viernes, 28 de mayo de 2021

La tragicomedia de una titiritera

Dalia Angélica Fincke Miramón


Siempre he sido gran amante del teatro. Cuando estuve pequeña llegué a formar parte de una compañía teatral y presentamos varias obras en muchos lugares, teniendo como audiencia a bastante gente.

Recién entré a cuarto semestre de preparatoria me encontraba genuinamente emocionada por volver a realizar un montaje teatral en la escuela. Anteriormente, había tenido como proyecto escolar, de segundo grado de secundaria, ser directora de una obra.

En esta ocasión me interesaba volver a desempeñar un papel como actriz, en vez de estar a cargo de la dirección. Este año montaríamos la obra mis amigas y yo. Claro, yo ya daba por seguro que ofreceríamos un gran espectáculo.

Desafortunadamente, muchos no esperábamos que llegara una pandemia ocasionada por el Covid-19. Esto ocasionó que los maestros necesitaran adaptar todas las clases y trabajos a un formato de escuela en línea. Mi profesor de Literatura ajustó el proyecto de representación teatral a una obra de títeres.

A la hora de elegir el guion con el que iba a trabajar decidí escoger Familia metalera, de César Ramírez Villarino. Esta obra la conozco desde que estaba en secundaria, ya que era parte de mi antología de Español II. Siempre me pareció una historia graciosa, con un desarrollo espontáneo, ameno y muy acorde al humor de los tiempos actuales.

Enseguida, del 29 de abril de 2020 al 2 de mayo me dediqué a la elaboración del teatrino. No mentiré: el primero que hice fue un asco; a pesar de haber visto suficientes videos con diferentes estructuras de teatrinos, me quise ir por el camino sencillo y lógico en mi cabeza, pero solo resultó un fiasco. “¡Genial decisión, Angélica!” repetía mi consciencia atacándome una y otra vez. Al tener una videollamada con mi amiga Dariela ella me enseñó su teatrino (¡vamos, una genialidad lo que realizó!) y me pidió que le mostrara el mío. Con mucha vergüenza le dije que no quería; yo sentía que hasta mi gato, que no tiene pulgares, lo pudo haber elaborado mejor que yo.

No podía quedarme siendo una burla para mí misma, así que el 4 de mayo empecé a trabajar en mi nuevo teatrino. Siendo eco-friendly (porque estamos a nada de quedarnos sin un mundo, hay que dejar de ser un malgasto de oxígeno y este es un recordatorio para que todos reciclen) utilicé cajas de cartón que me encontré en un rincón de mi casa. Quedó muchísimo mejor, yo diría que decente el muchachito. Le hice un marco y lo decoré con fomi azul con brillantina. 

Ese mismo día empecé a creerme Frankenstein y crear vida horrible. ¡Exacto! Me refiero a mis títeres. En fin, ¿qué puedo decir? Pandemia. Obvio, no pude salir por materiales, así que tuve que utilizar como cuerpo unos palitos abatelenguas de cuando mi mamá era representante médica; como las cabezas, tapas y bolas de pig pong; como cabello, estambre y, como ropa, restos de fomi y tela.

El día 10 de mayo hice el ensayo a la italiana. Al terminar fui corriendo por agua, una sensación no tan agradable, pero el aprendizaje sí lo fue. Entre el 15 y el 27 de mayo fue una verdadera catarsis para mí. Ese lapso de días (que fueron ensayos de movimientos y de ritmo) se puede resumir en una sola palabra: horror. Parecía chiste que siempre me sucedía algo relacionado con este proyecto. Se me borraron clips de los ensayos que tenía que subir a Classroom, el internet era muy lento y se mandaban algunas cosas tarde, debí pasar cuarentena en otra casa donde no tenía propiamente mi espacio para poder grabar (así que trataba de acomodarme como fuera), tuve trabajos de otras materias... ¡muchísimas cosas! Yo sólo quería gritar: ¡Llévame ya, Dios, o lo que sea que esté afuera! (Ojo, para que yo exprese esto, siendo atea, es mucho qué decir, ¿no lo creen?).

Gracias a Dios (espero que entiendan mi chiste), para el video del último ensayo yo ya estaba en mi casa. Ese 29 de mayo fue el antecesor del gran día. El 30 me preparé, acomodé mi teatrino, mi celular (con calidad horrible) como cámara y mis nervios enterrados para poder recitar los diálogos de la mejor manera. 

Terminó la grabación, se cerró el telón imaginario y ese hermoso día finalizó por fin esta tragicomedia de una titiritera.


Cuarto semestre de preparatoria, 2020.

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