Cuando estaba a punto de terminar secundaria no sabía que iba a
estar tan emocionada de entrar a la preparatoria. Supongo que porque ya estaba
harta de la secundaria. No me malinterpreten, me gustó mucho esa época de mi
vida. Incluso, tercer, el cual pensé que iba ser el año más aburrido, fue el
mejor.
Así que, aunque secundaria me había gustado demasiado, me la viví
contando los días para las vacaciones. Y no solo las de verano, también las de
invierno, semana santa. Bueno, ustedes me entienden.
Tengo que admitir que, cada vez que se acercaban más los cursos de
inducción, mi emoción se disminuía, pues ¿quién no quería más vacaciones? Ese
era el motivo de mi tristeza: solo tuvimos un miserable mes de vacaciones.
Pero, en fin, a pesar de que ya no quería entrar a la prepa, el
curso de inducción dio inicio. Mis esperanzas de esa semana eran conocer nueva
gente, intentar interactuar con las personas que no conocía.
Esperaba que tuviéramos de esas típicas actividades para
conocernos todos mejor; sin embargo, nunca pasó. Sin importar eso, ese primer
día logré hablar con algunos compañeros nuevos; no mucho, pero algo era algo.
En toda esa semana no hubo ninguna de esas convivencias que
esperaba. Pero nos regalaron unas camisetas azul rey (como siempre), que decían
“Salva” (obviamente) y, debajo de eso, “Generación 59”.
El curso de inducción terminó y ahora era la hora de entrar a la
preparatoria. Cabe mencionar que nos acompañarían los estudiantes de tercer
semestre.
Ahora me encuentro en otra semana de escuela, me voy acostumbrando
a este ambiente, maestros, prefectos, reglas, etcétera. Ya estamos teniendo
tareas, proyectos y llevamos apenas una semana. Honestamente, unos de mis
temores son las tareas y trabajos. Muchos me han dicho que son mucho más
pesados que los de secundaria.
También estoy algo, solo algo, preocupada sobre los exámenes, pues
son de mucho valor. Ya sé que con cincuenta por ciento no es tanta la
diferencia con otros exámenes que he tenido. Pero, vamos, en secundaria
simplemente tenía dos o tres pruebas o parciales en la semana de exámenes. No
se compara en nada a cómo van a ser los exámenes aquí en la prepa.
Pero en preparatoria, creo yo, todo es muy diferente. De todas
maneras, lo único que sé sobre esta nueva etapa es lo que me han dicho mis
hermanas.
¡Pero basta de inquietudes! También tengo grandes expectativas de
este nuevo periodo que desconozco. Planeo no bajar mis calificaciones y
mejorarme como estudiante, aunque sé que será más difícil esta vez.
Espero poder ir a todos los eventos culturales o sociales que
presente esta escuela. No quiero perderme ninguno, no como antes lo hice antes
en secundaria. Quiero ir a todos los rallies y participar en ellos, y deseo que
se cumplan todos los comentarios que han hecho de ellos.
Y aunque suene algo tonto… quiero hacer más amigos. En serio,
quiero conocer a más gente, quiero tratar con nuevas compañías, más personas.
Finalmente, mi expectativa más grande creo que sería vivir esa
experiencia que todos tanto presumen, llamada “Experiencia Salva”. Que en
verdad estos tres años de mi vida signifiquen algo realmente para mí.
No sé si mis temores, o, más importante, mis expectativas se
cumplan, o si de algún modo lo superen de buena o mala manera. Pero no puedo
esperar a averiguarlo.
Porque sé que, sin importar si tengo grandes temores,
insignificantes esperanzas o pequeñas preocupaciones y gigantescas
expectativas, esta etapa va a marcar mi vida. Y, finalmente, esta escuela y yo
misma me van a preparar para el siguiente episodio que vendrá: la universidad.
Pero, antes de eso, les aseguro que voy a disfrutar mi estancia en la
preparatoria.
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