lunes, 19 de junio de 2017

Esparcir las cenizas




14 de agosto de 2002

Querido diario:
Te escribo esta vez para contarte que hoy he tenido un presentimiento extraño todo el día. En el trabajo no pude concentrarme en mis actividades, podía sentir cómo el sudor recorría mi frente y caía frente a mis ojos, rozando mis pestañas.
Volveré a escribirte pronto,  en cuanto este sentimiento se haya ido.


16 de agosto de 2002

Querido diario:
Han sido dos días muy largos y muy difíciles. No he podido dormir desde que me llegó la noticia: mi hermano Diego, aquel con el que compartí gran parte de mi vida, murió en una cama de hospital por razones que aún siguen siendo desconocidas.
Fueron largos los años sin verlo. Ambos vivíamos aquí, en el Distrito Federal. En cuanto tuvimos la oportunidad nos fuimos de la casa. A pesar de que durante muchos años nos mantuvimos muy unidos, en cuanto salimos de nuestro hasta entonces único hogar, cada uno tomó sus pertenencias y siguió un camino diferente.
Pocas veces coincidimos, ya que vivíamos en distintas delegaciones. De hecho, no habíamos coincidido desde hacía ya algunos años.
Mañana me serán entregadas sus cenizas para que yo, su único hermano, las esparza en la ciudad de Guadalajara. Mañana me dirán también dónde quería mi hermano que lo hiciera.


17 de agosto de 2002

Querido diario:
Tengo junto a mí las cenizas de aquel que alguna vez fue mi hermano; hoy me fueron entregadas por su abogado. Recibí instrucciones claras y precisas de lo que mi hermano quería que hiciera con ellas.
Él quiso que yo esparciera sus cenizas a los pies del cerro Santa María, a las afueras de la ciudad de Guadalajara. Aún no comprendo por qué lo quiso así, pero su deseo debe cumplirse al pie de la letra. Tomaré un avión en dos días e iré a esparcirlas donde él indicó que lo hiciera.


19 de agosto de 2002

Querido diario:
Hoy llegué a Guadalajara. Todo se siente muy tranquilo y quieto en esta ciudad. El clima no me dejará salir de la ciudad hasta el cerro Santa María. La lluvia está muy agitada y el viento está arrastrando a las personas. No creo que sea seguro ir hasta el cerro. Iré a dormir y espero que mañana el clima mejore, ya que regresaré al Distrito Federal el 21 de agosto.
Volveré a escribirte mañana.


20 de agosto de 2002

Querido diario:
El clima no parece que se vaya a calmar. Son ya las ocho de la noche y no he podido ir a esparcir las cenizas. Mi vuelo saldrá mañana a las cinco de la tarde. En el momento en que la lluvia se detenga un poco, iré rápido al cerro a cumplir con el deseo de mi hermano. Ahora saldré a un pequeño bar que vi a mi llegada a la ciudad. Espero encontrar una distracción para este dolor que me dejó la muerte de mi hermano.


21 de agosto de 2002

Querido diario:
No sé qué pasó esta noche. Desperté en mi habitación de hotel, son las 6:40 a.m. y la lluvia se detuvo un momento. Me voy a vestir e iré a esparcir las cenizas de mi hermano, para poder regresar a casa. La noche se ve muy oscura, pero la ciudad hasta ahora ha sido muy tranquila. Espero no tardar.
Regresaré en un par de horas y volveré a escribirte.


23 de agosto de 2002

Querido diario:
Sigo en Guadalajara, no pude tomar mi vuelo. Cuando fui al cerro Santa María, iba yo caminando por una carretera, faltaba muy poco para llegar, cuando de repente un hombre me amenazó con un machete. Dijo que quería mis ojos, que, según él, eran azules. Al ver que no lo eran me dejó ir. Corrí lo más rápido que pude, hasta que por fin llegué a los pies del cerro. Sin tomarme un tiempo para reflexionar sobre la vida de mi hermano, me apresuré a esparcir sus cenizas y a marcharme del lugar.
En mi regreso al hotel me encontré con que ya eran las 3:50, no iba a llegar a mi vuelo. Ya con la luz del día me calmé un poco y caminé resignado a mi hotel, de donde me sacaron, pues solo reservé por tres días. No he encontrado asilo desde entonces. Dormí dos días en las calles y hoy tomaré un camión de Guadalajara hasta Puerto Vallarta, donde me encontraré con un tío que me ayudará comprándome un boleto de avión para regresar a la Ciudad de México.
Espero volver a escribirte algún día, pero por ahora me tomaré un tiempo para reflexionar.
Hasta pronto.

Texto inspirado en el cuento “El ramo azul”, de Octavio Paz.

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