lunes, 6 de agosto de 2018

Una amistad que en el futuro dará frutos



Litzia Monserrat Rueda Agüero


Nací el 13 de junio de 2001 en San Luis Río Colorado, Son.

La amistad entre la lectura y yo, según mi memoria, comenzó en primaria, cuando me estaban enseñando cómo sonaban dos letras juntas. En segundo ya sabía leer perfectamente, gracias a que mi maestro fue excelente y me dio en los dos primeros grados.
Los primeros libros que recuerdo haber leído fueron los que llevábamos en la escuela, aparte de los textos para hacer los trabajos. La primera novela la leí en sexto de primaria; se titulaba Sangre de campeón sin cadenas, del autor Carlos Cuauhtémoc Sánchez. Recuerdo que cuando la profesora nos dijo que leeríamos ese libro dije: “¡No puede ser, qué aburrido! Buscaré un resumen en internet”. Después lo comencé a leer y ya no podía parar, ¡me había encantado!
Posteriormente entré a primero de secundaria y ahí leí los libros que utilizábamos en las materias. También leí uno llamado Diario de una adolescente. Ese me lo regaló mi mamá, y se me hizo muy extraño, porque en mi casa nadie leía; hasta la actualidad mi mamá comenzó a leer libros de superación personal.
En segundo ingresé al Instituto Salvatierra, donde ya te dejaban de tarea leer reseñas de algunas películas en la materia de Historia, como Ana Frank. Es de la que más me acuerdo, porque me gustó mucho que hasta vi la película.
Cuando iba a pasar a tercero mi hermana mediana salió embarazada, y recuerdo que había muchos problemas en nuestra casa entre ella y mis papás. Ella se la pasaba deprimida; entonces le recomendaron un día que leyera el libro de Los ojos de mi princesa. Me pidió que la acompañara a comprarlo, y fui. Ahí me di cuenta de que el escritor era Carlos Cuauhtémoc de nuevo, el mismo autor del que ya había leído un libro en primaria. Mi hermana terminó de leerlo y su estado de ánimo cambió demasiado; y yo me preguntaba: “¿Cómo un libro pudo cambiar tanto su estado de ánimo?”. Comencé a leerlo y, afirmativamente, era un muy buen libro, ¡también me había encantado!, por lo que decidí leer más obras de ese autor. Compré Juventud en éxtasis 1 para comenzar a leerlo, y, como yo esperaba, igualmente fue un muy buen libro.
En la materia de Español, con la profesora Cecilia, tuve que leer El Periquillo sarniento, del autor José Joaquín Fernández de Lizardi, que la verdad no me gustó para nada. Solo lo seguí leyendo por la calificación del trabajo.
Pasé a primero de preparatoria y el primer libro que leí fue para mi materia de Ética y Valores, que nos daba el profesor Báez; se llamaba Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo, de Benjamín Alire Sáenz. Ese libro, la verdad, me gustó mucho. Después, para Ciencias Sociales leí Un mundo feliz, de Aldous Huxley, que también fue de mi agrado.
Para segundo semestre me iba a ir mal en la materia de TLR; entonces quise participar en Lectura por Puntos por primera vez. Le pedí al bibliotecario Luis Carlos que me eligiera un libro de un punto. Bromeando le dije: “El que usted me dé lo voy a leer”, y me dio un libro llamado Los hornos de Hitler. ¡Cuando lo vi me espanté, por lo largo que estaba y las letras miniaturas que tenía!, pero hasta ahorita puedo decir que no he leído mejor libro en mi vida. Fue un libro que me hizo imaginarme a mí en esa situación. Mi mama se reía de mí porque me enojaba y a veces lloraba por lo que leía.
Al tiempo leí La metamorfosis y El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, pero, la verdad para mí fueron obras muy equis.
Ahora comenzaré a platicar mi vida con la escritura. Inició en primaria también, cuando apenas me enseñaban las letras. En esos seis años nunca escribí nada interesante, solo las tareas o cuando los profesores nos ponían a copiar textos de los libros. En secundaria fue igual: solo cuestionarios, investigaciones, trabajos, tareas, etcétera.
Tercero de secundaria fue el año en que empecé a escribir más en mi materia de Español, con  la profesora Cecilia, ya que nos hacía seguir muchas reglas y demasiadas palabras. Recuerdo que hice una autobiografía de quinientas palabras. Después, otro escrito sobre “qué es el amor”, con la cantidad de palabras que nosotros quisiéramos, pero valía el cuarenta por ciento de nuestra calificación; los mejores se irían a una competencia que había en esas fechas en el Salva, sobre textos, y quedé seleccionada. Fui, pero no gané.
Entré a mi primer año de preparatoria y en la materia que más escribí fue en Taller de Comprensión Lectora, con el profesor Carlos Alberto; textos con muchas palabras, más reglas a seguir, más exigentes, es decir, con más grado de dificultad. No se me da la escritura, ya que por ello nunca quedé seleccionada para Tallereando en su clase, una página a donde subía los mejores textos. Esa fue mi historia con la escritura. 
Aunque sé que escribir y leer no son actividades que me gusten mucho, he decidido tratar de disfrutarlas más y aprovechar lo mejor que pueda de ellas, ya que cuando entré a preparatoria tomé la determinación de estudiar Derecho y sé que las ocuparé demasiado para la carrera. Por ello estoy poniéndoles mi empeño.



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