sábado, 17 de junio de 2017

Una excelente decisión


Cuando yo estaba en tercero de secundaria, mis padres empezaron a cuestionarme mucho sobre dónde cursaría la preparatoria. En ese entonces yo estudiaba en el Centro Escolar Integral de Mexicali (CEIM), pero esa escuela no ofrece preparatoria, y se me hizo difícil pensar en que abandonaría esa que era mi segunda casa en ese tiempo. Pero sabía que llegaría el día en que tendría que salir de ahí y comenzar una nueva etapa en otro lugar.
Desde que entré a la secundaria siempre me llevé bien con todos, compartí buenos momentos y personas que conocí quedarán marcadas en mí. Por eso supe que tal vez no me costaría trabajo volverme a llevar bien con gente nueva, y hacer del Salvatierra mi nuevo segundo hogar y un lugar que también quede marcado para siempre en mí.
Cuando me preguntaron a qué preparatoria quería entrar pensé en las más comunes: CETYS, CBTIS 21, UVM. Pero había una que me atraía más, y era el Salva. Tal vez porque me quedaba cerca o porque a mis papás también les llamó más la atención, decidieron inscribirme ahí, en esa escuela en la que yo había pensado hace más o menos un año. La verdad, no lo podía creer: mis papás no me querían meter ahí y al final terminaron haciéndolo.
En lo que también pensaba era que volvería a ver a viejos amigos de la primaria que habían entrado a la secundaria del Salvatierra, y me emocionaba aún más la idea de que estaríamos en el mismo salón. Es como si hubiera estado destinado a que pasara todo eso. Pero sabía que me iría bien, porque también algunos amigos del CEIM entrarían conmigo. Por otro lado, igualmente me dolía que tendría que separarme de otros muchos que habían sido mi familia por tres años; sin embargo, el que siguiera la amistad viva dependería de nosotros.
Lo que yo esperaba en la semana de inducción de la preparatoria era que hubiera dinámicas o cosas para poder conocernos mejor todos, ya que había cincuenta estudiantes en mi grupo y me resultaba difícil conocer a tantos así nomás. Rogaba a Dios para que me permitiera conocer a mucha gente, pero sobre todo que me fuera bien en la escuela y encontrara mi razón de estar aquí. Lo que me llamaba la atención es que yo entraría el 2 de agosto, mientras muchos amigos entrarían la semana siguiente o incluso dos semanas después. Pero sabía que eso sería una ventaja, ya que tendría más tiempo para el estudio.
En fin, llegó esa fecha que muchos desean o que muchos no desean: el primer día de clases. Lo bueno que fue en martes, porque todos odian los lunes. Pero al fin llegó el día. El camino de mi casa al Salvatierra son como quince cuadras o como cinco minutos en carro, así que sería una ruta fácil de memorizar, pues pasaría por ahí durante tres años, y mi mamá decía que algunas veces me regresaría caminando. Esto último me gustaba, porque significaba la valía de la libertad que me daban ahora que soy preparatoriano.
Al llegar al Salvatierra mi mamá me dio la bendición que siempre me da al irme a algún lugar y me dijo que esta sería una nueva etapa, que me esfuerce siempre y le eche muchas ganas, pero sobre todo que la goce y con mucha alegría a estudiar. Y eso es lo que pienso hacer en mi estancia en el Salva: poner de mi parte y lograr mis metas.
Yo había llegado muy temprano ese día, porque mi mamá dice que hay que ser puntuales siempre (aunque, por lo general, ella llega tarde a todo); así que la escuela estaba algo vacía por la entrada. Al bajarme del carro, me percaté de que alguien pasó por mi lado y vi que era alguien que también iba a los cursos de inducción. Hablamos y me dijo que se llama José Pablo y que iba en el salón 102 (el mismo en el que yo voy). Desde entonces se volvió mi primer amigo nuevo que hice en el Salvatierra. Desde que lo conocí supe que todo iría bien; mis temores de que no podría conocer gente nueva se esfumaron y me incitó a que siguiera por ese buen rumbo que estaba tomando.
Al ubicarme en mi salón vi que éramos muchos estudiantes y se me hizo raro, ya que siempre había estado en escuelas chicas. Pero también se me hizo divertido, porque estaría en un nuevo ambiente, y a mí por lo general me gustan las cosas nuevas. Después pasamos al Aula Magna, donde nos dieron la bienvenida e hicieron la presentación de todo el personal del Salva. Poco a poco fui conociendo a mis maestros y su forma de enseñar, y me fui acostumbrando al nuevo horario que tendría ahora. Asimismo, nos dieron todas las reglas de la escuela, para que las leyéramos y las pusiéramos en práctica.
Me pareció buena la semana de inducción; sin embargo, como ya había dicho antes, esperaba que hubiera dinámicas o juegos como lo decía en el papel. Pero, igual, con el tiempo creo que me iré adaptando al ambiente del Salva y podré convivir en armonía con todos.
Yo creo que mis padres no hicieron mal en haber escogido ese instituto como el que me lleve de la mano los próximos tres años, porque hasta lo que he visto es una escuela donde hay personas trabajadoras, que en verdad disfrutan estar ahí, hacer las cosas que hacen, además de personas que realmente se interesan por el estudio, pero que a la vez les gusta pasársela bien; y esos ambientes son difíciles de encontrar. Por eso me parece que esta ha sido una excelente decisión.
Espero poder aprovechar este tiempo aquí, para poder saber en qué voy a gastar mi tiempo por el resto de mi vida.

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