Todos nos
encontrábamos ansiosos hacienda fila en la garita para pasar a Caléxico, y para
ser las cuatro de la mañana había bastante actividad.
Cruzamos a
los Estados Unidos y caminamos un par de cuadras hacia la Sam Ellis, donde nos
esperaban los autobuses. Abordamos y nos acomodamos para esperar a que todos
cruzaran y llegaran al autobús, y, después de esto, a que la maestra Ana Lilia
repasara la asistencia para tomar camino.
El viaje de
ida se divide en dos partes y la mitad es la parada en una gasolinera; al igual,
con el viaje de regreso.
La primera
mitad del viaje fue callada y la acción en el autobús mínima. Pero eso no
impedía que se oyeran los diminutos murmullos de pláticas que compartían las
personas que no tenían sueño.
Al llegar a
la estación de gasolina todos bajaron, algunos somnolientos, algunos con cara
de aceleración y otros simplemente con el dinero en sus manos para comer algo.
Después de tres
cuartos de hora, o un poco más, ya todos nos encontrábamos satisfechos adentro
del autobús, listos para viajar tres o cuatro horas más hacia nuestro destino.
La segunda
mitad del viaje fue vivaz, debido a que ya nadie iba dormido y todos hablaban
en grupos, lo cual hacía que el ambiente fuera alegre y ligero.
Al llegar a
nuestro destino en la ciudad de Los Ángeles –donde se había pronosticado un día
nublado y lluvioso con tormenta–, el clima resultó ser todo lo contrario al que
esperábamos, pues nos recibió una mañana soleada y un poco calurosa.
El maestro
Arturo Hernández nos repartió los boletos para poder entrar a las exhibiciones
en el museo, y un sticker para poder
estar en el museo. Después de eso decidió que fuéramos a la plaza The Grove,
que se encuentra a unas cuadras, con el propósito de curiosear y comer.
Nos dejó ir
a nuestra propia voluntad al llegar, acompañados de alguien, y nos dijo que a
las dos en punto estuviéramos en el estacionamiento de la tienda en la que nos
encontrábamos. Decidí ir con Miguel Benítez a curiosear, sin saber que teníamos
que comer, pero por lo menos compramos chocolates después de visitar varias
tiendas y tomar muchas fotos.
Tras salir
de la librería Barnes and Noble –la cual es de gran tamaño y cuenta con una
gran variedad de libros, para ver y comprar–, nos encontramos con Marco Buruel,
el cual nos llevó a la tienda de Odd Future, un grupo de raperos que amo. Ahí
compramos calcetas con el signo de la banda, que es una dona; mis calcetas eran
verdes menta y las de Marco negras.
Regresamos
apurados debido a que ya casi daban las dos, pero llegamos con media hora de
anticipación. Descansamos unos minutos, porque la tienda quedaba a unas cuadras
y nos sentíamos un poco desgastados y cansados. Luego entramos a una tienda de
dulces muy colorida y llamativa, donde Miguel compró un jawbraker, que es un dulce característico de la caricatura Ed, Edd
y Eddy.
Al ser las
dos en punto, todos ya se encontraban en el estacionamiento en el que habíamos
acordado vernos. Pero faltaban dos alumnas de prepa y mi grupo tuvo que
esperarlas veinte minutos. Cuando llegaron, el maestro Arturo les dio un regaño
breve, pues íbamos veinte minutos atrasados.
Volvimos,
hambrientos y cansados, pues no teníamos idea de que debíamos comer en The
Grove y creíamos que regresaríamos.
Al llegar
al museo, los maestros de nuevo nos dejaron a nuestra propia voluntad, así que
Miguel, Marco y yo decidimos recorrer unas cuantas exposiciones y tomar algunas
fotos que se vieran interesantes, para después ir a un Jack in the Box que se
encuentra a dos cuadras.
Al volver
del Jack in the Box, esperamos a que dieran las cinco para subir al autobús y regresar
a casa.
Al subir y
tomar camino, el autobús iba un poco más callado, ya que había sido un muy buen
día y no todos querían volver.
Después de
casi dos horas de viaje, la maestra Ana Lilia se puso de pie y cambió su
expresión a una mirada de que buscaba a alguien en específico alrededor. Y
preguntó:
–¿Y el Topo? (Álvaro Vásquez, del segundo C).
En ese
momento todos nos dimos cuenta de que faltaban no solo una persona en el
autobús, sino tres.
Tras varias
llamadas entre maestros y mucho tiempo estacionados en la carretera desolados,
desesperados y confundidos, decidimos ir a una gasolinera, donde los maestros
nos dijeron que ahí esperaríamos a los tres alumnos faltantes y que podríamos
comer.
Esperamos
una hora aproximadamente para volver a subir al autobús ya cuando llegaran. A
la hora de su arribo los maestros no nos dejaron decir ni una sola palabra.
Las últimas
dos horas de viaje todos se encontraban cansados y la mayoría dormidos,
incluyéndome.
Desperté
llegando al Salvatierra, donde nos recogerían nuestros padres para llevarnos a
casa y dormir, para presentarnos a la escuela el día siguiente. Todos bajamos y
recogimos nuestras cosas que se encontraban en los compartimientos de arriba.
Fue uno de
los mejores viajes que he realizado estando en el Instituto Salvatierra, sin
importar los incidentes ocurridos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario