jueves, 4 de julio de 2019

Isaac





¿Pero por qué tiene que ser así? Podemos atacar a medianoche, con los hombres más sigilosos, y apuñalarlos por la espalda propuse. 
¡Porque es mi nave y mi tripulación, y las cosas aquí se hacen como YO digo! ¡Atacaremos a pleno día, los tomaremos desprevenidos y los tomaremos prisioneros! dijo el capitán. Parecía frustrado.
Técnicamente yo no soy de tu tripulación Me arrepentí de inmediato de ese comentario. El capitán, segundos después, me lanzó un puñetazo al rostro que me dejó inconsciente.
Desperté en la parte de abajo, con un morete del tamaño de una naranja en mi ojo. Me puse mis botas y mi saco, subí a la cubierta para refrescarme y encontré al capitán mirando hacia el horizonte, recargado en el costado de la nave. Me acerqué y me coloqué junto a él. Sin mirarlo a los ojos le expresé:
Siento lo que dije antes. Sé que no te gusta tenerme aquí. Sé que, al no ser de tu tripulación, tengo que respetar tus decisiones. Sé que ni siquiera soy de este planeta, ¡ja, ja! Pero entiende que quiero ayudar en esto, y, me importa que ganemos esta guerra. Nos quedamos unos segundos en silencio.
No fue lo que dijiste lo que me hizo golpearte, Isaac... Bueno, en parte sí, pero yo llevo liderando a esta misma tripulación desde que tenía quince años y nunca nadie me había llevado la contraria en nada. Somos la tripulación más temida en todos los cielos, y eso es gracias a mí. Y luego llegas tú, y dices que quieres ayudar en una batalla que no es tuya, y empiezas a contradecir mis decisiones…
Lo interrumpí: De verdad, no tienes que seguir. No volverá a pasar, no te cuestionaré más. 
Me miró compasivamente y me dijo: ¿Sabes cómo obtuve esta preciosa nave y esta leal tripulación? Enfrentándome a mi capitán. Tenía quince años. Como me ves ahora, con este traje negro y este sombrero de capitán, antes me tapaba con las prendas de mi hermano difunto, asesinado por el mismo hombre al que servía.  El navío en donde me encontraba tenía como nombre La Muerte Alada. Mi capitán era el hombre más sádico y despreciable de todo el mundo. Me maltrataba, yo rara vez comía y mi único amigo era una rata. Solo me tenía a bordo porque le ayudaba a robar otros navíos. 
“Un día estaba en la parte inferior y escuché que iban a realizar un nuevo asalto. Siempre durante las peleas me escondía detrás de los barriles de pólvora, pero esa vez no. Esperé a que la batalla empezara. Salí por la escotilla y, como de costumbre, nuestra tripulación estaba ganando. Me escabullí entre el roce de balas, choques de sables y el brutal derramamiento de sangre que probablemente yo tendría que limpiar después de que terminara la masacre. Salté hacia la nave enemiga y logré subirme al puesto de mando, sin que nadie se diera cuenta. Jalé las palancas adecuadas y logré que las dos anclas del costado izquierdo se atoraran con nuestra nave. Encendí los propulsores e incliné el barco hacia la derecha. Logré que mi navío chocara con sus propias anclas y se destruyeran las alas, y mientras toda mi antigua tripulación caía hacia el abismo, vi a mi capitán a los ojos, para que me diera por fin una mirada de miedo hacia mí”.
—¡Uf…! ¡No sé qué decir…! ¿Quince años dices que tenías? —comenté, algo confundido.
Esa nave que salvé es esta misma en la que estás parado en este momento, y la tripulación que salvé de su perdición es la misma que duerme tranquilamente en la parte de abajo… No quiero que me dejes de cuestionar, Isaac, solo sé prudente. Y ayuda a trapear la cubierta de vez en cuando.

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