Me
levanté un sábado en la mañana un poco nervioso, por cierto, pero decidido,
pues era la gran semifinal en casa contra los grandes Jaguares, en el deporte
de futbol americano.
Pasaron
horas y ya eran las cinco. Tenía que estar en el campo a las cinco y media.
Ya
estaba listo para el partido. Llegué y empezamos a tirar pases, a calentar y
mover un poco las piernas. Soy receptor y me encargo de atrapar los pases. Era
titular, entonces no era fácil mi puesto.
Empezó
el partido, ya eran las siete. Dos de los mejores se lesionaron, ahí fue cuando
sentí toda la presión en mí. Debía dar todo lo que tenía. Eran puras corridas,
nada de pases. El marcador iba en empate y estábamos a punto de anotar, todo iba
muy bien.
Mandaron
una corrida a mi amigo David. Comenzó la jugada y no me fijé en el balón, pues
yo tenía que cubrir. Volteé y vi que le arrebataron el balón a David, Jaguares
corrió y metió anotación. El equipo bajó la cabeza, pues íbamos perdiendo por
seis puntos, o sea una anotación.
Como
siempre mandaron corrida, no era sorpresa.
Después
el coach le dijo a mi amigo Nenito,
que es el quarterback, que en clave Morse
me dijera que sería pase. Lo dijo, al fin un pase y era para mí. Empezó la
jugada, luego atrapé el balón. Corrí, me llegó uno y lo burlé con una vuelta.
Llegaron dos más y no pude. Me sentí bien con mi avance de al menos 35 yardas.
Estábamos
a punto de anotar y le pedí a mi coach
que me mandara un pase. Me dijo que no y que no le dijera qué hacer, pues
estaba enojado por cómo iba el marcador. Le mandó el pase a alguien más.
Jaguares lo interceptó y ahora nos iban ganando por doce puntos.
Todos
creían ese juego perdido, pero yo no. Mandaron más corridas y más corridas.
Logramos avanzar mucho, me mandaron un pase y lo atrapé. Todo iba muy bien. A
punto de anotar mandaron una corrida y metimos anotación. Ahora solo faltaba
otra anotación para ganar el partido.
Les
tocaba a ellos, tenían la pelota. La defensiva hizo un gran trabajo. Los
pararon y Jaguares no pudo meter anotación. No lo podíamos creer, pues faltaba
poco, pero aún teníamos oportunidades de ganar ese partido.
Como
ya era costumbre mandaron corridas. Llegamos a aproximadamente cuarenta yardas
para lograr una anotación. Solo quedaban diez segundos en el reloj. Mandaron la
jugada “el ojo del tigre”, esa jugada era un pase de muchas yardas. Esa jugada
era para mí.
Mil
cosas pasaron por mi mente: ¿qué sucedería si me tropezara?, ¿qué pasaría si no
la atrapara?, ¿qué si la interceptaran?, etcétera. Pero nunca me rendí y puse
la cabeza frente en el alto, pues ese juego todavía no se había acabado. Tenía
mucha presión, pues ganar estaba en mis manos.
Iniciaron
la jugada, corrí como nunca, me burlé a dos personas y venía la pelota en el
aire. Corrí y brinqué, la atrapé. Después anoté. Volteé y lo primero que vi fue
la gente, mis amigos, el equipo, coaches
y muchas personas brincando, felices y festejando.
El
árbitro sacó una bandera. En contra de nosotros mandó un castigo. Por algo que
no hicimos anularon la anotación…
Mi
esfuerzo fue para nada, todos sabíamos que ese réferi estaba mal. Incluso
Jaguares sabía que era cierto.
Perdimos,
hicimos lo de siempre: porra al equipo contrario y luego a nosotros. Nos
reunimos con los coaches al final, ahí
en el campo, todos juntos. Nos dijeron sus discursos de siempre, pero ningún
discurso podría hacer que ese árbitro no hubiera sacado pañuelo. Todos
empezaron a llorar.
Para mí,
y seguramente para todo el resto del equipo, ese partido lo ganamos. Todos
soltaron muchas lágrimas, pero yo no, porque sabía que eso era anotación y que
había dado mi cien por ciento y aún más. Me fui satisfecho de mi trabajo y de
todo lo que mostré en el campo, porque ese partido lo perdimos, pero ganamos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario