13
de septiembre de 1993.
Querida
mujer misteriosa:
Sigo
sin saber quién eres, cómo es que llegaste y por qué decidiste llegar a mí.
Te
escribo porque sigo desconcertado por tu llegada. Después de todo, todo sucedió
hoy, en una mañana en la cual estaba caminando por el bosque cercano a mi casa.
Una mañana en la cual estaba aburrido de mi vida. Una mañana en la cual odiaba
vivir en el momento.
Decidí
sentarme en un árbol y me quedé dormido. Pero, de repente, escuché tu voz en
una especie de grito. Confundido, abrí mis ojos y te vi.
Para
ser honesto, y espero que no te ofendas, parecías tener como cien años. Tu
cabello era muy largo y muy blanco, tanto que aparentaba ser una cascada de
nieve sin fin, de un paisaje donde parecía que reinaba el invierno.
No
sé si eras adivina o telépata, pero leíste mi mente y supiste cuan harto estaba
de mi vida. A lo mejor te sorprendas (o a lo mejor no, después de todo, eres
una mujer que ha vivido muchas cosas) de cómo un niño se pueda expresar así de su vida. Pero, como
ya te diste cuenta, soy un niño muy impaciente y desesperado y, quién sabe, tal
vez ni siquiera sé lo que estoy diciendo.
Pero
lo que sí sé es que tú decidiste darme el regalo de poder viajar en mi propia
vida por medio de esta pelota que contiene el hilo de mi vida. Solo tengo que
jalar un poco del hilo y me transportaré a mi vida futura.
Puede
ser que quiera jalar un poco de este hilo en este momento…
Con
confusión, pero mucha emoción,
Pedro
13
de septiembre de 2001.
Querida
mujer misteriosa:
Heme
aquí. No parece que hayan pasado ocho años de la primera carta que te escribí;
pero supongo que es porque en realidad, literalmente, no los han pasado. Tal
vez para todos sí, pero para mí solo fue un cerrar de ojos.
Ahora
soy todo un hombre. Bueno, no exactamente: soy un adolescente, que es bastante
cerca de ser un hombre.
Conocí
a una chica, se llama Elisa. Es muy bonita y creo que es más que una amiga. La
vida de adolescente es más emocionante que la de un niño, porque, ya sabes, las
experiencias en esta edad lo son todo para una persona.
Mi
voz ha estado cambiado un poco, y a
veces se me va. Dicen que dentro muy poco se volverá más grave que antes.
También me ha estado creciendo el pelo bastante, incluso hasta en partes donde
no crecía. Aunque suene raro, todo esto es emocionante.
Pero
para mí esto no es suficiente. Todavía quiero crecer aun más, ser más grande.
Así que creo que jalaré un poco más el hilo.
Con
aún más emoción,
Pedro
13
de septiembre de 2017.
Querida
mujer misteriosa:
Ahora
sí puedo decir que soy todo un hombre de verdad. Así es, es oficialmente. Tengo
una esposa y dos hijos hermosos. ¿Recuerdas a Elisa? Pues sí, fue más que una
amiga, se convirtió en mi esposa.
Tengo
trabajo. En él me va bastante bien, para ser honesto. Soy gerente en un gran
hotel llamado Cortez, y gracias a eso mis hijos pueden ir a fantásticas
escuelas. Elisa es una gran psicóloga, ella también hace nuestras vidas mejores.
Ella, como siempre, nos da de su alegría. A lo mejor me decida por pedirle
ayuda con mi problema. ¿Recuerdas?: no puedo vivir en el momento, no lo puedo
disfrutar.
Pero
mejor no. Tal vez, si acelero un poco más mi vida, puede que me empiece a
gustar un poco más. ¿Debería hacerlo?
Con
desidia,
Pedro
13
de septiembre de 2075.
Querida
mujer misteriosa:
Como
verás, ya soy todo un anciano. Tan viejo estoy que probablemente me parezca a
ti, hablando de la edad. Tengo exactamente noventa años. Ya no siento emoción,
apenas siquiera puedo escribir en este momento.
Elisa
se murió hace un par años. Ella fue infeliz, a decir verdad. Se lo fui
traspasando poco a poco, y esa alegría tan característica suya se esfumó, al
igual que su vida.
Mis
hijos casi no me visitan, y no los culpo. Si yo fuera mis hijos, tampoco me
visitaría a mí mismo. Estuve mucho tiempo obsesionado con el tiempo, que nunca
lo disfruté de verdad con las personas que más quería, pero que nunca se los
dije o demostré.
Quisiera
ser un niño de nuevo. Yo sé que suena irónico,
ya que, cuando era un niño, no lo quería ser, y esa fue la misma razón
por la cual estoy aquí, escribiendo esto.
Con
nostalgia y tristeza,
Pedro
13
de septiembre de 1993.
Querida
maravillosa mujer misteriosa:
¡No
puedo creer lo que está pasando, y tampoco que sea un niño de nuevo! Es como
despertarse después de una pesadilla. Solo que esta pesadilla duró años, toda
mi vida.
Lo
que había pasado era que yo volví a aquel bosque donde te encontré por primera
vez. Me acosté y de nuevo me hablaste.
Al final te confesé, al igual que en las cartas, cómo me sentía. “Mi
vida es miserable y ya no disfruto de tu regalo”, te dije. Claro, primero te
indignaste. “Eres un desgraciado, pero igualmente te concederé un último
deseo”, dijiste.
No
sé cómo agradecerte esto, pues tú cambiaste mi vida. Me enseñaste el verdadero
significado de la vida, y ahora te aseguro que disfrutaré cada segunda que me
resta desde aquí.
Por
fin, de verdad soy feliz.
Infinitamente
agradecido,
Pedro
Texto basado en el cuento “Pedro y el hilo mágico”, de Robin Sharma.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario