lunes, 6 de agosto de 2018

30/10/2015 – 17/04/2017


Amhed Toledo Flores


Aún lo recuerdo, recuerdo todo, de principio a fin, tal como si se tratara de la letra de la canción que acabo de escuchar. Mi nombre es Raúl Pérez y en este momento estoy en mi cuarto, hablando conmigo mismo. Todo es tan surreal. Mis padres, quienes no están en casa, volverán hasta la noche, así que tengo bastantes horas para mí solo.

Apenas hace media hora estaba matando el tiempo jugando videojuegos y escuchando música, rap y hip-hop, para ser específicos. En un ataque de energía, me dieron ganas de ejercitarme; por lo tanto, agarré mis pesas y empecé a levantarlas. En ese momento comenzó una melodía que hace meses no escuchaba. ¡Oh, sí…! Se trataba de “Compartir”, de Carla Morrison, una canción que mi exnovia me dedicó hace apenas un año, si no mal recuerdo. Fue ahí cuando me dio un golpe de realidad. Ya no la tenía, ya no era mía aquella persona que un día me causó tanta felicidad. Ya no tenía al lado a mi razón para sonreír todas las mañanas al despertar y todas las noches al irme a la cama.
Traté de dejar pasar ese sentimiento que me atacaba cada dos por tres, o cada tres por dos. A decir verdad, aún seguía pensando en Andrea, y no ha habido un solo día en el que no la haya tenido en mi mente. Era su voz, su cara, su calor, su aroma; eran muchas cosas, sinceramente.
Andrea era una persona muy acomplejada cuando la conocí, mas eso no la hizo menos perfecta a mis ojos. Debo decir que también era bastante complicada emocionalmente. Sus padres habían pasado por una etapa muy difícil, gracias a una infidelidad por parte de su padre. Aunque seguían juntos, su madre le reclamaba a él por su grave error muchos años después de que había sucedido. A Andrea la afectó muchísimo esa situación, al punto que desarrolló una gran depresión. Depresión de la cual yo la rescaté.
Todavía recuerdo ese 4 de septiembre de hace dos años, 2015. Era su cumpleaños. Recuerdo muy bien que fue la primera vez que hablamos bien. También recuerdo que fue ese mismo día cuando nos dimos nuestro primer abrazo, reitero, pues era su cumpleaños.
Fue un viernes el día que recién mencioné. Entonces hablamos por mensajes de texto durante todo ese fin de semana. Ella era perfecta. Desde entonces hubo una fuerte conexión entre nosotros.
Los días pasaron, uno tras otro, en la que yo describiría como la etapa más feliz en mi vida entera. Fue apenas una semana y media después cuando nos dijimos que nos gustábamos. Esa noche no pude dormir, mi estómago se sentía extraño, no podía esperar al día siguiente para verla y hablar sobre nosotros. Al fin había un nosotros.
Octubre llegó, y con él también llegaron los problemas entre ambos, problemas que logramos resolver. Fue hace exactamente dos años cuando pasó esto, el 30 de octubre de 2015. Andrea y yo pasamos de ser amigos con sentimientos mutuos, a una pareja formal. Yo fui el hombre más feliz de la tierra.
Salíamos, nos divertíamos, reíamos, jugábamos, hablábamos. Nada me preparó para el privilegio de ser de ella. Los meses pasaban, y cada segundo que corría mi querer por Andrea crecía inmensamente más. El frío invierno era una simple brisa cuando ella estaba conmigo; ahora no puedo ni moverme.
En diciembre de 2015 terminamos. Mas no pasó ni un fin de semana y ya estábamos juntos de vuelta, aunque ese día apareció un sentimiento de duda en mi corazón. Duda de si en alguna ocasión volvería a pasar; si ella se marchara no habría sabido qué hacer. Sin embargo, todo continuó, y cada vez era más intenso. Creamos tantísimos recuerdos que no me alcanza ni un número de cuatro dígitos para contarlos.
Es difícil hasta la fecha tratar de explicar lo mucho que ella significaba para mí. No tengo palabras que puedan dimensionar el amor que yo sentía por ella, por Andrea.
Muchos meses transcurrieron, y con ellos infidelidades que mi amada cometía, las cuales yo nunca vi, cegado por el perfecto amor. Hasta que llegó ese fatídico día en el que me cansé de los rumores y me puse a investigar por mi cuenta.
¿Has escuchado el famoso dicho: “La curiosidad mató al gato”?
Bueno, la curiosidad me cazó sin piedad alguna.
Ahí estaba, ahí estaban las pruebas en formato de mensajes de texto, de un pobre tonto que me confirmó que ella lo había engañado sobre tener algún novio. Él no lo sabía; es por eso que no está tres metros bajo tierra. De haber sido de otra manera, probablemente me habrían descubierto, y no estaría aquí hablando con mi conciencia.
No entiendo que fue lo que la llevó a hacerlo. Yo le daba todo el amor que ella necesitaba, hasta de sobra, siendo sincero. Mas eso no le bastó, pero a mí sí, para hacer lo que hice.
Hoy es el 30 de octubre de 2017, y el incidente sucedió meses atrás, el 17 de abril de este año. Aún puedo recordar sus últimas palabras, sus últimas mentiras. Esta noche también se acaba todo para mí, a dos años de nuestro aniversario. ¿Qué mejor fecha para hacer esto, verdad?
Te amo, Andrea. Siempre te recordaré.

En memoria de Andrea Medina (4/09/2002–17/04/2017).


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