lunes, 26 de junio de 2017

Trascender con la escritura



Recuerdo que iniciaba mi tercer año de kínder en otra escuela, diferente a la que había asistido en mi primer y segundo año de estudios, con nuevos compañeros y nuevas maestras. En mis primeras clases comenzamos a practicar las vocales y el abecedario. Aunque no me sentía muy segura, pude memorizarlos y me adapté muy fácilmente a ellos.
Tras varios meses de enseñanza, a mis cinco años logré empezar a escribir. Entré en un gigantesco mundo nuevo, lleno de letras y nuevas palabras. Rápidamente me atrapó y mi curiosidad fue la que me llevó a seguir teniendo las ganas de aprender más y más, sin ninguna duda y con cero aburrimientos.
Tengo grabado en mi memoria que solía leer los carteles en las calles de Mexicali. Muchas veces no entendía muy bien lo que decían, pero aun así los leía en voz alta. En el proceso inventaba algún tono gracioso, ideando alguna canción.
Y de esa manera mi vocabulario fue creciendo poco a poco, gracias a la práctica. Cuestionaba todo lo que veía y con mucha paciencia mis padres respondían. También recibí apoyo de mis hermanas; ellas marcaban las silabas de cada palabra, para facilitar mi lectura. Leíamos cuentos infantiles, como los de ‘‘Los tres cerditos y el lobo’’ y ‘‘Caperucita roja’’; o de princesas: ‘‘Blanca Nieves y los siete enanitos’’, ‘‘La bella y la bestia’’, ‘‘Mulán’’, ‘‘Pocahontas’’; pero mi favorito era ‘‘Cenicienta’’.

Mayor dificultad
Finalizó mi etapa de preescolar y entré a la primaria. Ahí ya llevaba un grado más alto de dificultad en cuestión de palabras y lecturas. Me ponía a hacer inmensos glosarios para estar al tanto del significado de las palabras.
En primero, segundo y tercero de primaria aprendí los trucos básicos de la escritura, tales como los adjetivos singulares y plurales, los artículos, cómo formular una oración con su sujeto y predicado, las partes claves de un párrafo, el cuerpo de un ensayo (como: una idea principal, oraciones de apoyo, una oración de conclusión, unidad y coherencia).
Ingresé a mi cuarto grado de primaria, que se basó en enseñarme los diferentes tipos de textos literarios, como los cuentos infantiles, las fábulas, las novelas, los poemas y una pequeña introducción a mitos y leyendas.
Progresivamente me adentré más a la estructura de cada uno de ellos; por ejemplo, del cuento: su planteamiento, desarrollo, y desenlace, también sus personajes, narrador y ambiente. Al igual que el cuento, la fábula fue uno de los temas que estudiamos, centrándonos en que es un texto relativamente corto que deja una moraleja, es decir, un aprendizaje de vida.
Ya en quinto año, la escuela organizaba concursos de escritura. Se trataba de escribir un texto del tema que fuera, y, si obtenías el primer lugar, se publicaría en un libro junto los de otros ganadores de otras escuelas.
Siempre me gustí escribir. Me imaginaba que mis historias podrían llegar a ser publicadas y leídas por otras personas. Sentía que podía quedar en esas personas y así trascendería junto a otros más. Pero al comenzar a escribir un cuento las ideas se me iban. Podía imaginar millones de cosas, pero a la hora de plasmarlas en hoja de papel con tinta me era imposible. Nunca se me facilitó, así que fui perdiendo el interés en hacerlo.
Mi posterior año de primaria fue un poco nostálgico. Era hora de despedirme de mis amigos y maestras. Se suponía que todos estos años de estudio me tenían preparada para el nuevo ingreso a la secundaria…
Y, por último, los mitos y las leyendas concluyeron mis estudios de primaria. Conocí sus diferencias, la forma en que son escritos, y que hay tradicionales y urbanos. Leímos varios mitos y leyendas que fueron creados en nuestra región, y que yo desconocía.

La curiosidad por los libros
Comenzando mi primer grado de secundaria, los textos literarios que conocía volvieron a aparecer en el plan de estudios, pero ahora había otros nuevos, como las autobiografías, las biografías y los poemas. Primeramente comenzamos con algunos autores reconocidos de poemas, como Mario Benedetti, que también escribió algunos cuentos. Antes de empezar a escriir, analizamos el contenido de cada texto. Creamos una autobiografía de los logros que teníamos hasta esa edad, después siguió la biografía de un ídolo propio y por último el poema.
El poema fue el texto que más se me dificultó, porque en él se debe cumplir con varios requisitos, como tener rimas, un número de versos exacto, al igual que las estrofas.
Se acercaba el primer día de muertos que festejaba en la secundaria, y, por consiguiente, el concurso de calaveras llegó de sorpresa. Nos introdujeron este obligatorio evento a una semana de ser festejado. Me esperé hasta un día antes para empezar a escribirla, pero no tenía ni idea de sobre quién hacerla; comúnmente la calavera se dedica a personas fallecidas y se hace referencia a su productiva vida. Finalmente, decidí escribirla a Pedro Infante. No gané, pero me divirtió mucho componerla junto con mi familia.
También nos invitaron a participar en un concurso de cuentacuentos, en el cual te debías presentar ante un público y, con mucho carisma, contar un cuento entretenido que durara como mínimo cinco minutos. Esto me llamaba mucho la atención, pero mi personalidad tímida no me favorecía mucho, así que me limité a solo ver a los que sí se animaron a participar.
Respecto a mi lectura, jamás en mi vida había leído un libro con más de cincuenta páginas, hasta mi segundo año de secundaria. Mi curiosidad despertó al ver que la mayoría de mis compañeros cargaban siempre con libros y compartían con los demás sus críticas acerca de ellos. Entonces me di cuenta de que me estaba perdiendo de algo muy interesante y no quería quedarme fuera de eso.
Un día decidí dirigirme a la biblioteca y empecé a husmear entre libros, hasta que uno captó mi atención. Oscuros era el título, de Lauren Kate. Se trataba de una trilogía de suspenso, misterio y desamor. Por ser el primero me dispuse a leerlo, rápidamente; pensé que lo dejaría arrumbado el primer día, pero no fue así. Me quedé completamente atrapada en él, sin poder parar de leer.
Hasta hoy el número de libros que he leído es de cinco, un número muy pequeño. Pero en realidad esta actividad es muy importante; por eso me he propuesto practicarla más, y sé que después de un rato se me volverá un hábito.

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