martes, 1 de junio de 2021

Cecilia y el baile en la Escuela Cuauhtémoc

Yolanda de la Rosa Silva

 

Transcurría la tarde del 10 de diciembre de 1932, en la ciudad de Mexicali, a un día de la gran presentación navideña en la impecable Escuela Cuauhtémoc. 

Cecilia Valenzuela, una niña de once años, tenía el sueño de ser una bailarina de ballet profesional.

Después de ayudar en la casa de su abuelita, llegó al teatro de la Escuela Cuauhtémoc para su último ensayo. Pero, justo antes de entrar, vio cómo los rayos de la brillante estrella dorada acaloraban a un mendigo que estaba en la entrada del lugar. Cecilia, acompañada de su abuelito, le regaló su refresco al señor. Este lo agarró y le dirigió a la pequeña su más grande sonrisa.

La niña entró al edificio y se despid de su abuelo. Se fue directo al salón con los demás, a darlo todo en su ensayo.

La manera como giraba, como sus omóplatos se convertían en alas que la equilibraban; la pasión que tomaba de su pieza, de su pista, mostraban que ese era su lugar.

Al terminar Cecilia fue al baño para descansar su cabeza de los ríos marrones que sostenían la liga elástica. En el momento de cepillar su cabello vio a través del espejo un grupo de mariposas negras en la parte superior de la ventana del baño; se dio la vuelta para acercarse y ver el trío de bellos insectos voladores. Pero entonces la llamaron.

¡Cecilia! ¡Han llegado por ti –le gritó la maestra de ballet.

Ella volteó y nuevamente se dirig a donde estaban las mariposas, pero estas ya no se encontraban ahí. Sorprendida, las buscó, sin hallarlas. La ventana estaba cerrada y la puerta, igual. “Es extraño”, pensó.

De camino a casa, recordó que su tía Marisol los visitaría y pasaría la noche con ellos. Se puso feliz. Cuando llegó la saludó e inmediatamente se dio un baño para acostarse lo más pronto posible, ya que sus ansias de la gran presentación eran demasiadas.

Terminó de bañarse y se preparó para dormir; entonces se acostó. El cansancio se fue extendiendo por todo su cuerpo, una manta de sueño profundo la envolv y de un segundo a otro ya se encontraba en la profundidad de su ser.

Todo estaba oscuro. De repente una voz masculina se escuchó:

¡Te ves espléndida! ¡Ánimo, sal y entrégate en él! –dijo la voz masculina desconocida.

Cecilia se erguía en el escenario, con su hermoso traje, los reflectores apuntándola y el público aplaudiéndole. Era su turno, su pieza, sonó la música en seco a todo volumen. Ella comenzó a bailar, a girar. ¡Todo era tan delicado!, hasta que empezó a perder el control de sí misma, algo la hizo desear más y más baile, más aire al momento de los rápidos y bruscos movimientos, más fuerza en las puntas de los pies.

¡Aaahhh! –gritó de dolor.

Sint como salían dos protuberancias gigantes de su espalda. Dejó de dar vueltas e hizo una reverencia hacia el público con sus alas iguales a las de los insectos voladores que había visto en la escuela.

Muchas mariposas salieron del escenario y giraron alrededor de ella. Cecilia intentó huir, pero sus pies no le permitieron moverse; entonces los bellos insectos voladores se le acercaron más y más y cada vez más.

¡NOOO! –gritó agitada.

Se levantó y miró a su alrededor. Se dio cuenta de que había sido solo una pesadilla. Tomó una ducha caliente para calmarse. Sal de bañarse y se fue directamente a su cuarto. Pensaba en su traje para la gran presentación navideña, ya listo sobre un sillón rosado en su recámara.

¡MAMÁ! ¡HAY MARIPOSAS MUERTAS SOBRE MI TRAJE! –gritó desesperada.

Su mamá corr hacia el cuarto de la niña, su tía Marisol fue tras ella. Entonces vieron la docena de mariposas que se encontraban encima y alrededor del bello traje. La madre las recog y limpió cuidadosamente la ropa.

La tía Marisol le explicó a su sobrina lo que se supone que significan los insectos negros sobre las cosas.

–Cecilia, mi niña, ten mucho cuidado. Hay muchos mitos sobre insectos negros en objetos con mucho valor para las personas. Esto podría llegar a ser algo bueno, para la buena suerte, o... algo muy malo.

La niña, espantada, no respondió nada y solo se quedó perpleja por lo que su tía le acababa de decir. Su mamá interrump sus asustados pensamientos y en pocas palabras le dijo que no le hiciera caso a su tía, volteando a ver a Marisol furiosa.

Por la noche, con el traje limpio de nuevo, Cecilia se encontraba preparada y entonces la familia salió.

Cuando llegaron a la Escuela Cuauhtémoc, con un poco de retardo a causa del tráfico, la niña vio que el mendigo a quien le había regalado su refresco se hallaba en el mismo lugar del día anterior, pero de pie, limpio y con un muy elegante traje negro. Él se percató de la mirada de la niña y se la regresó, pero con más profundidad y el propósito de intimidarla.

Cecilia y su familia descendieron del carro para dirigirse adentro y encontrar buen lugar. El hombre extraño, que se suponía que era un mendigo, se acercó a ella y le dijo:

–Te esperaba. ¿Lo viste, verdá’? Ellas te enseñaron... –Hizo una pausa para voltear a ver el lugar. 

Cecilia, confundida y temerosa, se alejó lentamente. Pero, en eso, el hombre extraño la sostuvo de los hombros con una fuerza desmedida.

¡Será hoy! –exclamó y prosiguió, mirándola directo a los ojos–: A medianoche, ¡JA, JA, JA! Debes esperar donde las viste por primera vez y seré yo quien hará posible su nacimiento. Y tú serás agradecida por ellas estando en tu lugar, haciendo lo que más amas. Gracias, gracias y buena suerte.

La madre de Cecilia volteó y empujó de manera brusca al hombre extraño. Acto seguido, se llevó a su hija adentro del salón, preguntándole una y otra vez si se encontraba bien. La niña mint diciendo que sí, cuando en realidad se hallaba asustada, desconcertada y nerviosa. Pero, aun así, trató de no darle importancia al asunto, ya que solo faltaban minutos para su gran presentación.

Llegó el gran momento y Cecilia se puso en posición para salir y darlo todo. Se abrió. Eran muchas las miradas que había sobre ella, los reflectores la apuntaban y de repente la música comenzó. La niña giró con velocidad y precisión; se movía como si fuera la última bailarina que quedara, como si ese fuera su último baile, como si aquello fuese algo que hiciera cada mil años y solo tuviera esa ocasión para salir a darlo todo. Se sentía la pasión que ella entregaba, se sentía cómo ella misma se entregaba.

Al final se detuvo, de forma que sus brazos se veían majestuosos al dar la reverencia al público. Se cerró el telón. Cecilia sal del escenario. La felicitaron todos sus compañeros y su familia.

Y entonces lo vio, vio al hombre extraño detrás de bambalinas. Su padre la llamó para entregarle rosas. De un momento a otro ella volteó y no está el mendigo con traje.

Ansiosa, le dijo a su mamá que ya se quería ir, que solo se cambiaría rápido para que celebraran en otro lugar. Se dirig a cambiarse, pero se encontró con un grupo de niñas que aún no habían tenido su turno de presentarse. Entonces subió a los baños del segundo piso, para no estorbar y retirarse más rápido.

Escuchó pasos detrás de ella. “TRUM, TRUM, TRUM”. Sonaban como esos zapatos finos sobre la madera delicada. Cecilia volteó y miró al hombre extraño. Nerviosa, aceleró el paso sin voltear de nuevo. Pero entonces se escucharon más apresurados los pasos del hombre. En el momento en el que ella se dio cuenta, corr y velozmente llegó a los baños. Él tocó la puerta e intentó abrirla, pero la niña la cerró con seguro.

Cecilia vio el reflejo de las mariposas en el espejo. Se encontraban en el mismo lugar en el que las había detectado la primera vez, pero ahora volaban más agitadamente.

El hombre logró abrir la puerta y la pequeña se alejó más hacia la esquina y gritó:

¡¿QUE QUIERE DE MÍ?! –Las lágrimas rodaban por sus mejillas. 

–Tu alma, cariño. Eres la elegida, un alma pura –le respondió el extraño, de manera serena.

Siguió gritando ella y logró llamar la atención de las personas de abajo. El hombre se le acercó más y más, hasta que se dejó de escuchar su grito.

Y precisamente esa noche algo extraordinario suced en Mexicali, un suceso meteorológico que causaría asombro en la ciudad: empezó a nevar. Las personas que iban saliendo de la escuela se quedaban sorprendidas.

Pero los familiares de Cecilia estaban desesperados y ansiosos por encontrarla, pues tenían la seguridad de que había sido ella quien había gritado. Pero en el baño de arriba no se encontró a nadie. Solo había unas bellas mariposas negras en la parte superior de la ventana.

Desde esa noche se ha dicho que se aparece una niña ya sea gritando o bailando en el segundo piso de la actual Casa de la Cultura de la capital bajacaliforniana.

(Tercer semestre de preparatoria, 2019).

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