lunes, 17 de mayo de 2021

De humanos dulces y hadas agrias

Guiones teatrales en el antiguo Tallereando 

Ofelia Vela Corral


PERSONAJES

  • Fausto

  • Hada Kalika

  • Reina hada


ESCENA I

Se abre el telón. La iluminación es bastante tenue, en colores cálidos. Cuelgan de las paredes plantas enredadas de aspecto sucio y viejo. Rocas de diversos tamaños están esparcidas por el suelo y en el centro de la habitación hay una jaula para pájaros de tamaño humano, algo desgastada y polvorienta. En esta se encuentra Fausto, sentado en el suelo y con los ojos cerrados, como desmayado. Tiene un camisón azul claro, algo roto y con manchas de tierra. Está despeinado y no trae zapatos.

Abre los ojos y estira sus brazos al aire, inspeccionando su entorno con curiosidad y confusión.

FAUSTO: (Adormilado y rascándose la cabeza) ¡Diablos!, ¿dónde me he metido ahora? (Se tapa la nariz) ¡Apesta!

Se escucha el canto de los grillos en el fondo. Fausto intenta jalar los barrotes de la jaula, pero ve que es inútil.

FAUSTO: (Suspira con pesadez) ¿Hay alguien aquí? (Pasan cinco segundos y la única respuesta es el grillar de los insectos) ¡Por favor, alguien ayúdeme! ¡No puedo salir! ¡Ayudaaaaa!

Entra a escena el Hada Kalika, siendo del tamaño de una niña pequeña de aproximadamente siete años. Usa un vestido brillante de colores azules verdosos, flores enredadas en su cabello, un par de alas que le cuelgan de la espalda y está descalza. Da pequeños brinquitos y vueltas de forma alegre por el escenario, tarareando una melodía dulce. Fausto la observa incrédulo. Finalmente, ella se acerca a la jaula y frunce el ceño.

KALIKA: (Refunfuñando, da un azotón con su pie en el suelo) ¡Qué ruidoso eres, humano! No es necesario que grites, igual nadie vendrá a salvarte.

FAUSTO: ¿Humano? ¿Qué eres tú, entonces?

KALIKA: ¿Que si qué soy yo…? Un poco de perspicacia… (Apunta a sus alas con obviedad, pero Fausto solo se queda con la boca abierta, sin decir nada) ¡Por todo lo lindo del mundo, soy un hada!

FAUSTO: ¡Guaaauuuu…! ¡Un hada real! (Intenta tocarla a través de los barrotes, pero Kalika retrocede, asustada) Lo siento, no te haré daño... La verdad es que no sé qué hago aquí. ¿Podrías ayudarme a salir?

KALIKA: ¡Pero por supuesto que no!

Kalika se acerca lentamente de nuevo, mirando hacia ambos lados de la sala con sospecha.

KALIKA: (Susurrando) No debería decirte esto, pero lo haré para que no hables más. Te hemos capturado porque has entrado en nuestro territorio, cosa que todos sabemos está estrictamente prohibida.

FAUSTO: (Confundido) ¿Cómo? ¡Pero si he aparecido aquí mágicamente! Estuve en mi casa todo el día, salí a jugar un rato a la pradera en la tarde y me fui a dormir. Tan pronto desperté, me encontraba entre rejas… (Se deja caer lentamente al suelo con dramatismo, deslizando las manos por los barrotes).

Kalika bosteza, sentándose en el suelo a un lado de la jaula, con aburrimiento.

KALIKA: No me interesa lo que crees que hiciste o no hiciste. (Se mira las uñas con desinterés) Para las hadas mayores rompiste las reglas y mereces ser ejecutado. Es bien sabido que los humanos son una amenaza para cualquier especie con la que tengan contacto, por lo cual tu sola presencia aquí simboliza nuestra posible extinción.

FAUSTO: ¡No, no, te juro que no es así! Hay humanos muy malos, claro que sí, pero la mayoría son buenos y dulces, ¡te lo aseguro! 

KALIKA: (Suelta una carcajada) ¡No me hagas reír...! 

Sale.


ESCENA II

El hada regresa con un gran libro viejo en sus manos. Se sienta nuevamente a un lado de la jaula y lo abre.

KALIKA: (Lee el título del libro, articulando exageradamente sus palabras) Las mil y una guerras del hombre... ¿Cómo explicas esto, entonces?

FAUSTO: (Apenado) No he leído ese libro…

KALIKA: (Perdiendo la paciencia) ¡Bien! De lo que este libro habla es (apunta a una parte dentro del libro) de todas las atrocidades que las personas han provocado en su existencia, en resumen. ¿En serio quieres que confiemos en una especie que acaba consigo misma desde el inicio de los tiempos?

FAUSTO:  Hada, yo…

KALIKA: (Lo interrumpe) Mi nombre es Kalika, llámame Kalika. 

FAUSTO: Yo soy Fausto... y sé que probablemente todo lo que has aprendido de nosotros es horrible, impensable. Pero te aseguro que, como yo, hay humanos dulces que viven por el bienestar de los demás como si fuera el propio. 

Ella deja el libro a un lado y se cruza de brazos.

FAUSTO: En la historia, así como guerras, ha habido también acontecimientos donde los humanos nos hemos destacado por ser dulces, buenos y suaves. ¡Si me permites salir, podría contarlos a ti y a tus amigas...! ¡Por favor, confía en mí…!

KALIKA: (Procesando la información que acaba de recibir, con la mano en la barbilla) Dulces, buenos y suaves... ¿Así son los humanos?

FAUSTO: (Entusiasmado) ¡Sí, lo son! ¡Te lo aseguro!

Kalika se levanta y sale de escena rápidamente con una sonrisa.


ESCENA III

El comedor del Hada Mayor. Hay una mesa grande en el centro y cuatro sillas (dos en los extremos y dos viendo hacia el público). La iluminación es cálida. En la silla del extremo derecho está sentada el Hada Mayor. Es una mujer alta, de prendas azuladas y moradas, elegante. Tiene unas alas grandes atadas a la espalda y una corona plateada. Al ver a Kalika entrar, levanta la mirada y la saluda con la mano.

KALIKA: (Ocultando las manos tras su espalda) ¡Buenos días, gran señora Hada Mayor! 

HADA MAYOR: Buenos días, Kalika. Siéntate, querida. (Apunta con su palma a la silla frente a ella).

Kalika se sienta en la silla señalada y sube las manos a la mesa.

KALIKA: (Nerviosa) Vengo a preguntarle algo con respecto al niño que hay cautivo en el calabozo…

El Hada mayor se levanta en su lugar rápidamente, con expresión de enojo.

HADA MAYOR: (Alza la voz y azota levemente la mesa con las manos) ¿Has entrado al calabozo?  ¡Sabes lo peligrosos que son los humanos! ¡Pudo haberte lastimado!

KALIKA: (Agita los brazos de un lado a otro, en negación) ¡No, no! Es por eso que estoy aquí… Sí, he entrado y hablado con él y me ha convencido de que las personas no son tan malas como nosotros creemos.

El Hada Mayor vuelve a sentarse, más tranquila. Suspira pesadamente y se acomoda el cabello detrás de la oreja. 

HADA MAYOR: ¿Qué te dijo exactamente ese niño?

KALIKA: (Sonríe con inocencia, recargando el codo en la mesa y la barbilla en su mano) Él me ha afirmado, con absoluta confianza y orgullo, que los seres humanos son dulces, buenos y suaves.

HADA MAYOR: (Se tapa la boca con sorpresa) ¿Te ha dicho eso?

KALIKA: (Orgullosa) Sí que lo ha hecho.

El Hada Mayor sonríe también, se levanta nuevamente y asiente con la cabeza. 

HADA MAYOR: Si realmente confías en su palabra, no veo por qué no darle una oportunidad... 

Se apagan las luces y cuando se prenden iluminan la jaula, que ahora está vacía y abierta. Kalika y El Hada Mayor se encuentran de pie, a ambos lados de la jaula, con las manos manchadas de rojo. Cada una come de una extraña masa que tienen en sus manos, haciendo ruidos de satisfacción entre cada mordisco.

KALIKA: (Sonriendo, con los labios rojos y brillantes, extasiada) ¡Pero qué razón tenía Fausto! Dulces, buenos, suaves… (da otro mordisco) Deberíamos capturar a humanos más seguido. 


TELÓN


Cuarto semestre de preparatoria, 2021


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