jueves, 13 de junio de 2019

Travesía de un viajero



No le he dedicado mucho tiempo a la lectura a lo largo de mi vida (aunque, ultimadamente, no me he separado de los libros y mi libreta acompañada de su pluma, para anotar cualquier poema, historia, fantasía o simplemente lo que sienta que tenga que escribir). Sin embargo, el mundo de la literatura, escritura y lectura siempre me ha llamado mucho la atención, y las veces que le he dedicado tiempo realmente lo disfruto y aprecio.
Mis antecedentes en la lectura comienzan a temprana edad, entre los cuatro y cinco años, cuando mi tía me solía regalar libros infantiles didácticos, los cuales yo disfrutaba mucho al imaginarme las historias, ayudado de los grandes dibujos y grandes letras, mientras también me entretenía moviendo sin parar los ojos bailarines de las figuras. De alrededor de esa misma edad, también recuerdo mucho un libro de unos patitos y su siesta; a veces lo leía yo o en ocasiones me lo leía en voz alta mi madre.
Años después, en la primaria, la lectura y la escritura me aburrían, se me hacían algo que era para personas de edad adulta o mayor; simplemente, no me llamaban la atención, aunque alrededor de tercer grado comenzaron mis primeros pasos en el mundo de la escritura. Nunca me había interesado por escribir lo que sentía, hasta que en un noviembre se organizó una antología local con cuentos y fantasías de alumnos de toda la escuela a nivel primaria. Realmente me llamó la atención el hecho de elaborar mi propia historia. En el momento que empecé a escribir, me sentía como el dios de mi propio mundo, creando el escenario, personajes, ambiente, tiempo e inventando una historia. Cabe recalcar que toda mi vida me han atraído la magia y los superhéroes; por lo tanto, el asunto de mi cuento fue sobre un joven llamado Roberto, el cual adquiría súper-poderes gracias a una piedra radiactiva. Dicho cuento quedó incluido en la antología.
Más tarde se realizó la misma dinámica en quinto grado, esta vez con el género de fábula, en vez de cuento. Recuerdo que mi texto era sobre cómo un pájaro perdía sus plumas a causa de sus mentiras. Dicha historia me interesó tanto que, mientras la maestra pedía media cuartilla, yo decidí escribir cuartilla y media. Obviamente, a causa de la extensión, llamó más la atención de los lectores.
A finales de sexto grado retomé una vieja costumbre: leer. Mis padres creyeron que lo más adecuado sería que leyera El principito, lo cual terminó en un auténtico fracaso, ya que, aunque la mayoría de las personas lo consideran un libro infantil, contiene mucha literatura avanzada. Actualmente re-leo ese libro y es completamente diferente a como lo leí por primera vez. Cuando mis padres se dieron cuenta de mi fracaso, optaron por comprar El diario de Greg. A pesar de ser este un poco grueso para un niño de sexto de primaria, fue un libro que acabé en seis horas. Cuando les comenté a mis papás cuánto lo había disfrutado se alegraron, pero no volví a tener más libros ni ese año, ni el siguiente.
No fue hasta segundo grado de secundaria cuando retomé la lectura, a causa de un proyecto escolar. Me decidí por Hush Hush, escrito por Becca Fitzpatrick. Fue un libro que realmente me cautivó y despertó en lo más profundo de mí un instinto lector, el cual nunca más se volvió a dormir. Tras el primer libro, no pude evitar la saga completa (y, hasta el momento, sigue siendo mi favorita). Al terminarla, sentí dentro de mí la necesidad de escribir algo más que no fueran ensayos o artículos de opinión, así que empecé con pequeños cuentos y un intento de novela, que terminaría abandonando en un mes.
Después de la saga de Hush Hush, me involucré específicamente en sagas de amor juvenil, tales como Crepúsculo y Firelight, hasta que decidí cambiar un poco y empezar a leer libros individuales. Comencé por Violet y Finch cuando estaba en tercer grado de secundaria, ya que retomamos el mismo proyecto de segundo y tenía que elegir un libro. En vacaciones de verano, a punto de pasar a la prepa, opté por Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo, sin saber que se convertiría en una obra que leería  cuatro veces y mi favorita.
En todo el primer semestre de preparatoria no hacía más que escribir ensayos, artículos de opinión, métodos científicos o trabajos que no tenían un tema de interés para mí, por lo cual los sentía como obligación. Pero en segundo semestre tuvimos que crear un cuento para la materia de Taller de Lectura y Redacción. Cuando me enteré me emocioné, ya que sabía que dentro de mí había un buen autor. Surgían ideas y más ideas de lo que podría escribir. La que más me convenció fue un cuento con temática paranormal, el cual titulé “Pendulum”. Al final, mi creación me terminó gustando tanto que incluso participé en el concurso de cuentos de la escuela.
En lo que llevo de tercer semestre no hemos escrito ningún texto literario que me interese o cautive mi creatividad, pero descubrí que soy un buen escritor. A veces, cuando  dos palabras no son suficientes para titular una fotografía tomada por mí, le dedico un poema, o escribo una historia basada en la foto. O, simplemente, otras veces me siento inspirado y escribo lo que sienta en ese momento, de una manera literaria.
En la actualidad de vez en cuando leo algún libro de mi interés. Pretendo no pasar más de dos meses sin hacerlo, aunque ahora estoy más involucrado con la escritura. Descubrí  también que leer y escribir pueden ser formas para que yo pueda amenizar mi problema de ansiedad. Es algo que le recomendaría a cualquier persona que también lo padezca.
Por el hecho de que mis principales pasiones son la cinematografía y la escritura, he decidido que quiero estudiar cinematografía, para así ser productor de cine y crear historias, mientras también me podré enfocar en la cinematografía.
Espero nunca abandonar el mundo de la lectura y la escritura, porque son actividades que realmente me apasionan.

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