lunes, 6 de agosto de 2018

La fuente de chocolate


Marianna Meza Guluarte


Me asomo por la ventana y deslizo mi mano sobre el vidrio. El día es frío, muy nublado. Las nubes grises, como el color de tus ojos. Es increíble que todo lo que hago me recuerda a ti. Extraño tus ojos, ojos que no veo desde aquel día. ¿Aquel día? Creo que he enloquecido. Ese día fue ayer. Me he enamorado de ti. Eres lo único que pasa por mi mente, ¡no puede ser!

El problema es… que no logro entablar una conversación contigo. Te veo, mi corazón se acelera y pienso en hablarte, pero algo me detiene. Por supuesto que sé qué es lo que me congela instantáneamente. Es ese miedo que me resulta tan difícil de describir. Fantasías se reproducen en mi cabeza, a cada segundo. Mis sueños se han convertido en esa posible realidad que tanto deseo, pero siguen siendo sueños. Todo suena tan sencillo en mi mente. Te hablo, intercambiamos teléfonos, nos agregamos a Facebook y ya está. Después, seguiremos hablando, nos haremos amigos, me invitarás a salir, te enamorarás de mí, nos haremos novios y posteriormente terminará nuestra relación. No funcionará, porque no creo en las relaciones duraderas. Seguramente te cansarás de mí. No hay manera en la que duremos más de un mes. Ni siquiera tengo las agallas para hablarte. ¿A quién quiero engañar?
A veces creo que el amor no está hecho para mí. No logro comprender cómo es que dos personas sienten exactamente lo mismo y pasan toda su vida juntos. “Hasta que la muerte nos separe”. ¡Qué locura!, ¿no? Por alguna extraña razón, no lo creo posible. Tal vez la vida intenta probar que me equivoco con este chico.
Relaciones amorosas… no tan presentes, en mi vida. La primera, sin duda, fue la que resultó amargamente dramática. No quiero hablar de eso. Simplemente pasó lo que tenía que pasar. Afortunadamente sucedió antes de que llegáramos a ser algo más que amigos. Me di cuenta de la persona que realmente era.
Les diré el nombre del que me quita el sueño e interrumpe mis más profundos pensamientos. Se llama Esteban… ¡por fin lo dije! Lo que no he podido confesar es el amor que he mantenido en secreto, por tres años de preparatoria. Siempre que llegamos a cruzarnos en los pasillos intento rozar mi hombro con el suyo. ¡Se siente tan bien! Como si rozara mis labios con los suyos.

Se me hace tarde para la escuela, tarde para ver a mi Esteban. Estamos en el auto, mi madre habla hasta por los codos. ¡Si supiera que no escucho ni una palabra de lo que dice! Espero que un día de estos no llegue a preguntarme algo, seguro que recibiré una bofetada. Admito que me encuentro ausente, perdida, pensando en ya saben quién. Bajo del auto, me dirijo hacia la escuela, me tiemblan las rodillas.
Voy por el pasillo, cargando mis libros. Me distraigo un momento a criticar la vestimenta de mis compañeros y choco con alguien. ¡Ay, pero qué estúpida! ¡Todos mis libros y apuntes esparcidos por el corredor! Levanto la cabeza y le pido perdón al pobre muchacho que arrollé con mi torpeza.
Contesta:
No hay problema, Greta.
¡…Es Esteban! ¡No lo puedo creer, no concibo respirar, me va a dar un ataque! ¡Hasta aquí llegué...! ¡Un momento! ¿Sabe mi nombre? ¿Cómo lo sabe?
Me pregunta:
¿Estás bien?
Y respondo:
―Sí, sí, de nada.
¡Oh, por Dios, pero qué grandísima tonta! (en mi mente).
A lo que él contesta:
―¡Ja, ja!, qué bueno que estés bien.
Tras escuchar su respuesta, creo que es mi última oportunidad de hablarle.
¿Qué harás después de la salida? le pregunto.
No tengo planes… ¿Qué hay de ti?
¡Creo que le gusto! ¡Debería arrasar con chicos por los pasillos más seguido!
Necesito ayuda con el examen de mate. ¿Crees que puedas ser mi tutor, después de clases?
Por supuesto. ¿En tu casa?
―Sí. ¿A las cuatro?
Ok, perfecto. ¡Nos vemos, hasta entonces!
¡Mi amor platónico irá a mi casa! ¿Saben lo que significa eso? ¡Ha de ser muy bruto, como para creer que en realidad tengo problemas con los números! Tendré que ingeniármelas, para que piense que soy una completa zopenca. De esta manera, creerá que necesito muuucha ayuda.

Son las cuatro en punto y suena el timbre. Mis papás no están, todo es perfecto. Abro la puerta y cordialmente le saludo de beso, en el cachete. Claramente puedo percibir su deseo de besarme. Lo invito a mi cuarto, para estudiar. Esteban abre su libro de matemáticas y me pregunta:
¿Qué se te dificulta, Greta?
Hablarte le respondo.
Un silencio incómodo invade la habitación. Toco su pierna antes de que comience a hablar. Puedo ver cómo escurre un poco de sudor por su impecable frente. Se levanta y sale, corriendo como si quisiera violarlo. Me pregunto muchas veces si hay algo mal en mí, no consigo una respuesta concreta.
Llegan mis padres, junto con mi hermano, Carlos. Carlos es muy reservado, lee demasiado. Se puede decir que traga libros, es un súper nerd. Tiene 17 años, uno menos que yo.
Me encuentro devastada y voy a charlar un poco con él. Le pregunto acerca de su día en la escuela y comienza a platicarme acerca del libro que recientemente ha terminado: Las ventajas de ser invisible. Me comenta que hay una película de la novela, en Netflix. Me propongo verla, ya que no soy muy fan de los libros. Cuando estoy por empezar a hacerlo prefiero dormir y empapar mi almohada con lágrimas.

Es de mañana, estoy muy avergonzada, no quiero ir a la preparatoria. Probablemente, Esteban les contó a todos que soy una psicópata. Llego a la escuela y nadie me revira nada, todo parece normal. Esteban camina hacia mí, esto no saldrá bien.
Hola, Greta.
Hola, Esteban. ¿Qué te ha pasado ayer?
Tuve una pequeña urgencia. Mi estómago no estaba del todo bien y preferí irme sin dar explicaciones. Lo siento.
No te preocupes. ¿Podre-mos retomar la asesoría hoy?
Claro, sin problema.
Muy bien, a la misma hora.
Excelente contesta.
Me parece extraño este chico, hay algo que no me cuadra. Pudo haber entrado a mi baño. Bueno, su razón tendrá.

Es hora de salir, mi madre me recoge. Me deja en casa y se apresura a una junta emergente del trabajo. Otra vez estaremos solos. Espero que “la fuente de chocolate de Esteban” no sea un problema.
Llega él e intento comportarme como tal.
¿Subimos? Hay mucho que estudiar.
―¡Sí, espléndido! me contesta.
Estamos en mi habitación, saca su cuaderno y el libro de mate.
¿Podría ir rápido al baño? me pregunta.
Sí, no hay problema.
Deja su mochila abierta y le doy un pequeño vistazo. ¡No puedo creerlo, los mismos gustos de mi hermano!: Las ventajas de ser invisible. Veo cuidadosamente el libro y tiene una nota en la portada: “Con amor, para Estebebé. Nos vemos hoy, en el campo de fútbol, detrás de las gradas, a las ocho”.
¡He descubierto el motivo de su indiferencia, necesito saber quién es esa zorra! Meto el libro de vuelta a su mochila, para que no sospeche. Sale del baño y me explica cosas que ya sé, pero finjo que no. Se dan las 7:50 y me dice que tiene que irse.
―¡Muchas gracias, no ha quedado ninguna duda!
―¡Qué bueno que pude serte útil! Hasta mañana  se despide.
Espero a que suba a su auto y se vaya, mientras me asomo por la ventana. Saco mi bicicleta arrumbada y pedaleo hacia el campo de fútbol. En este pueblucho solo hay uno y es el de la escuela.
Me detengo en el estacionamiento y lo observo detenidamente cómo camina con miedo, volteando hacia los lados. Me acerco cuando entra al campo. Estaciono mi medio de transporte y doy pasos muy cautelosos. Encuentro un bote de basura y me escondo detrás de él. Esteban está solo, aún no llega su cita. De repente, se le aproxima una sombra, que no logro distinguir. Por suerte, traje unos binoculares, ¡me siento toda una detective!
No consigo enfocarme en el rostro. Se acercan y se besan desesperadamente… ¡No puede ser! ¿Cómo es esto posible? Es… es… ¿mi hermano? ¿Esteban está besando a mi hermano? ¿Carlos?

El camino de regreso a casa es una tortura. Quiero borrar lo que vi, pero no logro hacerlo. Puede que haya visto mal. Minutos después de mi llegada, aparece Carlos. Sin duda, es él. ¡No quiero enfrentarlo, siento que quiero matarlo! ¡No hay nada que pueda hacer, es mi hermano, lo amo! Hablaré con él.
Después de tres años descubro que Esteban es gay. Espero que la próxima vez el amor no juegue conmigo.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario