viernes, 28 de mayo de 2021

Buena actitud ante cualquier virus

Liliana Gallegos González


El año pasado (2019), el profesor Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar nos invitó a observar las obras de sus alumnos de cuarto semestre, que prepararon con mucho esfuerzo, a partir de los que él consideró los mejores guiones para montarlos en el aula magna de nuestra escuela.

Ahora era nuestro turno de crear nuestras compañías teatrales con la finalidad de representar obras propias o de algún otro estudiante. Pero todos los planes se cancelaron porque inició la cuarentena por el covid-19. La situación completa era incierta, no sabíamos qué iba a suceder, hasta que el maestro Carlos, el 27 de mayo, nos platicó acerca de las modificaciones sobre el trabajo: tendríamos que representar una obra teatral de títeres. 

Mis compañeros y yo estábamos sorprendidos. Pero pensé que era una excelente idea para vivir la experiencia, porque sería la oportunidad adecuada que nos permitiría poner a volar nuestra imaginación con todos los detalles de los materiales que se necesitaban para llevar a cabo la obra.

Me di a la tarea de revisar cada una de las propuestas que nos presentó el profesor. La obra Familia metalera, escrita por César Ramírez Villarino, me parecía una gran opción. El guion era bastante divertido, así que, después de pensar en todas las opciones con las que contaba, decidí escogerlo. Sabía que necesitaría la ayuda de mi mamá, ya que aparecían hasta cuatro personajes en escena.

Al comienzo pensé que sería demasiado fácil. Al ser la primera vez que presentaba una obra cómo titiritera no sabía a qué me estaba enfrentando. Solo había tenido una experiencia en una obra de teatro en segundo de secundaria, pero sin muñecos de ningún tipo. 

Empecé a buscar en mi casa los materiales para iniciar con el teatrino y después con mis títeres. No tenía muchos recursos, así que procuré el modo más fácil de producirlos con los que tenía.

Luego de tres días, llegó el momento de elaborar mi teatrino. Después de hurgar exhaustivamente por todos los rincones, hallé varias cosas que me servirían perfectamente. Hice las mediciones correspondientes para la escenografía, de modo que mis títeres se pudieran observar bien. Utilicé una caja de cartón, pintura negra, tijeras, regla y silicón. El video correspondiente lo grabé temprano, con el fin de que se secara la pintura. 

El modo más sencillo para crear los títeres era hacerlos de papel, debido a que así son muy fáciles de fabricar y manipular. En internet encontré imágenes que coincidían con las características de cada uno de los personajes. El proceso fue muy rápido: recorté todas las imágenes, las pinté y las pegué en los palitos de madera.

El 11 de mayo fue el primer ensayo y el más simple: solo tenía que leer la obra para empezar a familiarizarme con ella. Intenté hacer los cambios de voz para que se notara que hay un hombre en la obra. Aquí aún no estaba nerviosa, pero venía a mi mente que pronto debería practicar sin ver el guion y manipulando los títeres. Luego de grabar la lectura en dos ocasiones, edité el video y lo envié por Classroom.

Para aprenderme el guion más rápido lo tuve que estar ensayando casi a diario. A veces lo hacía por la mañana o antes de irme a dormir. Una de las partes más complicadas fue lograr que mi voz se escuchara lo más similar a una voz masculina.

Los ensayos de movimientos los llevé a cabo cuatro días después del primer ensayo. No fueron difíciles, pero tampoco tan sencillos como había imaginado. Coloqué mi teatrino en el borde de la mesa y lo pegué con cinta, para evitar que se cayera. En total fueron tres ensayos de movimientos y poco a poco comencé a tener más agilidad con el manejo de los títeres.

Ahora debía grabar los ensayos de ritmo, en los que tuve que manipular los muñecos y no recurrir al guion, además de hacerlo sin interrupciones. Repetí varias veces las grabaciones porque cometía errores que perjudicarían mi calificación. Aunque, de igual modo, hubo muchos momentos de diversión cuando practicaba, por los diálogos o algún movimiento erróneo.

A lo largo de los ensayos se me presentaron varias dificultades para manipular de manera correcta los títeres. Además, mis vecinos ponían música alta, que podía escucharse en alguna parte del video o me distraía de forma constante. 

En el ensayo final, antes de encender mi cámara practiqué la obra una última vez, para que saliera lo mejor posible, aunque a veces se me olvidaban algunos diálogos o me tardaba en cambiar la escenografía. Varios intentos más tarde, quedé satisfecha con el resultado y lo entregué.

Los nervios se hicieron presentes el 29 de mayo. Tras varias semanas, llegó la fecha en que demostré todo lo que me había esforzado para representar la obra Familia metalera. Fue un día lleno de emociones, porque me encontraba nerviosa, pero también muy estresada, para poder cumplir con todos los requisitos de la entrega.

Sin duda este fue un reto diferente, pero con un aprendizaje muy completo y me divertí mucho en el proceso. No lo olvidaré. Todo el esfuerzo valió la pena y terminó con un resultado exitoso.


Cuarto semestre de preparatoria, 2020.


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