domingo, 16 de mayo de 2021

Sigo aquí...

Guiones teatrales en el antiguo Tallereando 


Andrea Gerardo Burgara


PERSONAJES

  • Miranda 

  • Ángel (del cielo, paraíso)

  • Madre de Miranda 

  • Padre de Miranda 


ESCENA I

Se aprecia en la escenografía una habitación muy iluminada, con paredes color azul cielo y bastantes muebles, todos de color blanco. Sobre la cama se muestra una maleta vieja. Tanto Miranda como el Ángel llevarán por vestimenta una bata larga hasta el suelo, color blanco; la diferencia será que el Ángel tendrá una aureola encima de su cabeza.

Entra Miranda y saca algo de ropa sucia de la maleta. Mientras ella observa la ropa entra el Ángel corriendo.

ÁNGEL: (Jadeando de cansancio) ¡Miranda… es hora…! Debemos irnos ahora, si no deseamos que se nos adelante la noche. 

MIRANDA: (Con nostalgia y voz entrecortada) ¡No puedo creer que hace un año llegué aquí…! ¡Todo cambió tan rápido…! Un dolor de pecho… y en un segundo ya estaba en el cielo.

ÁNGEL: (En voz baja) Mmmmmh… incómodo.

MIRANDA: ¡Extraño demasiado a mi familia, el vivir en la Tierra…! (Se sienta bruscamente en la cama).

ÁNGEL: (Pone su mano sobre el hombro de Miranda) No te sientas mal, todos pasan por lo mismo el primer año después de su muerte… Por eso se creó está tradición: visitar a los familiares exactamente en la fecha de defunción… Créeme que es duro tanto para ti como para los que te querían en la Tierra. 

Miranda se levanta de la cama lentamente y voltea a ver al Ángel con una sonrisa fingida.

MIRANDA: Tú me acompañarás, así que estaré bien... ¡Estoy emocionada por ver a todos! (Comienza a dar vueltas en la habitación) ¿Cómo estarán…? ¿Se reunirán toda la familia a recordarme…? ¿Irán al cementerio…? ¡¿Harán carne asada…?! (Emocionada). Aunque, si lo piensas bien, sería un poco raro que hicieran carne asada para celebrar el aniversario de mi muerte... Pero, ¡amo tanto la carne asada…! 

El Ángel se sienta en la cama y solo la sigue con la mirada, mientras ella da vueltas de un lado al otro de la habitación.

ÁNGEL: Después de todo tu autointerrogatorio… ¿podemos irnos ya? 

MIRANDA: Hablando de eso, ¿cómo llegaremos a la Tierra? No creo que haya una especie de autobús celestial, ¿o sí?

ÁNGEL: (Sonríe) No, no lo hay; tenemos algo mucho mejor que un autobús celestial. 

MIRANDA: De acuerdo. ¡Pues vayamos!

ÁNGEL: Vine a decirte eso hace veinte minutos; pero comenzaste con tus problemas de bipolaridad, Miranda. (Se pone de pie).

MIRANDA: Perdón, pero no sé qué pensar… En verdad siento que todas las emociones del mundo se juntan en mi estómago en este momento: felicidad, nerviosismo, tristeza… ¡TODO!

ÁNGEL: Lo sé, lo sé. Te comprendo. (Toma la mano de Miranda) Entonces… ¡Tierra, aquí vamos! 

Ambos salen del escenario gritando, y sus voces comienzan a distorsionarse y bajar de volumen lentamente.


ESCENA II

Se aprecia una habitación amplia y con iluminación tenue, de paredes anaranjadas; en todas las paredes hay pequeños retratos de grupos de personas felices y sonrientes. En todas las fotografías aparece Miranda. 

Entran caminando lentamente Miranda y el Ángel, observando los retratos. Miranda tiene como vestimenta la ropa sucia que sacaba de la maleta en la primera escena; el Ángel permanece con la bata y la aureola.

Miranda camina lentamente hacia uno de los retratos que cuelgan de la pared. Su cara tiene un ceño fruncido de tristeza.

MIRANDA: (Con voz entrecortada) ¡Cuántos recuerdos…! Todos los momentos inigualables vienen a mí como una avalancha de nieve en el Everest. 

ÁNGEL: (Serio) Eso es bueno… Después de tanto tiempo sin estar en tu casa, es lógico que pase eso. ¡Es maravilloso regresar al hogar dulce hogar…! ¡Los olores (inhala aire), las paredes…! (toca la pared con apenas las yemas de los dedos) Pero lo más satisfactorio de todo es esto (señala todas las fotos en la habitación)… ¡Las memorias, esas nunca decepcionan! (Voltea a ver a Miranda, quien se mantiene seria) Sean malas o buenas, fueron y seguirán siendo parte de tu historia y te devuelven a donde todo empezó: tu hogar. 

MIRANDA: (Comienza a respirar fuertemente, con intención de llorar) ¡Es demasiado qué procesar en tan poco tiempo…! Volver a ver todo de nuevo me corta la garganta, y siento cómo la saliva quema mi tráquea conforme llega a mi estómago… Es como si nunca hubiera pasado nada, como si no hubiera partido 365 días atrás. 

ÁNGEL: Haces muchas reflexiones en poco tiempo, para ser una joven de tu edad; sin mencionar el hecho de que acabamos de llegar... Será un día largo para ambos... (Se talla la cara, fastidiado). Pero, hablando en serio, te apoyo. Tan solo tenías 18 años en pleno febrero del 2019… (Con tono triste) ¡Toda una vida por delante, llena de cosas por experimentar!

MIRANDA: Yo era feliz, popular… iría a una buena universidad y era la luz de mi familia. Pero… (hace una pequeña pausa y suspira profundamente) de repente solo veía a mis padres llorando, recargados sobre mi cuerpo congelado y mi corazón hecho puré por aquel infarto… 

ÁNGEL: Sí; recuerdo el día que te recogí... (Mirando hacia el suelo).

Hay un silencio y ambos se voltean a ver mutuamente

ÁNGEL: Tus padres te aman. Aún hoy, que no estás físicamente, saben que los acompañas; en todos estos retratos, en estas paredes… pero, lo más importante, en sus corazones. 

MIRANDA: Supongo que cuando te toca, te toca (suelta una pequeña risa de nostalgia y se limpia las lágrimas de la cara).

Hay un silencio penetrante, mientras Miranda se controla. Se escuchan pasos en la segunda planta de la casa, así como también voces de hombre y de mujer adultos dialogando entre ellos. Miranda y el Ángel voltean hacia arriba, con expresión de sorpresa en su cara.

ÁNGEL: Llegó la parte más desgarradora de todos los pasos a seguir en esta tradición. Por experiencia te puedo decir que todos se derrumban al ver a sus familiares vivos. Por esa razón, es necesario darte una advertencia. 

MIRANDA: (Segura de sí misma) ¡Soy fuerte; siempre lo he sido…! No te preocupes, ya lloré todo lo que tenía que llorar. Estaré bien.

ÁNGEL: (Se talla la cara con la mano y la observa) No lo dudo (tono sarcástico), pero es algo inevitable. Hasta el corazón más frío y hecho de piedra sucumbe al menos el primer año. 

MIRANDA: (Confiada) ¡Te voy a demostrar que conmigo será diferente! Yo soy distinta a las demás almas que has guiado. 

Se comienza a escuchar un llanto femenino proveniente de la segunda planta de la casa, que poco a poco se intensifica. Miranda se mueve rápidamente hacia la izquierda del escenario, como reflejo al escuchar el llanto; pero el Ángel la detiene, tomándola del brazo. 

ÁNGEL: Lo que te estoy diciendo es algo serio, Miranda. Solamente con el llanto de tu madre estás frustrada.

MIRANDA: ¡ES MI MADRE…! (Soltándose el brazo de la mano del Ángel) ¡¿Qué esperas que haga?! ¡¿Que me quede parada escuchándola llorar por mi culpa?! (Comienza a sollozar y cae de rodillas, envuelta en llanto. El Ángel se arrodilla a un lado de ella, sin dejar de mirarla). ¡Nunca debiste traerme!

ÁNGEL: Justo esto es lo que te digo... Entiendo la impotencia que sientes, en verdad lo hago. Pero… debes entender que hay reglas que seguir, para mantener el equilibrio entre la Tierra y el Paraíso. (Miranda disminuye el llanto). No puedes tratar de hablar con nadie vivo; puede que alguno te escuche, y eso causaría un conflicto…. No debes levantar o mover objetos de su lugar, porque pueden ver los objetos en el aire; como consecuencia de esto, está totalmente prohibido tomar cosas y llevártelas. Solo ocasionarías confusión… Y, por último, tienes permitido tocar a los vivos, pero evita levantar su ropa o acciones que nos descubran… ¿De acuerdo?

MIRANDA: (Ansiosa por subir a ver a sus padres) Sí, como sea… Vamos. (Sale rápidamente).

ÁNGEL: Cómo dije: ¡será un día largo! (Respira profundo y sale tras Miranda).


ESCENA III

Se observa una recámara con una cama tamaño matrimonial en el centro, y una mesa de noche a un lado, con una lámpara encendida. 

Entra sollozando la Madre, y el Padre a un lado de ella, abrazándola. Se sientan en la cama uno al lado del otro.

PADRE: (Abrazándola) ¿Ya te sientes mejor?

MADRE: Aún no puedo creerlo (negada); ella se ha ido y nunca va a regresar. 

PADRE: Yo aún no me acostumbro a pasar por enfrente de su habitación y ver todo en cajas… Extraño cuando ponía su música a todo volumen, y, aunque no me dejara escuchar ni mis propios pensamientos, sabía que ella estaba ahí, acostada en su cama, cantando con todas sus fuerzas. 

MADRE: ¡Nuestra pequeña, siempre llena de vida…! ¡Con el futuro más brillante y fantasioso que podía haber tenido…! Pero ahora ya no se escucha su música. (Cae en llanto de nuevo).

PADRE: (Con la voz cortada y pasando saliva) Cálmate, aquí estoy contigo, lo superaremos juntos. 


ESCENA IV

Entran el Ángel y Miranda, caminando lentamente. Miranda se tapa la boca con asombro al ver a sus padres. Corre hacia ellos y les da un abrazo a ambos; pero, como ellos no tienen la capacidad de verla, continúan llorando abrazados. 

MIRANDA: ¡No saben cuánto los he extrañado…! ¡Todo este tiempo pareciera que fue una eternidad…! 

ÁNGEL: (Se acerca a Miranda, preocupado) Recuerda lo que te dije abajo.

MIRANDA: (Se separa de ellos, pero se queda parada enfrente de donde están) Claro, claro. Es sólo que…

MADRE: ¿Qué fue lo que hicimos para que nos tocara vivir este sufrimiento…? Todo esto es mi culpa: no le daba la alimentación adecuada… yo sabía que mi familia tenía antecedentes de infarto, y no hice caso a lo más obvio…: ella también podía tener problemas cardíacos… ¡TODO ES MI CULPA…! Si no fuera por mí ella estaría aquí. 

PADRE: (Indignado y elevando la voz) ¡No dejaré que vuelvas a decir eso; no es tu culpa...! Escuchaste al doctor: fue un infarto fulminante… Ella no tenía ningún problema de salud, ¿cómo lo íbamos a saber?

Ambos padres voltean la mirada hacia el suelo, nostálgicos.

MIRANDA: (Presionada y frustrada) ¡No fue su culpa…! ¡Ángel, ellos tienen que saber que no es su culpa!

ÁNGEL: Tu padre lo sabe… sin embargo, tu madre no. Después de tu muerte, no ha sido la misma. Con tu partida un fragmento de ella se apagó; te llevaste su vida contigo. 

Miranda niega con la cabeza, en señal de desesperación y tristeza; y se arrodilla frente a su madre, quien tiene los ojos cerrados. 

MIRANDA: ¡Mamá, tu no hiciste nada malo! Siempre me cuidaste como la grandiosa madre que eres, y toda mi vida estuve y estaré agradecida contigo, incluso después de la muerte, porque tú me convertiste en la persona que fui... Sin ti no hubiera podido vivir las maravillosas experiencias que viví en mi momento… Tienes que seguir adelante… ¡por mí! 

La Madre abre los ojos, se lleva las manos a la cara y comienza a sonreír felizmente.

MADRE: ¿Miranda…? ¿Eres tú…? ¡Hija, te extraño cada día de mi vida...! 

Miranda hace un gesto de sorpresa, se levanta rápidamente y corre hacia donde está el Ángel. Este también muestra sorpresa y pone a Miranda detrás de él. El Padre se muestra muy confundido y asustado.

PADRE: (Confundido, volteando hacia todas las direcciones del cuarto) Amor… ¿a quién le hablas…?

MADRE: A Miranda, ¿qué no la ves…? Está por aq... (Desconcertada) ¡Miranda!, ¿dónde estás…?

PADRE: (Abrazando a la Madre y acostándola en la cama) Ella no está aquí, amor… Solo estás cansada e imaginas cosas… (La tapa con una cobija)

MADRE: Sí, estoy cansada, pero no lo imaginé… ¡Ella estaba aquí!

PADRE: Sh… sh… sh… (Susurrando) Duerme, cariño. 

La Madre se queda dormida y el Padre sale de la habitación. 


ESCENA V

El Ángel y Miranda se acercan lentamente a la cama. Observan a la Madre con confusión en sus rostros.

MIRANDA: ¿Cómo es posible que me haya visto?

ÁNGEL: No lo sé… Hay personas que son muy perceptibles a los espíritus; pero tu madre nunca ha sido así. 

MIRANDA: No, nunca tuvo ninguna experiencia paranormal… Es más, ni siquiera creía en los fantasmas y esas cosas… No encuentro explicación. 

ÁNGEL: Lo único que pudo haber pasado es que… ¡Oh, no…! (Voltea a ver a Miranda, preocupado).

MIRANDA: ¡¿QUÉ…?!  ¡No me gusta la expresión en tu rostro!

ÁNGEL: Lo único que pudo pasar es que… no falte mucho tiempo para que estén juntas de nuevo. 

MIRANDA: No entiendo de qué hablas. 

ÁNGEL: No sé si has escuchado que, cuando estás en tu lecho de muerte, tus familiares difuntos te visitan, para irte preparando para la muerte y que el proceso sea más llevadero... Bueno… es cierto... Sólo digo que… tal vez eso esté pasando… 

MIRANDA: ¡¿Me estás diciendo que mi mamá va a morir…?! (Se queda seria)

ÁNGEL: Solo digo que hay una posibilidad de que sea así…

MIRANDA: ¡Pero eso no puede pasar, dejaría a mi padre solo…! En un año las dos mujeres de su vida se apartarían de él... (Enfadada) ¡No es justo! 

ÁNGEL: Creo que es hora de irnos. (Toma a Miranda del brazo)

MIRANDA: ¡Tú puedes resolver esto! ¡Ayúdame, por favor…! ¡Mi madre no puede morir…! ¡No puede…! Imagina la tristeza en la que caería mi padre… 

ÁNGEL: Te ayudaré, ¡pero vámonos ya! El tiempo es oro en estos casos. 

MIRANDA: ¡No puedo creerlo…! La vida cambia demasiado rápido en unas cuantas horas… En un momento creemos tener todo seguro y resuelto para el futuro; pero no es así… La verdad es que nada en vida es seguro. ¡Mírame a mí!: un día aplicando para la universidad y otro día en el Paraíso… Nadie lo espera, pero así son las cosas… 

ÁNGEL: (Se acerca a la cama y se queda de pie, viendo a la madre) Tu madre no está respirando…

MIIRANDA: (En shock) ¡¿QUÉ…?!

Miranda sale rápidamente del escenario y el Ángel la sigue, también rápidamente. 

TELÓN

Cuarto semestre de preparatoria, 2019.

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