora, o un poco más, ya todos nos encontrábamos satisfechos adentro del autobús, listos para viajar tres o cuatro horas más hacia nuestro destino.

La segunda mitad del viaje fue vivaz, debido a que ya nadie iba dormido y todos hablaban en grupos, lo cual hacía que el ambiente fuera alegre y ligero.

Al llegar a nuestro destino en la ciudad de Los Ángeles –donde se había pronosticado un día nublado y lluvioso con tormenta–, el clima resultó ser todo lo contrario al que esperábamos, pues nos recibió una mañana soleada y un poco calurosa.

El maestro Arturo Hernández nos repartió los boletos para poder entrar a las exhibiciones en el museo, y un sticker para poder estar en el museo. Después de eso decidió que fuéramos a la plaza The Grove, que se encuentra a unas cuadras, con el propósito de curiosear y comer.

Nos dejó ir a nuestra propia voluntad al llegar, acompañados de alguien, y nos dijo que a las dos en punto estuviéramos en el estacionamiento de la tienda en la que nos encontrábamos. Decidí ir con Miguel Benítez a curiosear, sin saber que teníamos que comer, pero por lo menos compramos chocolates después de visitar varias tiendas y tomar muchas fotos.

Tras salir de la librería Barnes and Noble –la cual es de gran tamaño y cuenta con una gran variedad de libros, para ver y comprar–, nos encontramos con Marco Buruel, el cual nos llevó a la tienda de Odd Future, un grupo de raperos que amo. Ahí compramos calcetas con el signo de la banda, que es una dona; mis calcetas eran verdes menta y las de Marco negras.

Regresamos apurados debido a que ya casi daban las dos, pero llegamos con media hora de anticipación. Descansamos unos minutos, porque la tienda quedaba a unas cuadras y nos sentíamos un poco desgastados y cansados. Luego entramos a una tienda de dulces muy colorida y llamativa, donde Miguel compró un jawbraker, que es un dulce característico de la caricatura Ed, Edd y Eddy.

Al ser las dos en punto, todos ya se encontraban en el estacionamiento en el que habíamos acordado vernos. Pero faltaban dos alumnas de prepa y mi grupo tuvo que esperarlas veinte minutos. Cuando llegaron, el maestro Arturo les dio un regaño breve, pues íbamos veinte minutos atrasados.

Volvimos, hambrientos y cansados, pues no teníamos idea de que debíamos comer en The Grove y creíamos que regresaríamos.

Al llegar al museo, los maestros de nuevo nos dejaron a nuestra propia voluntad, así que Miguel, Marco y yo decidimos recorrer unas cuantas exposiciones y tomar algunas fotos que se vieran interesantes, para después ir a un Jack in the Box que se encuentra a dos cuadras.

Al volver del Jack in the Box, esperamos a que dieran las cinco para subir al autobús y regresar a casa.

Al subir y tomar camino, el autobús iba un poco más callado, ya que había sido un muy buen día y no todos querían volver.

Después de casi dos horas de viaje, la maestra Ana Lilia se puso de pie y cambió su expresión a una mirada de que buscaba a alguien en específico alrededor. Y preguntó:

–¿Y el Topo? (Álvaro Vásquez, del segundo C).

En ese momento todos nos dimos cuenta de que faltaban no solo una persona en el autobús, sino tres.

Tras varias llamadas entre maestros y mucho tiempo estacionados en la carretera desolados, desesperados y confundidos, decidimos ir a una gasolinera, donde los maestros nos dijeron que ahí esperaríamos a los tres alumnos faltantes y que podríamos comer.

Esperamos una hora aproximadamente para volver a subir al autobús ya cuando llegaran. A la hora de su arribo los maestros no nos dejaron decir ni una sola palabra.

Las últimas dos horas de viaje todos se encontraban cansados y la mayoría dormidos, incluyéndome.

Desperté llegando al Salvatierra, donde nos recogerían nuestros padres para llevarnos a casa y dormir, para presentarnos a la escuela el día siguiente. Todos bajamos y recogimos nuestras cosas que se encontraban en los compartimientos de arriba.

Fue uno de los mejores viajes que he realizado estando en el Instituto Salvatierra, sin importar los incidentes ocurridos.


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