lunes, 6 de agosto de 2018

Pisadas, murmullos y más pisadas


Karla Fernanda Galaviz Pimentel


Cuenta la leyenda que en La Cachanilla se ve por las noches una mujer. Dicha persona se la pasa deambulando por los pasillos, que se vuelven tenebrosos a esas horas, cuando ya está totalmente cerrada la plaza. Por eso al acercarse los momentos en que se puede aparecer, todos los trabajadores se dan prisa para cerrar sus negocios y salen del lugar.
Pero ¿cómo saben que alguien se aparece? Sencillo: se van apagando las luces como si hubiera un corto circuito. Esto hace que oscurezcan poco a poco los corredores o que la iluminación empiece a apagarse y prenderse de la nada. Se escuchan pisadas cuando realmente el lugar está vacío, y se empieza a sentir una especie de aire diferente, que es difícil de explicar.
¿Pero cómo fue que apareció la mujer?
Hace ya varios años, en el terreno en el que se levanta hoy en día la Plaza La Cachanilla había una despepitadora, la Jabonera del Pacífico.
La compañía desafortunadamente quedó en la quiebra y tuvo que cerrar, cerca de 1973. Alrededor de este año sucedieron varios acontecimientos y también nos fuimos dando cuenta de otros: la población era pequeña, había pocas casas y edificios y el gobierno estaba en sus inicios. Mexicali era joven, todas las personas se conocían y apenas empezaban las historias de esta ciudad.
Aquí vivía una mujer muy jovencita. Su nombre hoy en día se ignora, pero se dice que era muy bella, tanto por dentro como por fuera; todos los hombres que la veían simplemente enloquecían por ella. Uno que otro decía que su belleza era más que un atardecer ante sus ojos. Era bastante conocida, pero más por su infidelidad.
Contaba con muchos amantes que iba dejando por su camino; sin embargo, no iniciaba noviazgo alguno con nadie. Se dice que una vez mantuvo una relación fija. Ambos pensaban que su amor era inseparable, por lo que decidieron comprometerse de una vez por todas. Él era un hombre inteligente, fuerte y, además, muy amable con las mujeres, en especial con ella. Pero lamentablemente perdía el control con gran facilidad, había algo en su mente y su carácter era muy difícil. Se enojaba al instante por cualquier cosa y lo peor era que él no lo reconocía.
Transcurrían los meses e iban presentándose ligeros problemas en la pareja, como siempre sucede. Entonces la mujer empezó a extrañar a todos los amantes que tenía a su alrededor, tanto que hizo lo prohibido: salió con otro. Pasaba más tiempo con esa persona que con su esposo. ¿Por qué?, nadie sabe la razón.
Un día pretendía salir con el susodicho a cenar y lo que menos se esperaba ocurrió: el marido la encontró retirándose de su casa,  en tanto que había una persona esperándola. El hombre se enojó y se alteró, tanto que no supo guardar sus emociones; empezó a expresar su enojo hacia ella, primero con palabras y después con golpes.
Mientras todo esto sucedía, el otro hombre se fue corriendo. Cuando el esposo se dio cuenta de la huida de su rival, también se percató que su mujer ya no se movía. Había fallecido por su culpa.
Se puso histérico y no sabía qué hacer con el cuerpo que tenía en sus brazos, hasta que se le ocurrió dejarlo en un lugar cercano. Ya estaba oscureciendo y le daba miedo cargar el cadáver por las calles. De tanto buscar encontró un sitio donde podía deshacerse de él: la Jabonera del Pacífico. Trató de ocultar muy bien los despojos, y cuando lo logró se echó a correr.
Ya nadie supo de la mujer, tristemente, desde ese terrible día. Pasaron los años y donde se encontraba la Jabonera edificaron lo que hoy en día conocemos como la Plaza La Cachanilla.
A inicios de la construcción, se dieron cuenta los trabajadores de que había algo anormal en ese terreno. Tenían miedo, unos más que otros. En fin, trataron de ignorar esos acontecimientos extraños para finalizar la obra. Lo malo era que no sabían que estaba la pobre alma de aquella mujer merodeando en ese lugar que prácticamente fue su tumba.
Los que visitan la plaza día a día tienen miedo de las cosas extrañas que puedan suceder. Al abrir los negocios hay veces en que hallan los muebles y productos desacomodados, algunos objetos tirados y otros no los encuentran por ningún lado. Tanto ha sido el miedo de todos que han insistido en llevar a un sacerdote para que bendiga los pasillos. Esto para ciertas personas es una exageración, pero otras no piensan lo mismo.
Ahora cuentan que en La Cachanilla hay una mujer llorando y lamentándose por los oscuros pasillos. Pero, bueno, uno no puede saber en realidad si esto es cierto, hasta vivir la experiencia.
Y tú, ¿te animarías a ver si en realidad aparece la mujer por las noches?


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