miércoles, 26 de mayo de 2021

Mi aventura con títeres

Nicolás Acosta Villegas



Al recibir la noticia de que, para el mes de mayo, tendríamos que hacer una obra de títeres, me acordé de la vez cuando, en secundaria, la profe de historia nos pidió que representáramos un momento histórico usando este tipo de muñecos.

Aunque en ese proyecto no se tuvo que hacer un teatrino, de todos modos teníamos que elaborar títeres. Ya cuando me tocó presentar estaba supernervioso, pues era la primera vez que actuaba de esa manera. Al final del día sí me fue bien en la obra; pero, honestamente, no me gustó para nada el proyecto. El simple hecho de tener que estar agachado para que no me viera el público y cambiar mi voz constantemente se me hizo muy estresante.

Regresando al presente, cuando el profesor Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar nos pidió que montáramos una obra de títeres, lo único en que pensé fueron los malos recuerdos de mi experiencia pasada. 

La obra que finalmente escogí fue una titulada Temerle a vivir, escrita por mi compañero Job Octavio Escalante Zavala. La elegí porque habla de alguien que está en el hospital con COVID-19. Y, como todos sabemos, el día que escribo esta crónica todavía seguimos viviendo en una pandemia, por lo que me pareció importante enseñarle al público la perspectiva de alguien que sufre de esta enfermedad.

Lo primero que hice fue buscar por toda mi casa y agarrar materiales que me pudieran servir para realizar la obra. Mi mamá, al escuchar sobre este proyecto, me ofreció su ayuda confeccionando dos títeres; yo, por lo tanto, me encargué de los otros dos personajes con calcetines que no usaba.  

Al terminar los títeres me quedé pensando en cómo iba a elaborar el teatrino. Primero me basé en un video que vi en YouTube, donde utilizaban una caja de cereal. Pero un poco después, al encontrarme en el patio de mi casa, vi una silla con un espacio muy amplio entre las patas; entonces, terminé usándola para mi obra. 

Lo único que le agregué al teatrino fue un mantel blanco, que coloqué encima de la silla. Luego le pegué, con un pedazo de tape, una cruz roja, para que el público se diera cuenta de que la escenografía representaba el cuarto de un paciente. Y, finalmente, agregué una cama.

Después de preparar todos mis materiales, me puse a pensar en cómo haría las voces de los personajes. Decidí que estas dependerían de su personalidad; por ejemplo, a uno de los personajes (Jager, el paciente) le haría una voz de alguien que siempre está amargado y serio. Otro caso sería el del niño Maquinedorio, con una voz infantil. Y así seguí con los otros dos personajes.

Ya finalmente empecé a ensayar para la obra. Pero al actuar sentí la misma frustración que tuve en la secundaría. Siempre me equivocaba en las voces, tardaba mucho en cambiar de títeres y me congelaba en los diálogos, hasta que llegó a un punto en que me enojé y me tomé un descanso. Sin embargo, no tuve otra opción más que aprender de mis errores e intentarlo de nuevo.

Cuando entregué el video final sentí un gran alivio, después de mandarlo. Y pude confirmar que definitivamente no me gusta actuar con títeres, es demasiado para mí. Aunque sí me agradó el proceso de elaborar los muñecos y el teatrino, mi único problema fue la actuación.

En conclusión, puedo entender por qué mucha gente disfruta presentar obras de títeres, pero a mí, en lo personal, me desagrada actuarlas: me causan mucho estrés y tengo que hacer demasiadas cosas a la vez. Creo que si hubiera tenido algún equipo en que cada uno, incluyéndome a mí, interpretara un personaje, me hubiera gustado esta experiencia aún más. 


Cuarto semestre de preparatoria, 2020. 

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